Desgraciadamente yo no tuve quién me contara cuentos; en
nuestro pueblo la gente es cerrada, sí, completamente, uno es un extranjero ahí.
Están ellos platicando; se sientan en sus equipajes en
las tardes a contarse historias y esas cosas; pero en cuanto uno llega, se
quedan callados o empiezan a hablar del tiempo: "hoy parece que por ahí vienen
las nubes..." En fin, yo no tuve esa fortuna de oír a los mayores contar
historias: por ello me vi obligado a inventarlas y creo yo que, precisamente,
uno de los principios de la creación literaria es la invención, la imaginación.
Somos mentirosos; todo escritor que crea es un mentiroso, la literatura es
mentira; pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la
realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación.
Considero que hay tres pasos: el primero de ellos es
crear el personaje, el segundo crear el ambiente donde ese personaje se va a
mover y el tercero es cómo va a hablar ese personaje, cómo se va a expresar.
Esos tres puntos de apoyo son todo lo que se requiere para contar una historia:
ahora, yo le tengo temor a la hoja en blanco, y sobre todo al lápiz, porque yo
escribo a mano; pero quiero decir, más o menos, cuáles son mis procedimientos en
una forma muy personal. Cuando yo empiezo a escribir no creo en la inspiración,
jamás he creído en la inspiración, el asunto de escribir es un asunto de
trabajo; ponerse a escribir a ver qué sale y llenar páginas y páginas, para que
de pronto aparezca una palabra que nos dé la clave de lo que hay que hacer, de
lo que va a ser aquello. A veces resulta que escribo cinco, seis o diez páginas
y no aparece el personaje que yo quería que apareciera, aquél personaje vivo que
tiene que moverse por sí mismo. De pronto, aparece y surge, uno lo va siguiendo,
uno va tras él. En la medida en que el personaje adquiere vida, uno puede, por
caminos que uno desconoce pero que, estando vivo, lo conducen a uno a una
realidad, o a una irrealidad, si se quiere. Al mismo tiempo, se logra crear lo
que se puede decir, lo que, al final, parece que sucedió, o pudo haber sucedido,
o pudo suceder pero nunca ha sucedido. Entonces, creo yo que en esta cuestión de
la creación es fundamental pensar qué sabe uno, qué mentiras va a decir; pensar
que si uno entra en la verdad, en la realidad de las cosas conocidas, en lo que
uno ha visto o ha oído, está haciendo historia, reportaje.
A mí me han criticado mucho mis paisanos que cuento
mentiras, que no hago historia, o que todo lo que platico o escribo, dicen,
nunca ha sucedido y es así. Para mí lo primero es la imaginación; dentro de esos
tres puntos de apoyo de que hablábamos antes está la imaginación circulando; la
imaginación es infinita, no tiene límites, y hay que romper donde cierra el
círculo; hay una puerta, puede haber una puerta de escape y por esa puerta hay
que desembocar, hay que irse. Así aparece otra cosa que se llama intuición: la
intuición lo lleva a uno a pensar algo que no ha sucedido, pero que está
sucediendo en la escritura.
Concretando, se trabaja con: imaginación, intuición y una
aparente verdad. Cuando esto se consigue, entonces se logra la historia que uno
quiere dar a conocer: el trabajo es solitario, no se puede concebir el trabajo
colectivo en la literatura, y esa soledad lo lleva a uno a convertirse en una
especie de médium de cosas que uno mismo desconoce, pero sin saber que solamente
el inconsciente o la intuición lo llevan a uno a crear y seguir creando.
Creo que eso es, en principio, la base de todo cuento, de
toda historia que se quiere contar. Ahora, hay otro elemento, otra cosa muy
importante también que es el querer contar algo sobre ciertos temas; sabemos
perfectamente que no existen más que tres temas básicos: el amor, la vida y la
muerte. No hay más, no hay más temas, así es que para captar su desarrollo
normal, hay que saber cómo tratarlos, qué forma darles; no repetir lo que han
dicho otros. Entonces, el tratamiento que se le da a un cuento nos lleva, aunque
el tema se haya tratado infinitamente, a decir las cosas de otro modo; estamos
contando lo mismo que han contado desde Virgilio hasta no sé quienes más, los
chinos o quien sea. Mas hay que buscar el fundamento, la forma de tratar el
tema, y creo que dentro de la creación literaria, la forma -la llaman la forma
literaria- es la que rige, la que provoca que una historia tenga interés y llame
la atención a los demás.
Conforme se publica un cuento o un libro, ese libro está
muerto; el autor no vuelve a pensar en él. Antes, en cambio, si no está
completamente terminado, aquello le da vueltas en la cabeza constantemente: el
tema sigue rondando hasta que uno se da cuenta, por experiencia propia, de que
no está concluido, de que algo se ha quedado dentro; entonces hay que volver a
iniciar la historia, hay que ver dónde está la falla, hay que ver cuál es el
personaje que no se movió por sí mismo. En mi caso personal, tengo la
característica de eliminarme de la historia, nunca cuento un cuento en que haya
experiencias personales o que haya algo autobiográfico o que yo haya visto u
oído, siempre tengo que imaginarlo o recrearlo, si acaso hay un punto de apoyo.
Ése es el misterio, la creación literaria es misteriosa, y uno llega a la
conclusión de que si el personaje no funciona, y el autor tiene que ayudarle a
sobrevivir; entonces falla inmediatamente. Estoy hablando de cosas elementales,
ustedes deben perdonarme, pero mis experiencias han sido éstas, nunca he
relatado nada que haya sucedido; mis bases son la intuición y, dentro de eso, ha
surgido lo que es ajeno al autor.
El problema, como les decía antes, es encontrar el tema,
el personaje y qué va a decir y qué va a hacer ese personaje, cómo va a adquirir
vida. En cuanto el personaje es forzado por el autor, inmediatamente se mete en
un callejón sin salida. Una de las cosas más difíciles que me ha tocado hacer,
precisamente, es la eliminación del autor, eliminarme a mí mismo. Yo dejo que
aquellos personajes funcionen por sí y no con mi inclusión, porque entonces
entro en la divagación del ensayo, en la elucubración; llega uno hasta a meter
sus propias ideas, se siente filósofo, en fin, y uno trata de hacer creer hasta
en la ideología que tiene uno, su manera de pensar sobre la vida, o sobre el
mundo, sobre los seres humanos, cuál es el principio que movía las acciones del
hombre. Cuando sucede eso, se vuelve uno ensayista. Conocemos muchas
novelas-ensayo, mucha obra literaria que es novela-ensayo; pero, por regla
general, el género que se presta menos a eso es el cuento. Para mí el cuento es
un género realmente más importante que la novela porque hay que concentrarse en
unas cuantas páginas para decir muchas cosas, hay que sintetizar, hay que
frenarse; en eso el cuentista se parece un poco al poeta, al buen poeta. El
poeta tiene que ir frenando el caballo y no desbocarse; si se desboca y escribe
por escribir, le salen las palabras una tras otra y, entonces, simplemente
fracasa. Lo esencial es precisamente contenerse, no desbocarse, no vaciarse; el
cuento tiene esa particularidad; yo precisamente prefiero el cuento, sobre todo,
sobre la novela, porque la novela se presta mucho a esas divagaciones.
La novela, dicen, es un género que abarca todo, es un
saco donde cabe todo, caben cuentos, teatro o acción, ensayos filosóficos o no
filosóficos, una serie de temas con los cuales se va a llenar aquel saco; en
cambio, en el cuento tiene uno que reducirse, sintetizarse y, en unas cuantas
palabras, decir o contar una historia que otros cuentan en doscientas páginas;
ésa es, más o menos, la idea que yo tengo sobre la creación, sobre el principio
de la creación literaria; claro que no es una exposición brillante la que les
estoy haciendo, sino que les estoy hablando de una forma muy elemental, porque
yo les tengo mucho miedo a los intelectuales, por eso trato de evitarlos; cuando
veo a un intelectual, le saco la vuelta, y considero que el escritor debe ser el
menos intelectual de todos los pensadores, porque sus ideas y sus pensamientos
son cosas muy personales que no tienen por qué influir en los demás ni hacer lo
que él quiere que hagan los demás; cuando se llega a esa conclusión, cuando se
llega a ese sitio, o llamémosle final, entonces siente uno que algo se ha
logrado.
Como todos ustedes saben, no hay ningún escritor que
escriba todo lo que piensa, es muy difícil trasladar el pensamiento a la
escritura, creo que nadie lo hace, nadie lo ha hecho, sino que, simplemente, hay
muchísimas cosas que al ser desarrolladas se pierden.
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