martes, 6 de diciembre de 2011

UN DÍA, el de hoy.

Sí, hermoso día en Ciudad Moreno.
Sol, un leve viento que hace soportable el calor. La calle como vacía, nadie pasa. Los perros echados al amparo de la sombra que proyectan árboles y plantas, lo mismo que mis cinco gatos, dos de ellos nacidos hace apenas tres semanas. La gata los ubicó debajo de un helecho grande que está en el jardín y allí parece que están protegidos. Uno blanco con dos manchitas negras y el otro, totalmente negro. Son lindos.
Sahumerios, mates y Monteverdi en un CD, con la belleza de su música. Escribo esto en un descanso en la tarea, transcribo para publicar en algún momento un ensayo que Viviane Forrester escribiera acerca de Van Gogh. (libro obsequiado por Raquel Olmos para el día de mi cumpleaños) Maravilloso, hondo, pero impresionante a la vez, pues la autora habla sobre algo que nunca se dijo sobre Vincent, o quizás se haya dicho pero no lo he leído. La carga que llevó durante toda su vida al portar el mismo nombre que su hermano muerto un año antes de nacer él. Dice la autora:
"¿En quién piensa Van Gogh entonces? ¿En Monticelli? Eso cree él. ¿Pero no había tomado (usurpado) él mismo la vida de otro van Gogh, el llamado Vincent Wilhelm va Gogh? No la de aquel de quien tanto se ha escrito; no la de aquel que durante nueve años se enseñó a sí mismo a no pintar, sino a inventar la pìntura; no la de aquel del cual una cierta leyenda enmascara una vida cuyas angustias provienen de orígenes tan brutales y cuya soledad fue tan áspera, el sufrimiento tan intenso, la pobreza tan dura, la pasión tan pródiga que ninguna leyenda, ninguna tela podrán traducir jamás: sólo la indicarán, tal vez, la voz ronca de sus cartas o, quizá, la bala de revolver disparada contra una vida, ¿pero cuál? Contra aquel cuerpo que cae en un campo de trigo.
No. No de aquel Vincent Wilhelm van Gogh –quien sabe si es el mismo- que Vincent confunde en sus pesadillas con Monticelli; de otro Vincent Wilhelm van Gogh, aquel de quien sólo se pudo levantar un acta de defunción y grabar su nombre sobre una losa sepulcral, con la fecha de su nacimiento que fue la de su muerte: Vincent Wilhelm van Gogh, nacido muerto el 30 de marzo de 1852.
De Vincent Wilhelm van Gogh, el pintor, nacido el 30 de marzo de 1853, «surgido» exactamente un año después de su homónimo y que, cada domingo, siendo aún muy pequeño, pasaba ante su tumba de camino para oír a su padre, el pastor, predicar en la pequeña iglesia de Zundert en medio del cementerio; en aquella tumba estaba escrito su propio nombre y casi la fecha de su nacimiento y ya la de una muerte. De Vincent Wilhelm van Gogh, el pintor, sí, ¿sorprenderá que, muy joven, después de haber sido marchante de cuadros en una empresa familiar, primero en La Haya y luego en Londres, entrara en una crisis mística y renunciara a su oficio por querer seguir esta vez los pasos de su padre: convertirse en pastor? «Los hombres como Pa son más hermosos que el mar.» Ese padre a quien más tarde detestará y que comparará con «un rayo negro»."
Y sigue, de esta manera, la autora, narrando esa tremenda existencia
Es mi intención publicar el libro completo, pero una vez que haya transcripto todos los capítulos.
Dice Forrester: "El 27 de julio de 1890, en pleno trabajo, en plena tarde, a pleno sol, en pleno campo, planeta, universo de trigo, ante una de sus telas que procuran «meter el caos en un bote», Vincent van Gogh cae atravesado por una bala de revolver. Morirá el 29 de julio. ¿Quién indujo a su mano a cambiar de instrumento, a desviarse de la tela hacia sí mismo? ¿A destruir su modelo? ¿Quién mató a Vincent?"


Vincent, el querido Vincent.


Su obra final

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