domingo, 14 de octubre de 2012

TRISTÁN TZARA

Antonin Artaud y la desesperación del conocimiento
.
En la obra de Antonín Artaud, desde sus orígenes hasta el fin, hay una persistente continuidad. Es la del dolor corporal proyectado sobre la vida mental. Ese constante desarrollo que va de la exasperación hasta la explosión final está unido por un hilo conductor donde, a través de la violencia,la imprecación y el terror, el poeta busca tanto una explicación, tanto una salida, al debate infernal del que es a la vez el espectador y el actor. Así, es munido de todo su bagaje de sensibilidad y de cólera que Artaud ha hecho su entrada en la enfermedad. Y es todavía la exasperación de todas sus preocupaciones anteriores la que se expresa a través de su personalidad intacta.

La excelente obra del doctor Podach sobre la locura de Nietzsche prueba que ella es un proceso donde causa y efecto están extrañamente mezclados. No hay más que pensar en Hölderlin, en Nerval, en Van Gogh y en Strindberg para darse cuenta de la fragilidad de los límites que asumimos en la razón cuando la producción literaria y artística está en juego. Los surrealistas no se han engañado tratando de elucidar los problemas de la creación artística a partir de esta carne puesta al desnudo que es la conciencia alterada. Para Artaud el problema doloroso que consiste en hallar un camino hacia el conocimiento debió ser experimentado en su carne como un drama del que sólo es por migajas, del lado en que nos encontramos -y ninguna imaginación es capaz de franquear la línea de separación- que el eco puede llegarnos. Así no nos queda más que inclinarnos frente al coraje de Artaud y la acción sobrehumana que él ha cometiodo para sobrepasar su angustia.

La parte central de su libro "Van Gogh, el suicidado por la sociedad" se impregna, a la luz de esta tortura, de una lucidez que la coloca de golpe entre las páginas más exaltantes que se han escrito sobre la pintura. ¿Y qué importa, desde entonces que la mitología que Artaud se ha compuesto nos sea extranjera, como una llave de la que sólo él tenía el derecho de servirse para descifrar la dificultad de su vida? En ese libro, Artaud coincide con las teorías modernas de la psiquiatría de las que el doctor Bonnafé, que antes lo había curado, se había hecho el apóstol. ¿No atribuye él a la sociedad y a sus instituciones la más pesada responsabilidad en un gran número de enfermedades mentales?

Cierto, las acusaciones que Artaud trae contra el doctor Gachet, hablando del suicidio de Van Gogh, no se justifican más que por su ardiente deseo de defender la permanente lucidez del pintor. Pero, en realidad, es con una infinita bondad que el doctor Gachet trataba a Van Gogh.

Él, a quien nada preparaba para apreciar su pintura -¿y cuántos admiradores tenía Van Gogh, en ese momento?- posaba, durante jornadas enteras frente al pintor, animado únicamente por la simpatía que debe creerse era compartida por Van Gogh, tan difícil es no leerla detrás de la maravillosa interpretación que le ha dado en sus retratos. Que me sea permitido decir aquí que el doctor Ferdière se ha ocupado de Artaud con un tacto semejante y tanto más atento, porque el director del hospicio de Rodez era consciente del talento prodigioso y de la poderosa personalidad del poeta. Lo digo para aquellos que han creído que hacer la parte del mito significa aminorar el valor de su sufrimiento real. No hablo de aquellos que, por las necesidades inmediatas de una causa malsana, han querido anexarse la pura figura de Artaud. Su obra penetrante y única escapa a esas alianzas fortuitas. Existe hoy un oportunismo de la fecalidad como hace cien años se explotaba el oportunismo del agua de rosa. Hay que entrar en el reino del dolor sin escándalo, pero también sin falso pudor. Los caminos de la libertad no son todos fáciles. Los hay que a todo se cierran para un hombre. Pero cuando se siente el desesperado esfuerzo por vencer la oscuridad como fue el caso de Artaud, nuestro respeto, nuestra admiración se confunden, más próximas del terror frente a un fenómeno de la naturaleza que al sentimiento suscitado por una reflexiva creación del espíritu.
---------------------------------------------------------

No hay comentarios: