jueves, 15 de diciembre de 2011

RAÚL BRASCA

Microficciones
Publicado con autorización del autor, a quien agradezco enormemente.

EL POZO

Hacía tres minutos que cavaba en la arena cuando el pozo le tragó la palita. Desconcertado, el chico miró a la madre. La mujer lo vio hundirse, corrió, alcanzó a tomarle las manos aterrada, y se hundió con él. Los otros bañistas aún no habían reaccionado y el pozo ya devoraba una sombrilla. Se miraron con estupor, vieron que ellos mismos convergían hacia allí, y por un instinto soterrado desde siempre que se acababa de revelar, intuyeron que no podían salvarse. Era tan natural como el ocaso: el mundo se revertía. Muchos trataron de huir, despacio, con la misma aprensión sin esperanza de los animales que buscan esconderse de la tormenta. Pero la arena se deslizaba más rápido y todos terminaron cayendo mansamente. A su turno, se derrumbaron en el pozo casas, ciudades, montañas. Del mismo modo que la mano invisible da vuelta la manga de una camisa, una fuerza poderosa arrastraba hacia adentro la piel del mundo poniéndolo del revés. Y cuando los últimos retazos desflecados de mares y tierras fueron engullidos, el pozo se consumió a sí mismo. No dejó siquiera un hueco fugaz en el espacio, tan sólo quedó el vacío, homogéneo y silencioso, la inapelable evidencia de que el mundo había sido el revés de la nada.

TELEQUINESIA

-Habrá que creer o reventar- le dijo el hombre que salía de la habitación cuando él entraba.
El terminó de entrar. La mujer esperó que se sentara, cerró los ojos y, con voz cavernosa, llamó a la mesa provenzal que estaba en el primer piso. Moviendo ágilmente las patas, como un perfecto cuadrúpedo amaestrado, la mesa bajó por la escalera.
-Esto es increíble- exclamó él. Y, antes de que pudiera explicarse mejor, reventó.

PERPLEJIDAD

La cierva pasta con sus crías. El león se arroja sobre la cierva, que logra huir. El cazador sorprende al león y a la cierva en su carrera y prepara el fusil. Piensa: si mato al león tendré un buen trofeo, pero si mato a la cierva tendré trofeo y podré comerme su exquisita pata a la cazadora.
De golpe, algo ha sobrecogido a la cierva. Piensa: si el león no me alcanza ¿volverá y se comerá a mis hijos?. Precisamente el león está pensando: ¿para qué me canso con la madre cuando, sin ningún esfuerzo, podría comerme a las crías?.
Cierva, león y cazador se han detenido simultáneamente. Desconcertados, se miran. No saben que, por una coincidencia sumamente improbable, participan de un instante de perplejidad universal. Peces suspendidos a media agua, aves quietas como colgadas del cielo, todo ser animado que habita sobre la Tierra duda sin atinar a hacer un movimiento.
Es el único, brevísimo hueco que se ha producido en la historia del mundo. Con el disparo del cazador se reanuda la vida.

No hay comentarios: