domingo, 30 de diciembre de 2012

EZRA POUND

A MODO DE COMIENZO
Si un hombre no está dispuesto a arriesgarse por sus ideas,
o bien sus ideas no valen nada, o bien el que no vale nada es él.
Ezra Pound

 Tomado del libro Aquí la voz de Europa

28 de Mayo 1942

Si hay alguien capaz de un pensamiento serio en cualquier parte del alcance de esta transmisión, solo le pido que al menos trate de pensar sobre lo que quiero decir con las afirmaciones que siguen.

Comience tratando de estudiar las dos revoluciones, la revolución fascista y la nazi. Dios sabe que Hitler le está diciendo a su gente que ellos estudien la revolución fascista italiana.

Ustedes necesitan mil veces más tiempo para estudiarla, y para estudiar la resurrección del Reich de Hitler. ¿Cómo puede alguien merecedor de ser llamado hombre enfrentar en Inglaterra o en América estos dos grandes movimientos con la mediocre, o ni siquiera mediocre, ignorancia a que lo han conducido, o en que lo han sumido, sus propios periódicos?

Algo ha ocurrido en la vieja Europa. Incluso los simios enclaustrados de Oxford o los inventores del gas de mal olor en Harvard deben haber oído ya – al menos oído – que algo ha sucedido en Europa; y todos ustedes no saben qué ocurrió.

Porque ustedes no saben qué ocurrió. Y lo primero que tienen que hacer para saberlo es salir de esta guerra – una guerra en la que nunca deberían haberse dejado caer. Cada hora que pasan siguiendo en esto es una hora perdida para ustedes y para sus hijos.

Y cada acción saludable que cometan será cometida en homenaje a Mussolini y a Hitler. Toda reforma, toda iniciativa hacia el precio justo, hacia el control del mercado es un acto de homenaje a Mussolini y a Hitler.

Ellos son los líderes de ustedes, por más que estén conducidos por Roosevelt o vendidos por Churchill. Ustedes están siguiendo a Hitler y a Mussolini con cada acción constructiva del gobierno que tienen. Maldita sea, han seguido ustedes a Mosley; retrocedan y vuelvan a leer sus programas.

En cuanto a la lástima y todo eso que se siente por lo que pasa. Ustedes insistieron en querer su guerra. No quisieron salir de sus constipaciones; no quisieron escuchar a los propios sabios que tenían – y por sabios entiendo a los ingleses que sabían algo; que por lo menos sabían acerca de algo, y que les explicaron como mantenerse lejos de la carnicería, como curar los focos infecciosos y las enfermedades que ustedes tenían.

Pero ustedes no quisieron escuchar; por Jesús que no quisieron. Este año, en este momento, Inglaterra me interesa mucho más que América. Inglaterra estaba mentalmente más adelantada que América; posiblemente sigue siendo la capital intelectual de América. La espada y el monedero abandonan la isla; pero el cerebro sigue pulsando débilmente en Inglaterra. Con todo, siguen habiendo más personas capaces de correlaciones serias en la isla que en los Estados Unidos.

Podría nombrar a diez ingleses por cada americano que sabe algo de cualquier cosa válida en economía o en Historia. En Inglaterra al menos hubo pequeños movimientos, núcleos, reuniones.

América no ha tomado conciencia de sus peligros. Permaneció deplorablemente inconsciente de su propia Historia. Especialmente de la de sus últimos 80 años. Solo Cristo sabe a qué clase de caos se dirigen los Estados Unidos. Solo Cristo sabe cuánto tiempo les llevará desembarazarse de eso.

Solo Dios sabe cuándo reconocerá Inglaterra a sus propios salvadores, o a sus futuros salvadores, como a personas diferentes de sus destructores y agentes provocadores. Las cárceles de ustedes nunca estuvieron tan llenas de prisioneros políticos culpables de nada excepto de sus propias creencias y convicciones. Desde los días de "Noll" Cromwell nunca las voces inglesas en el exilio han agonizado tanto por culpa de los errores ingleses. Voces indiscutibles por su sinceridad y por la convicción acerca de la verdad de sus mensajes. Y no todas ellas fueron irlandesas. No ha habido nada de eso desde cuando los ingleses bebían a la salud del rey con agua, pasándose en silencio el brindis y la copa de vino por sobre su vaso de agua. Y eso por una razón menos válida.

¿Se han vuelto incapaces de notar nada? Los acontecimientos de la Historia actual ¿no consiguen hacer mella alguna en la grasa de ballena, o en sea lo que fuere que se han puesto sobre los ojos, cabezas y orejas?

¿No tienen ustedes ojos, Historia, memoria? ¿Ojos, conocimiento o memoria de su propia Historia? ¿Ya no recuerdan los hechos que han ocurrido delante de ustedes mismos?

¿Solo conocen los pozos de agua en que se han convertido las bodegas de Londres? ¿Solo ruinas materiales y ningún conocimiento de las causas, de las causas más profundas, por las cuales estas cosas les han pasado? ¿De las cosas que ustedes mismos hicieron – o dejaron de hacer en la mayoría de los casos – y que fueron la causa por la cual les pasaron estas cosas? ¿No tienen ustedes ningún deseo de saber por qué ocurrió todo esto?

En Inglaterra tienen ustedes por lo menos una posibilidad de organización. Tienen al menos tres razas nativas: galeses, escoceses e ingleses, no completamente corruptos sobre quienes podrían construir algo. Tienen ustedes al menos un idioma en común alrededor del cual podrían unirse.

Pero jamás calificarán para formar parte de la Nueva Era si – ya sea ustedes o algún grupo de quienes tienen por líderes – no llegan a ser capaces de comparar las dos revoluciones, la fascista y la nazi, y de comprender por qué una de ellas está aquí en Italia y la otra, emparentada pero no idéntica, está allá en Europa del Norte.

Y comprender por qué ustedes se están carcomiendo y arrastrándose para atrás o hacia el costado. El tiempo, la geografía, la Historia – esto es: los ancestrales condicionantes de un lugar y de un pueblo – quedan  afectados por la verdad, por fuerzas naturales, por la voluntad humana dirigida hacia esas fuerzas. Estas fuerzas no son las de ustedes; esta voluntad no es la de ustedes; pero tanto las fuerzas como la voluntad son parcialmente análogas. Ustedes pueden, o podrían, aprender algo de los acontecimientos; de los fenómenos. Pero no aprenderán nada de simples cortinas de humo, de simples mentiras, de la BBC y de la propaganda de Fleet Street, eso queda sgonfiato, desinflado semanal y casi diariamente por los hechos y los fenómenos conocidos.

Hay dos grandes razas que han aprendido algo que ustedes no aprendieron; algo que ustedes todavía no aprendieron. La responsabilidad personal es una parte de eso. Y la otra parte es el regreso al eterno sentido común en lo concerniente al hogar y a la tierra, en todo lo que tiene que ver con el hogar y la tierra.

No existe ningún mandato divino que diga que un hombre que planta cosas en la tierra tenga que ser eternamente timado por usureros. No existe ningún mandato según el cual un sistema que pone a los hombres sobre la tierra para aumentar el producto de esa tierra tenga que ceder siempre ante otro sistema de usura y explotación.

Hasta donde llega mi memoria América ha cacareado acerca de la diplomacia del dólar, no ha hecho nada por disimular su diplomacia del dólar, su penetración comercial como medio de extender su dominio desde hace 40 años. En su momento se pensó que era un truco brillante. (Nosotros los americanos no siempre inventamos nuestras propias novedades; con bastante frecuencia creemos que algo es nuevo cuando no lo es.) Pero, en cualquier caso, no hicimos ningún secreto de nuestra diplomacia del dólar desde principios de siglo.

¿Acaso existe alguna prohibición divina que impida a todas las demás razas el reconocer esta penetración como una extensión de la dominación americana? No; no la hay.

Ustedes no creen en el comunismo. En el fondo todos ustedes creen en el hogar y en la tierra, al menos en teoría, con cada uno pensando, o al menos con la mayoría pensando, en por qué el comunismo no se aplicaría a alguno de ustedes en particular.

Con todo, lo mejor del mundo en ambos hemisferios salió del hogar y de la tierra; sea cual fuere el nombre que se le haya dado en sea cual fuere el idioma. Ésa es la base.

En los Estados Unidos existió lo que se llamó el romance de los príncipes mercantes. Nadie registró los detalles menos humanos con mucho cuidado. A la llamada cuestión social no se le dio una publicidad moderna. Y posiblemente nadie de entre quienes ahora están escuchando es consciente de que alguien alguna vez dijo que resultaba "poco mercantil" llevar adelante con dinero prestado el comercio propio, o la administración de una firma, o el intercambio, el transporte naval etc. de un individuo o de una familia. Una afirmación como ésa durante los últimos 80 años le hubiera parecido por lo menos excéntrica, si no directamente loca, al 99,9% de todos los posibles oyentes.

Creo que en la mente de las personas no hubo demasiada distinción entre lo mercantil, entre la palabra "mercantil" y la palabra "mercantilismo" tal como se la aplica al llamado sistema mercantilista. Lo cual significa que la diferencia entre comercio y usura no estaba demasiado clara en la mente occidental después de, digamos, el año 1527. Por favor tengan paciencia. Sé que el éter no es el lugar habitual para los fundamentos últimos pero quizás tenga un oyente entre diez mil que está dispuesto a seguir una argumentación. Incluso una difícil.

Les aseguro que el problema de la justicia no es algo superficial. El problema del interés sobre el dinero no es superficial. Europa, en cierta oportunidad, invirtió mil años en encontrar la respuesta. Me refiero a la respuesta correcta.

La cuestión es separar la cizaña del trigo después de la cosecha. Usura y partaggio. Son dos cosas diferentes que cada uno debe separar en su cabeza. La usura es una carga corrosiva que termina socavando a cualquier nación. Y la socava en su propio territorio, la lleva a relaciones exteriores equivocadas, la expulsa de una tierra echada a perder (innecesariamente dejada abandonada a la erosión), conduce a incursiones indecentes en países menos civilizados, o países más pequeños o más débiles. Siempre carcomiendo la vida dentro de la propia nación.

Separen la cizaña del trigo después de la cosecha.

Sé qué es lo que está preocupando a las personas honestas. Sé qué fue lo que me preocupó a mí cuando me enfrenté por primera vez con la doctrina del libre juego de las fuerzas. No tengo más de un siglo de tradición cuáquera en una parte de mi familia como para no preocuparme por cualquier cosa que parece atentar contra la paz.

Pero la injusticia atenta contra la paz; no lo olviden. La injusticia no es pacífica. Ya les he dicho antes que, en América, la lucha de clases es una farsa, o un exotismo importado, y se los he ilustrado con la familia Wadsworth en su reunión que tuvo lugar 250 años después que los dos hermanos Wadsworth desembarcaran en Massachussets. Había personas de todas las clases y condiciones en esa familia. Desde miembros de la bolsa de comercio hasta vendedores, bateristas, y dos ancianas damas para las cuales se hizo una colecta. Y antes, en los anales de esa familia, figura el muchacho de 16 años que vendió su cabello por un chelín y ése fue el primer dinero que vio en su vida.

De eso al "Remember the Maine" hay un buen trecho.

La lucha de clases no es un producto americano; no proviene de las raíces de la nación. No está en nuestro proceso histórico. Y la solución racial, que es la solución de Europa, que está dentro del proceso europeo, profundamente enraizada, inextirpable. ¿Qué pasa con eso? Tienen ustedes que estudiar el proceso histórico americano o el de los Estados Unidos; algún día tendrán que hacerlo. Las colonias, bastante homogéneas racialmente, evolucionaron. Hallaron la solución al problema del dinero; no las tierras contra el dinero; no con colonos, granjeros, combatiendo al dinero, sino el de dinero y tierras trabajando en conjunto; y encontraron esa solución en Pennsylvania, [[83]] y el mundo dijo "¡qué maravilloso!". Y después un gobierno injusto y monopólico destruyó ese dinero. Un dinero entregado a los colonos para facilitar la producción de sus tierras. Con el repago que no iba a las manos de un grupo de sanguijuelas y explotadores. Y el gobierno injusto y monopólico, es decir el británico, fue expulsado a patadas de las colonias 30 años después.

¿Están ustedes proponiendo cometer ahora la misma tontería que los diversos chupasangres y sinvergüenzas de Londres intentaron cometer contra el pueblo colonial americano? ¿La penetración de la usura para tratar de sofocar a otros campesinos y agricultores?
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