martes, 12 de febrero de 2013

HOSPITAL BORDA. Cosa de Locos.

POR LA LOCURA DE CREAR

Tomado del diario Miradas al Sur
del día de la fecha

El Hospital neuropsiquiátrico José Tiburcio Borda es el único en Latinoamérica y en el mundo que cuenta con un servicio de Art Brut en el área de su Centro Cultural. Día a día, pacientes, médicos y artistas voluntarios dejan allí su máximo esfuerzo para romper el estigma de la locura por medio de la expresión.

Cuando uno ingresa al enorme terreno del barrio de Barracas en la Ciudad de Buenos Aires, Sharly, una elefanta hecha en hierro con proporciones reales, espera ansiosa la visita de cada transeúnte. No es para menos, la creación de esa gran escultura significó el inicio de una experiencia artística que, desde hace más de treinta años, se intenta lograr en todo el mundo.
El Hospital Nacional Borda fue fundado en 1865. Cambió muchas veces de nombre, hasta que finalmente el titular de la cátedra de psiquiatría en la Universidad de Buenos Aires dejó su apellido para denominar al manicomio porteño.
Este lugar, en sus mejores épocas, logró albergar a más de 6.000 pacientes. Achicándose a lo largo de la historia, hoy cuenta con 1.400 internos. Silvina Fernández es escultora y encargada de coordinar el Centro Cultural Borda. En diálogo con Miradas al Sur dice: “No hay otra experiencia así, yo viví en Francia, me comuniqué con gente de Estados Unidos y pude verificar que no existe otro neuropsiquiátrico con un centro cultural en todo el mundo. Si bien hay alternativas de arteterapia dentro de los psiquiátricos, la mayoría son pagas, opcionales, pero no tienen un servicio artístico cultural dentro del hospital”.
Lo que ocurre con los internos del Borda es novedoso: los lugares de actividades artísticas, generalmente, son externos a los psiquiátricos y no existen centros con talleres donde la gente participe desde adentro y afuera. “No hay en ningún país y menos con una escultura de un elefante pintado de rosa”, comenta Silvina.
Las experiencias en otros hospitales para enfermos mentales son bastante paupérrimas, generalmente se dedica poca atención por parte del Estado y resultan muy vapuleados económicamente. Muchos países eligen cerrarlos, bajan la cantidad de pacientes o son privatizados. En este punto, Silvina comenta: “Hace poco hablé con gente de un neuropsiquiátrico de Washington porque querían saber cómo armamos todo esto, estaban muy interesados con nuestra experiencia. Los que trabajamos en este tipo de lugares nos comunicamos todo el tiempo y vamos intercambiando alternativas para poder hacerle frente a la situación”.
A raíz del conflicto que mantiene el Hospital Borda –con el intento de expropiación de terrenos que sufrió en el año 2012 y la falta de subsidios que viene sobrellevando hace más de cuatro años–, la escultura de la elefanta pasó a ser un símbolo de lucha para pacientes, médicos y artistas voluntarios.
“Cuando el Gobierno de la Ciudad quiso confiscar el predio, vino la policía y se armó un vallado. Sharly quedó cercada. Supuestamente la querían tirar abajo y nos opusimos. A partir de esa situación, la elefanta comenzó a tomar vida propia, empezó a tener relevancia y ahora es un ícono. Todos vienen a visitarla: de la escuela de enfermería, de la facultad de psicología, familias enteras se acercan para sacarle fotos. ¡Vinieron periodistas de Corea para hacernos una nota! Esas son cosas que nunca hubiéramos imaginado”, cuenta Silvina sobre la experiencia y el simbolismo de esa escultura ubicada en el parque del Hospital. 

Un Centro Cultural en un Hospital neuropsiquiátrico. El CCB, fue creado en la década del ’80 por un psicólogo que trabajaba en el Borda. A causa de malos manejos, fue cerrado. Durante mucho tiempo, ese galpón fue el basurero del hospital: todo el material quirúrgico y los desperdicios iban a parar ahí. Tiempo después, en 2009, el doctor en psiquiatría Daniel Camarero decidió reabrirlo: “Él mismo iba y sacaba la basura. Daniel logró que el centro cultural se encuadrara como un servicio dedicado a los artistas internos. Los primeros meses ordenó y a limpió. Recién en 2010 hubo una convocatoria para los artistas externos. Yo llegué en esa camada, gracias a que Pedro Cuevas realizó un video solicitando ‘Dadores de Arte’”, cuenta Silvina. A raíz de todos los colaboradores que se reunieron por esa convocatoria el centro sigue en pie. Ellos gestionan donaciones, hacen exposiciones y de a poco muestran su trabajo en la sociedad.
Actualmente, hay muchos dadores de arte distribuidos en varios lugares. En el Hospital sigue Daniel Camarero, trabaja aquí hace 22 años. Desde que comenzó se interesó en la relación del enfermo mental con el arte. En sus terapias incluye actividades plásticas para poder analizar la obra. A partir de esa iniciativa, surgieron las obras de Javier Karad, internado hace más de 30 años. Karad es uno de los principales exponentes del Art Brut.
“El doctor realiza los partes médicos a través de los ejercicios del taller. Nosotros, como artistas, no nos interiorizamos en la problemática del paciente, sólo trabajamos con ellos como con cualquier otra persona. Los profesionales llevan el seguimiento y sacan las conclusiones”, comenta Silvina en relación a la forma de trabajo conjunta entre médicos y artistas.
También está el trabajo que realiza desde hace más de dos años el artista plástico Pedro Cuevas. “Pedro llegó al Borda y se juntó con Daniel. Gracias a ellos, se acercaron muchos artistas. Ya no viene al Hospital, pero sigue haciendo actividades desde afuera. Lleva las obras y las muestran en galerías. Organiza viajes, gestiona cada detalle, consigue todo sin costo”, explica Silvina.

Art Brut del Borda para el mundo. El Art Brut es una denominación que Jean Dubuffet inventó en los años ’40 para denominar al arte creado por enfermos mentales. Al igual que el pintor francés, Daniel Camarero sabe que “la creatividad tiene mucho que ver con la locura” y reconoce que “muchos de los principales artistas de la historia estaban locos”. Después de la Segunda Guerra Mundial, Dubuffet recopiló trabajos realizados por locos y los expuso en todo el mundo. Los internos del Borda participan del arte libremente. Ellos pintan las obras, las exponen en el Hospital y luego Pedro Cuevas –como hacía Dubuffet– se encarga de distribuirlas en las galerías de arte.
Cuevas es un artista consagrado en Europa. Pese a haber peleado mucho para jugar en las grandes ligas (y cuando ya saboreaba las mieles de la gloria), luego de 10 años de trabajo en el viejo continente se fue a Mali, África, para “shockearse”. Tiempo después retornó a su querida Argentina “para no aburguesarse”. De su experiencia, relata: “Cuando llegué, fui al Borda a internarme. Viví en Madrid y en Berlín, donde todos se cagaban de risa y tiraban comida al techo. Yo buscaba otra cosa. Siempre me metí en quilombos. Me interné a pintar con una tribu en África, después fui al Borda. Necesitaba ver qué pasaba desde adentro y la verdad que fue algo bastante zarpado”.
A Pedro le “repugna” olvidarse del otro: “No quería llegar al punto de pensar: ‘yo estoy acá en Europa, entonces me salvé’, o trabajar en una agencia de publicidad y decir: ‘tengo trabajo, que el resto del mundo se pudra’”. Para él, es imposible retirar la mirada del contexto social: “¡No puede ser que veamos un tipo tirado en la calle y no nos pase nada! Es fundamental intentar hacer alguna movida en los lugares marginales. Si no tuviese el arte, no sé cómo lo haría. La combinación del arte y las tareas sociales es perfecta. Yo soy pintor en la calle, en una villa, en el Borda. A esa gente olvidada (a la que la sociedad expulsa) le llevo el arte, para ver si con eso se salvan. Les explico que es una ayuda, a nivel espiritual o como herramienta de trabajo”.

Brindis de Arte Extra brut. Después de su paso por el Borda, Cuevas empezó a trasladar la obra de algunos pacientes a galerías de arte: “Ellos no pueden salir del país, pero cuando algún voluntario se va de viaje, se carga una obra y hace una exposición donde sea. Hicimos en Miami, Punta del Este, lugares de guita, necesitamos guita. Los pacientes se están muriendo de hambre, viven tapados por cucarachas. Fue difícil que nos autorizaran la venta de las obras, era preferible que el paciente siguiera cagado de hambre, en lugar de ganarse unos mangos vendiendo un cuadro. Cuando lograba cambiar la obra por dinero, le llevaba la plata al director y nos preguntábamos: ‘¿Está mal?’. Y la verdad, que no”, dice.
La plata que obtienen va para el paciente. Si la venta es de alguna obra realizada por los dadores de arte, el dinero queda para el Centro Cultural. Pedro explica el intercambio comercial por la necesidad de solvencia: “Nunca tuvimos subsidios, ni sponsor, ni nada”. Actualmente el CCB se mantiene por los voluntarios que trabajan gratis. Cuevas durante dos años asistió al Hospital, estando afuera empezó a organizar exposiciones. En su viaje a Goya, Corrientes –casualmente donde nació Tiburcio Borda–, fundó el movimiento Extra Brut, que es la continuación del Art Brut creado por Dubuffet.
Cuevas explica el motivo de la nueva denominación estilística: “En Nueva York está lleno de galerías con este tipo de arte. En la Argentina dimos un paso más y lanzamos el Extra Brut. Para nosotros, el loco no sólo pinta y expone. También puede descorchar champagne y festejar. El mensaje es que el paciente puede disfrutar del arte como los de la elite, brindando con un extra brut. Es la evolución del Art Brut, como cualquier movimiento artístico”.
Pedro comenzó a exponer trabajos de los internos en diferentes lugares. Actualmente, tiene una sala en la calle Gorriti al 5900, allí se muestran obras de distintos artistas: “Hay una parte de famosos y otra de ‘locos’. En este momento, tenemos obras de Javier Karad y de Marta Minujin. Es un paso muy fuerte para la inserción social, es una fusión de estratos artísticos: está el consagrado y el último orejón del tarro”.
Esa galería es una extensión del trabajo comenzado en el Borda hace más de dos años. Como bien marca Cuevas, “es el Centro Cultural fuera del Hospital”. De esta forma, los pacientes están del otro lado y pueden trabajar como artistas. “La galería está en comunión con el Borda. Hicimos una muestra de Javier Karad. Él pinta internado desde hace 30 años. Es alucinante y superpotente, es un artista despojado del éxito. Antes, sus cuadros estaban inundados, tapaban agujeros de los techos. Ahora, esa persona olvidada socialmente expone con los famosos en medio del ‘caretaje’ de Palermo Hollywood”.
Pedro entiende que el arte sirve para ‘arreglar’ y por eso se proclama en contra de los grandes monstruos del sistema: “Las galerías son frívolas, Arte BA es un negocio horrible. Si el arte es sólo eso, entonces murió. Si sólo sirve para la compra y venta se está pudriendo todo. El arte expresión es el alma de lo humano. La elite de artistas es repugnante: se hacen los lindos. ¿Quiénes se creen que son? O mejor dicho: ¿Quiénes nos creemos que somos? ¿Por qué nadie trabajó con artistas del Borda? ¿No se les ocurrió? ¿No se dieron cuenta? ¿Discriminación? No lo sé”.
Seguramente, un artista con su sensibilidad no pueda encontrar respuestas al porqué de estos manejos sociales, tan perjudiciales para los más desprotegidos. Pero hay algo que Cuevas tiene que reconocer y es que gracias a su acción y la de sus compañeros dadores de arte, han logrado que Javier Karad –un “loco del Borda”– esté brindando con un (movimiento) extra brut cada vez que un transeúnte palermitano disfruta de su obra expuesta en medio del glamour.

Experiencia I
En LatinoaméricaSi bien no existe un modelo terapéutico artístico como en el Hospital Borda, en Uruguay han copiado actividades del Centro Cultural creando una radio similar a La Colifata. Se llama Vilardevoz y sale al aire desde 1997. En Europa se tomó el ejemplo sudamericano y varios países tienen emisoras radiofónicas donde los locos toman el control.
Por su parte, en México existen terapias recreativas donde se inserta el arte plástico, pero con la diferencia de que son psiquiátricos privados. No hay un taller específicamente diseñado para la reinserción social en un hospital neuropsiquiátrico público. Otro tipo de actividades artísticas se realizan en los centros de rehabilitación para personas con capacidades diferentes siendo, éstos, pacientes en tránsito que luego intentan vender sus obras en negocios especializados.

Experiencia II
En BrasilLo que ocurre en el Borda no es algo que pase comúnmente en el resto de los países. Si bien en Minas Gerais, Brasil, hubo una práctica similar, no tuvo al arte como base de la experiencia. El proyecto duró desde 1980 hasta 1984, se llamó Guimaraes Rosa y fue en el Instituto psiquiátrico Raúl Soares, un hospital público de Belo Horizonte. Allí crearon equipos interdisciplinarios de trabajo con estudiantes y trabajadores que concurrían como voluntarios. Lo que se planteaba era buscar la reinserción social del paciente. Como primera medida crearon una rocinha, un área verde con huerta, gallinero y cocina. Plantaron caña, mandioca, porotos, choclos, frutas y se autoabastecían. Luego incorporaron otras actividades: formaron grupos de estudios, comisiones para fiestas y eventos, equipos deportivos y cursos de alfabetización. Todo era supervisado por psicólogos, psiquiatras y profesores universitarios.
La práctica de este hospital se buscó institucionalizar pero no se logró, por lo cual los voluntarios comenzaron a mermar y de a poco finalizó esa terapia.
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