sábado, 16 de junio de 2012

ROBERTO PAYRÓ

Roberto J. Payró nació en Mercedes (provincia de Buenos Aires), en 1867, y murió en Lomas de Zamora, en la misma provincia, en 1928.
Pensador y hombre de acción militó en el socialismo. Fue fundador del periódico La Tribuna, de tendencia progresista, en Bahía Blanca, y cuando regresó a Buenos Aires actuó como redactor del diario La Nación; esta última actividad le permitió viajar por todo su país y por el extranjero; como consecuencia de ello, publicó los libros de viaje La Australia Argentina (1898) y En las tierras del Inti (1909).
Fue el más importante narrador realista de novelas costumbristas criollas, como lo demuestra en El casamiento de Laucha (1906), Pago Chico (1908) y Las divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1910). Además, escribió obras de teatro y cuentos de gran valor, entre los que pueden señalarse: Marco Severi (1905), Vivir quiero contigo (1923) y Fuego en el rastrojo (1925).

Carta a Roberto Mariani

Lomas, 10 de enero de 1927

Señor don Roberto Mariani: 

Mi querido amigo: Acaba de llegar a casa con gentil dedicatoria a usted, un ejemplar de la novela de otro Roberto: Arlt. Venga a buscarlo —¡ya sé que hay correo!— para charlar un poco. Pero no hablaremos de El amor agresivo, porque tendría que alabarlo, cosa desagradable para usted, a juzgar por su gesto cuando se le aplaude. Le diría, por ejemplo, que en este volumen de cuentos, considerado por usted inferior al que contiene los muy notables Cuentos de la oficina, se muestra tan observador y finamente psicólogo como el último; que bajo el humorismo un tanto pesimista que campea en todas sus páginas se descubre un fondo de bondad, de simpatía por los condenados —quizás a pesar suyo— a la medianía y a la vulgaridad más o menos barnizada y sobredorada; que la galería de mujeres de El amor agresivo hace juego con la galería de hombres de los Cuentos de la oficina, y que ambas se complementan. Le diría que, a mi juicio, no es justo el reproche que le han hecho de esforzarse a la caza de la novedad, y de pretender que son nuevas cosas que otros dijeron antes (todo se ha dicho entre paréntesis): no es justo, en primer lugar porque el tono familiar y humorístico de su prosa excluye toda pretensión y toda afectación, y en segundo, y principalísimo lugar, porque el género que usted cultiva en los dos libros no tiene precedente entre nosotros —que yo sepa— y es tan castizo, tan genuinamente nuestro, que no se puede en modo alguno hacerlo derivar de literaturas extranjeras. Le diría muchas otras cosas, entre ellas que deseo leerlo en la novela de la burguesía, de los oficinistas, de los empleadillos, de ese mundo tan interesante, tan poco estudiado, tan mezquinamente desdeñado y que usted conoce tan a fondo y tan en la superficie, con sus dramas y sus tragedias terribles para ellos, ínfimas para los demás cuando las ven en la vida (no así en el teatro o en el libro). Ya sabe usted en qué maestro he pensado cuando leí sus Cuentos de la oficina: él también tuvo ojos y corazón para esa gentecilla, y dio interés social y dramático a un viajante de comercio, a un perfumista, a un ex comerciante como protagonistas de novelas famosas. Hay ya en su obra —corta todavía— tipos esbozados o ejecutados que no desmerecen en cuanto a vida y verdad, con el ilustre Gaudissart, con César Birotteau y, en parentela de mercaderes, con el desdichado Gonot...

Pero venga tranquilo a recoger la novela del otro Roberto, porque no heriré su modestia. Y siga siendo modesto, que eso no excluye, ¡oh no!, el bien fundado orgullo.

Afmo.

Roberto J. Payró
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