martes, 29 de noviembre de 2011

LEÓN TOLSTOI

Carta a Bernard Shaw

Yásnaia Polaina, 17 de agosto de 1908

Querido señor Shaw:

Dispénseme si hasta hoy no le he dado las gracias por el libro remitido a través del señor Mood. Hoy, releyéndole y prestando singular atención a los pasajes que usted indica, he apreciado de modo singular las palabras de Don Juan en el intermedio (aunque pienso que el tema podría ganar mucho si se tratase con más seriedad, y no con inserción casual en la comedia)  y The Revolutionist’s Handbook. 
Antes que nada, sin ningún esfuerzo he coincidido por entero con las palabras de Don Juan, en cuanto a que héroe es aquel “canto no al arma ni al héroe, sino al filósofo: a quien merced a la contemplación alcanza la voluntad interior del mundo, merced a los inventos halla los medios para el cumplimiento de esa voluntad y merced a la acción crea esa voluntad con ayuda de los medios hallados por él”, lo propio que en mi lengua se expresa con los términos: conocer en uno mismo la voluntad de Dios y seguirla.
Después de esto, me ha gustado especialmente vuestra actitud con respecto a la civilización y el progreso, esa idea en absoluto justa de que por mucho que sigan una y otro no pueden mejorar el estado de la humanidad, si los hombres no cambian.
Lo que distingue nuestros pareceres estriba en que -cree usted- la mejora de la humanidad tendrá lugar cuando los hombres llanos se hagan superhombres o nazcan nuevos superhombres; y -como creo yo- eso mismo pasará cuando los hombres desechen de las religiones verdaderas, incluyendo el cristianismo, las impurezas que las desfiguran, y uniéndose todos en una sola comprensión de la vida, que yace en el fondo de todas las religiones, establezcan su racional actitud ante el infinito  principio del mundo y sigan la norma de vida que de aquél se deriva. 
Lo que tiene mi método de ventaja sobre el suyo para librar del m al a los hombres consiste -como es fácil de imaginar- en que masas ingentes del pueblo, incluso poco instruidas o completamente ignorantes, pueden aceptar una religión auténtica  y seguirla; mientras que para la formación del superhombre a base de los seres que ahora existen, así como para el nacimiento de nuevos, hacen falta condiciones tan excepcionales y tan poco realizables de por sí como la enmienda del género humano por medio del progreso y la civilización. 
Querido señor Shaw, la vida es una seria y gran cosa, y en el breve intervalo de tiempo que se nos ha dado, todos en general tenemos que procurar encontrar nuestro destino y cumplirlo en cuanto sea posible. Eso concierne a cada hombre y, en particular usted con sus enormes dotes, original pensamiento y penetración en lo sustancial de cualquier problema. 
Es esa la razón, confiando animoso en n o agraviarle, por la que le diré las diferencias que me ha parecido encontrar en su libro. 
Como primer defecto del mismo coloco vuestra falta de seriedad. No se puede hablar en son de broma de un tema como el destino de la vida humana o de las causas de su aberración y del mal que llena la existencia de nuestra humanidad. Me habría gustado que las expresiones de Don Juan no fueran visionarias, sino las expresiones de Shaw; y al igual que The Revolutionist’s Handbook no se atribuye al inexistente Tañer, sino a Bernard Shaw, viviente y responsable de sus palabras. 
Como segundo reproche le digo que tratándose de cuestiones de suma importancia -y así son las que usted aborda- y de personas con una comprensión tan honda de los males de nuestra vida y una capacidad de exposición tan brillante como la suya, hacer de aquéllas simple objeto de sátira puede más bien perjudicar que contribuir a la solución de la misma. 
Pretende con su libro sorprender al lector con su gran erudición, ingenio y talento. Todo eso, además de no hacer falta para la solución de las cuestiones a que usted se refiere, frecuentemente desvía la atención del lector de la esencia del tema atrayéndolo con el brillo de la exposición. 
Sea como sea, creo que el libro expresa vuestras opiniones no en pleno y claro desarrollo, sino sólo en estado embrión ario. Creo que, en su posterior desarrollo, tales opiniones le llevarán a la verdad única que todos buscamos y a la que nos vamos acercando poco a poco. 
Sé que sabrá perdonarme si en lo expuesto hay algo que no sea de su agrado. Lo hice así porque reconozco sus altísimas dotes y guardo hacia usted personalmente los más amistosos sentimientos, con lo que quedo suyo. 

León Tolstoi. 

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