sábado, 21 de enero de 2012

Por IVANA ROMERO

Tomado del diario Tiempo Argentino del día de la fecha.
Clásicos y best sellers enriquecen la oferta de lectura en vacaciones

En contra de la idea extendida de que en literatura lo clásico y lo comercial son categorías que se excluyen mutuamente, en ocaciones la distancia entre uno y otro extremo es más corta de lo que muchos imaginan.

Los libros son la magia más portátil que existe”, afirma Stephen King en esa gema sobre la escritura como oficio que se llama Mientras escribo. Y explica que nunca se sabe dónde aparecerá la ocasión de sumergirse en la lectura: la sala de embarque de los aeropuertos, las colas en los peajes, las salas de espera. El purgatorio, inclusive. “Si resulta que tengo que pasar una temporada allí antes de que me manden arriba o abajo, preveo que mientras haya biblioteca no me quejaré”, dice. Si la magia de un libro trasciende lugares, en algunos casos, también trasciende épocas. Y se transforma en un clásico. La época veraniega es un buen momento para repasar este tipo de lecturas, donden el canon es tan amplio que puede entrar desde El Quijote, claro, hasta el mismo King. Aunque nunca es tan simple entender qué es un clásico ni decidirse por una título en particular.
Para Susana Santos, docente a cargo de Problemas de Literatura Latinoamericana en la Facultad de Filosofía y Letrasde la UBA, un clásico “es un libro que no envejece”. Permanece de manera independiente a  las ‘modas literarias’ y ‘gustos locales’. Tiene la calidad de ser ‘actual’, con autonomía de las bendiciones o censuras en un sentido amplio. En otras palabras, es independiente a las eventuales apoyaturas brindadas por determinados grupos o sectores, que incluyen desde la legitimidad del poder institucional, a la intervención de la conformación del imaginario colectivo y el canon académico.” En su lista personal, incluye textos que sabe clásicos sin discusión y otros que, supone, serán incluidos en esta categoría con el tiempo: El Quijote, pero también La plaza (un relato breve de Marguerite Duras), El poder y la gloria de Graham Greene o El juguete rabioso de Roberto Arlt, por ejemplo.
Las editoriales también reservan colecciones específicas para que los lectores puedan encontrarse con estos libros. Alfaguara anunció que en febrero llegarán a las librerías reediciones de las novelas de José Saramago Memorial del convento, La caverna, El hombre duplicado, La balsa de piedra y Las intermitencias de la muerte. Por su parte, el grupo Random House Mondadori recupera ediciones de bolsillo, que resisten ser salpicadas por un poco de agua de mar, de río o de pileta. Entre ellas, El viejo y el mar, de Ernest Hemingway; El Castillo, de Franz Kafka; o los Diarios, de Katherine Mansfield. Pero también, Carrie o Carretera maldita, del amigo King. 
Es que, a veces, clásicos y best sellers no son categorías excluyentes. Así lo apunta Juan Diego Vila, profesor titular de Literatura Española II (es decir, Renacimiento y Barroco) de la UBA: “Si bien no se me escapa que la antinomia se funda en el presupuesto de que todo clásico es “buena literatura” y que el best seller, por la misma masividad de la definición, ha de ser todo lo contrario, bien viene a cuento que muchos de los clásicos que hoy día se celebran -pensemos en el Quijote- fueron best-sellers en su tiempo. Y también es muy probable que con el correr de los años la posteridad consolide la tesis de que, para el caso, Cien años de soledad –un evidente best seller del siglo XX– ha de ser reconocido como un clásico”. Este filólogo retorna cada tanto a el Lazarillo de Tormes, el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (“quizás el gran olvidado para toda historia de la novela moderna”, apunta) y también a La Caída de Albert Camus y a muchas novelas de Manuel Puig.

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