martes, 20 de marzo de 2012

SEBASTIÁN ALLENDE

Literatura y Anarquismo

Al momento de escribir este artículo, no pretendo realizar una introducción a la visión estética anarquista, ni mucho menos. Mi propósito, más bien, es reivindicar las obras de contenido político que han caído (intencionadamente o no) en el mar del olvido.
El anarquismo, surgido en las medianías del siglo XIX, estuvo rodeado de nuevas corrientes artísticas que se posicionaban como vanguardistas para la época.
De igual manera, la crudeza del capitalismo por aquellos años ejerce una influencia bastante importante en la obra de numerosos escritores, esto se ve reflejado, en la novela “pobres gentes” de Dostoievsky que data de 1846; en la cual narra la historia de amor-epistolar, si mal no recuerdo- entre un funcionario estatal y una joven llamada Bárbara. También aparece esta preocupación por los problemas sociales, en las creaciones de muchos pintores tales como la del francés, amigo de Proudhon, Gustav Courbet.
En lo que queda del artículo analizaré brevemente, las obras subversivas de importantes escritores, de todos los lares.

Oscar Wilde y su visión del socialismo.
La trayectoria literaria de Wilde, inseparable de su singular vida personal, por lo demás, nos lega importantes obras, desde cuentos hasta novelas. Asimismo, tampoco tenemos que olvidar sus comentarios sobre estética, como su visión del arte decorativo, por ejemplo.
A pesar de ello, lo que aquí nos interesa es su obra “El alma del hombre bajo el socialismo”, en la cual Wilde expone su viva preocupación por los problemas sociales y políticos de la época. Esto queda demostrado cuando dice: “la primera ventaja que reportaría al implantación del socialismo sería, indudablemente, la de liberarnos de esta sórdida necesidad de vivir para otros…”. O sea, la dependencia que produce el trabajo asalariado, en el contexto económico capitalista. Más adelante anota, de una manera tajante: “….la verdadera finalidad consiste en procurar reconstruir la sociedad sobre una base tal que resulte imposible la pobreza.” Mas, no se piense que sólo cuestiona el problema de la economía, pues Wilde, concibe que el “socialismo de cuartel”, no es favorable para el desenvolvimiento de la nueva sociedad. Pues, una sociedad que aspire a la libertad, no puede-aun cuando se piense en el bienestar de la transformación social-usufructuar de los legados del pensamiento autoritario.
En esto, Wilde concibe claramente, primero, que una revolución socialista no pueda obviar el problema de la economía-sería un suicidio- y, segundo, que no puede tacharse la idea de libertad como un “prejuicio pequeño burgués”, como hizo Lenin... “Pues la libertad política sin la igualdad económica es un fraude”, dijo don Miguel Bakunin. Y al parecer este escritor irlandés lo tenía muy claro.
Asimismo, otro tópico muy interesante en el pensamiento de Wilde, es su rechazo de la caridad, sobre la que anotó “¿por qué los pobres iban a recoger con agradecimientos las migajas de pan que caen de la mesa del rico?”, de un modo incisivo y transparente pone al desnudo el cinismo- que nos perdone Antístenes- y la hipocresía de cierto discurso capitalista al estilo Opus Dei tan en boga hoy en día. Pues, aun cuando ayuden a los más necesitados, les inculcan el ponzoño de la religión o, mejor dicho, de la interpretación que hacen del credo cristiano, para poner un sello de voluntad extramundana al origen de su riqueza.
Por lo mismo, Wilde frente a esta prédica paternalista de los ricos con los pobres plantea de frente el socialismo libertario, o sea: la conjunción de la justicia social y la libertad. Para llegar al “nuevo individualismo”.
En este último punto también entrevé, Wilde, una sana preocupación por el sujeto, no como títere inerte de la máquina social, sino como energía que irradia chispas de alegría y diferenciación.

León Tolstoi y el anarquismo cristiano.
Cuando uno se acerca a la literatura rusa, nota ciertamente un interés por la vida social y sus problemas. Lo hizo Dostoievsky, lo hizo Chejov... lo hizo Tolstoi.
Sin conocer a fondo el pensamiento político del conde Leon Tolstoi, uno vislumbra ciertos elementos clarificadores. Entre ellos está la no-violencia; el rechazo del militarismo, y la búsqueda de libertad para el hombre, todo esto basado en una visión anarcocristiana “adogmática y antieclesiástica, en el dios del evangelio”. Dice el fallecido filósofo anarquista, Angel Cappelletti.
Una peculiaridad de la obra y vida de Tolstoi, es que hubo una “resurrección” en su existencia, una sincera reflexión sobre lo mundano y su sensualidad, de la cual fue presa por años este conspicuo literato ruso. A modo de ejemplo, su obra “la muerte de Ivan Ilich”, versa sobre las existencias vacías, aquellas que se regocijan en el tener, más, olvidando la importancia del ser y sus momentos. El protagonista de la obra, Ivan, reconoce esto en su lecho de muerte, cuando todo esta dicho: recordó que sus mejores momentos estaban lejanos... en sus primeros años. Hay, sin duda, una identificación con el autor, pues Tolstoi en su juventud también hizo gala de la opulencia aristocrática.
Mas, lo aquí nos llama la atención es que posterior a su “resurrección”, plantea una posición netamente libertaria. Esto es como crítica al capitalismo y al Estado.
En su ensayo “No puedo callarme”, frente a la violencia de los grupos dominantes, Tolstoi anota: “No podréis pacificar al pueblo mientras no concedáis la demanda de la más elemental justicia que os viene haciendo la población rural entera de Rusia (esto es, la abolición de la propiedad privada sobre la tierra...”. Esto, en virtud de la repre que pesaba sobre los agitadores y ladronzuelos de Rusia, criminalizándolos, haciendo oidos sordos frente a la miseria social que abundaba.
Y sobre la dominación política, Tolstoi no fue más bondadoso, pues para él “el Estado es soberanía. El gobierno es dentro del Estado una reunión de hombres que ejerce violencia sobre los demás”, ¡cuánta verdad contienen estas palabras!, después de tanta atrocidad que se vivió en el siglo XX.
De igual manera, importante es recordar la visión que Tolstoi tenía del servicio militar, esa “obligación” de la juventud que devora primaveras. En su escrito “La importancia de negarse al servicio militar”, expresa un furibundo alegato a la servidumbre que muchos,sin amargura aparente, se acomodan.
Sin duda, los escritos de Tolstoi calaron fuerte en su época, podría considerársele, incluso, un precursor de la objeción de conciencia.
Pues buscaba un cambio total, siendo el amor hacia los humanos un pilar fundamental de su “resurrección”.

Albert Camus y el anarquismo.
Una de las figuras más controvertidas y prolíficas del siglo XX, fue este simpático escritor nacido en Argelia el año 1913. Su infancia, marcada por la pobreza y el fútbol, plasmó un sello, tanto en su actitud hacia los conflictos políticos de su época, como en su quehacer cotidiano.
Camus, desde el punto de literario, fue sin lugar a objeciones una de los nombres más célebres del medio narrativo. Llegando a obtener el premio Nobel de literatura, el año 1957, pronunciando un sorprendente y conmovedor discurso frente a la multitud oyente. En este, planteó una actitud sin ambivalencias ante el desconsolador panorama de la época y formuló, lo que para él constituían las dos exigencias inseparables del oficio de escribir: negarse a mentir sobre lo que uno sabe y la resistencia a la opresión. Fuertes palabras en medio de la “guerra fría”, donde tantas cabezas brillantes confundieron la lucidez con la fidelidad, inmersos, además, en la desmesura de una doctrina políticamente totalitaria y fatalista en su visión de los acontecimientos sociales. Por eso no debe extrañarnos la polémica que Camus sostuvo con otros filósofos, entre ellos Jean Paul Sartre.
Si bien el pensamiento de Camus es demasiado amplio para analizarlo someramente, interesante es rescatar de obras como “Ni víctimas ni verdugos” o “El hombre rebelde”, lineamientos sobre su cercanía con el pensamiento socialista libertario. A modo de ejemplo, en la primera obra citada apreciamos una profunda reflexión sobre su época. Declarando al siglo veinte como “El siglo del Miedo”. Reivindicando, por lo demás, los valores de la independencia y la libertad del ser humano. Lo que para algunos constituiría falta de “realismo político”, Camus enarbola como condición necesaria para la vida social.
Asimismo, interesante es su visión del marxismo, rescatando lo constructivo de aquella doctrina, pero denunciando uno de sus mayores peligrosidades: el fatalismo histórico.
Con aquella ambigua arma de argumentación: la razón histórica. A lo que Camus respondía con el posibilismo y el relativismo filosófico.
Por otra parte, en “El Hombre rebelde”, Camus si bien plantea temas similares a los de” Ni víctimas ni verdugos”, realiza un mayor desarrollo de los mismos. Como también reflexiona sobre el “crimen organizado” de estas épocas. Cavilando abiertamente sobre lo alambicado de cualquier teoría política y por qué pasan de ser revolucionarias a totalitarias; he aquí uno de los elementos más interesantes de su propuesta política: la diferencia entre revolución y rebelión. Sobre este tópico anota en “El hombre rebelde”:
“La revolución de los principios mata a dios en la persona de su representante. La revolución del siglo XX, mata lo que queda de dios en los principios mismos y consagra el nihilismo histórico”. Esto se relaciona, según mi interpretación, con la excesiva confianza que mucha gente tuvo del porvenir y de erigir a la historia como referencia absoluta. Pues creyendo haber encontrado las “leyes de la historia”, su lógica, su “racionalidad absoluta”, intentaron una predicción certera del futuro; más adelante anota Camus: “Los pensamientos que pretenden conducir a nuestro mundo en nombre de la revolución se han hecho, en realidad, ideologías de consentimiento, no de rebelión. Por eso la nuestra es la época de las técnicas privadas y públicas de aniquilamiento”. Lo más probable es que por opiniones como estas, este singular filósofo francés haya sido exiliado del imaginario socialista, como si sus opiniones careciesen de valor alguno.
En otra obra suya, “La sangre de la libertad”, Camus irradia un elan libertario de enorme significación. Siendo este libro una recopilación de ensayos y alocuciones, nos permite conocer toda la profundidad y significación de este enorme filósofo libertario. A modo de ejemplo, en su emotiva conferencia llamada “el pan y la libertad”, dada frente a un grupo de sindicalistas franceses, expone la significación de los derechos democráticos y la importancia de luchar por ellos. Viéndolos no como un regalo, sino como la consecuencia de luchas dadas por diversos grupos a lo largo de la historia. Camus sabía bien que la libertad no era aquello que va a llegar así como así, al final de los tiempos, sino como el fruto de una lucha cotidiana y constante; ante lo cual no hay nada que agradecer a los gobiernos, ni a los parlamentos.
Válida es apuntar, también, la colaboración de Camus a la prensa anarquista francesa, como sus opiniones vertidas en “Le libertaire” o sus polémicas sostenidas con Gaston Leval sobre “El hombre rebelde”, en el mismo periódico recién nombrado. Como también su participación en la “resistencia francesa” contra el nazismo Albert Camus falleció el año 1960, en un accidente automovilístico. Mas, sus palabras, y actos, no se fueron con él, pues hay quienes valoran los espíritus libres, aquellos que tienen la fuerza para sobreponerse a la sugestión colectiva y seguir firme en sus convicciones.
Sobre todo en estos días donde abunda la descalificación y la intolerancia “revolucionaria”

Ernesto Sábato y el socialismo libertario.
Este eminente escritor -y físico argentino-, ganador de numerosos premios académicos, es todo un mundo por conocer. Su trayectoria literaria es prolífica y fue admirada por escritores de la talla de Albert Camus. Si bien obras como “el túnel” nos muestra toda su grandeza, nos remitiremos especialmente a su obra “Hombres y engranajes”, del año 1951.
En sus inicios políticos, comenta Sábato, se ligó a la izquierda comunista de la cual se alejó definitivamente. Y no fue el único alejamiento que tuvo con antiguas pasiones, pues gran conocedor de la ciencia y sus cuestiones, también se produjo, con el paso del tiempo, un alejamiento entre él y el frío mundo de la matemática.
En “Hombres y engranajes”, Sábato desarrolla una multiplicidad de temas, sin duda uno de los más interesantes es su sensación de que “... esta crisis no es sólo la crisis del sistema capitalista: es el fin de toda esa concepción de la vida y del hombre, que surgió en Occidente con el renacimiento” *. O sea, plantea tempranamente algo que hoy se ha hecho moda: la crisis del paradigma cartesiano, matemático, cientificista. No obstante aquello, nosotros sabemos que no basta con eso, pues el nuevo paradigma-si ha de surgir - no tiene que ser necesariamente mejor para los seres humanos.
Más adelante comenta Sábato sobre “la deshumanización de la humanidad”, cuya raíz esta, según su opinión, en tres paradojas que encarnan el renacimiento: un movimiento individualista terminó en la masificación; del naturalismo al maquinismo; un movimiento humanista que terminó en la deshumanización. Paralelo a este proceso y a la aparición de nuevas organizaciones políticas y económicas, por lo menos en algunos países europeos, se erige lo que Sábato denomina el “fantasma matemático”. Haciendo creer que “la naturaleza esta escrita en caracteres matemáticos, cuando lo que estaba escrito en caracteres matemáticos no era la naturaleza, sino... la estructura matemática de la naturaleza”. Esta visión, típica de la modernidad, si bien abría nuevas perspectivas para el género humano, como por ejemplo dejar atrás la “escolástica inerte” de la “Edad Media”, con el tiempo y su integración a las nuevas aspiraciones político-dominadoras, se consolidó como un nuevo pilar del ordenamiento económico capitalista. Sábato hace un parangón entre esta nueva visión que comenzaba a gestarse, la ciencia como “ajena a todo lo que es más valioso para el ser humano: sus emociones, sus sentimientos sus vivencias de arte o de justicia... ” y la posterior generalización y masificación de lo humano.
En capítulos siguientes, Sábato habla del super-Estado, ese “moloch” que todo lo vigila e inspecciona. Llegando a alcanzar su máxima expresión en el totalitarismo del siglo XX.
Sin lugar a dudas, el elan libertario de Sábato no es gratis; para esto los invito a leer su autobiografía llamada “antes del fin”, en el cual habla del “anarcocristianismo” como una fe que nos puede ayudar a superar el caos presente. Quizás uno no comparta todos sus puntos de vista, pero, sin duda, Ernesto Sábato tiene mucho que aportar.

Otros libertarios...
Mi intención no fue realizar un análisis detallado de la labor literaria de los autores arriba mencionados, sino posicionar un enfoque distinto de sus intenciones políticas. Otros escritores que podrían figurar en este escrito serían Julio Verne y algunos simbolistas franceses, como Mallarmé, entre otros. También merecerían un sitial Kafka, García Lorca, el italiano Darío Fo y el gringo Julian Beck, este último actor y director de teatro.
En chilito tampoco nos quedamos atrás, pues autores de la talla de Manuel Rojas, José Santos González Vera, Oscar Castro, Ernesto Montenegro-este último prologó Desobediencia civil de Thoreau, no sé si fuese anarquista, pero conoció centros sociales libertarios chilenos; Enrique Lafourcade-¡aunque usted no lo crea!-leí una entrevista en que se denominaba “anarquista sentimental” y al fallecido escritor, radicado en España, Mauricio Wacquez.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Borges dijo: "Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos"