martes, 10 de abril de 2012

MARIO DE MICHELI

Munch y el terror

Eduard Munch llegó por primera vez a París en 1885, tenía 22 años y se había formado en el realismo naturalista de Christian Krogh y Hans Heyerbdahl. Su enfoque ya tendía al ambiente ibseniano que había frecuentado y frecuentará en el café del Gran Hotel de Oslo; en 1902 hará una litografía de Ibsen sentado en ese café. De Ibsen había aprendido el odio hacia la moral convencional y los prejuicios burgueses. Ibsen era el defensor de la libertad individual contra cualquier tipo de mentira oficial, aunque su visión social no superara los límites de su individualismo. Pero la polémica de Ibsen, sobre todo antes que desembocara en un fatalismo sin salida, tenía una fuerza desgarradora sin precedentes. En El pato salvaje uno de sus personajes afirma: “Quitad al hombre corriente su mentira vital y le quitaréis la dicha”. Esto es lo que él hizo: sus personajes burgueses, despojados del decoro, aparecen mezquinos y repugnantes. Ibsen condenaba la sociedad de la que él había salido, al igual que Ensor, era un moralista solitario, no se sentía parte de un movimiento histórico que lo sostuviera. Pero su ejemplo si llevó a que la tarea intelectual de otros fuera desenmascarar a la burguesía, a revelar la verdad, aunque esta produjera horror y desorientación.
Esto es lo que hizo Munch, desgarró el velo de la mentira y logró fijar la “verdad” perturbadora. Pero esto no fue de pronto, hizo un camino. En primer lugar su amistad con August Strindberg, quien también había partido, en literatura, del realismo naturalista, pero su punto de llegada fue el pleno nihilismo. Para esta época ya había escrito Esposos, crítica áspera del matrimonio. Aunque en él hay preocupaciones socialistas, lo domina un oscuro pesimismo moral. Su crítica de los “valores” burgueses es despiadada, destruye una a una las ilusiones hasta la terminar en una desilusión absoluta, porque sólo a ese precio se puede “verdaderamente ver algo”, y lo que se ve es; “A sí mismo! Pero cuando uno se ha visto a sí mismo, se muere” [Strindberg. El incendio]
Munch y Strindberg trabarán una estrecha amistad, tendrán ideas y proyectos comunes, y hasta se enamorarán de la misma mujer, esposa de un amigo mutuo. Ambos, al igual que VG, llegarán al umbral de la locura.
Ya en su primer viaje a París se interesa por el impresionismo, pero es en el segundo –invierno 1889- que se produce un cambio decisivo en su pintura. Munch, como VG, posee un mundo poético propio para el cual utiliza, de manera muy libre, las novedades pictóricas francesas: toma de VG, de Gauguin, de Toulouse-Lautrec, y lo mezcla con elementos de simbolismo floreal, inclinándose a una pintura visionaria. En una de las primeras obras en que se anuncia este cambio, es La noche -1890- abandona el naturalismo y su paleta aclarada en el primer viaje, se torna sombría, con la oscuridad de las noches nórdicas y los amarillos y rojos del ocaso.
En Tarde en la Avenida Karl Johan -1892- la calle del paseo vespertino de los burgueses de Oslo, los desolados personajes son espectros. El cuadro posee una fuerte exaltación lírica, pero muy diferente a la de VG, en éste había una energía vital, una apasionada comunión con la naturaleza, una desesperada voluntad de salvación; aquí hay una exaltación turbia, fría, muy diferente también a esa vena sanguínea, prepotente, burlona, vigorosa de Ensor.
Más desolador y lleno de terror es El grito de 1893, en una litografía de 1895 sobre el mismo tema, Munch escribió: “¡Siento el grito de la naturaleza!”. La deformación de la figura alcanza límites desconocidos para esa época. El personaje grita pero se tapa los oídos para no escuchar su propio alarido, el paisaje es de delirio, todo –diseño, color, composición- está al servicio de la expresión.
Tanto Munch como Strindberg hacen una crítica desencarnada, por ejemplo en la pintura La Virgen -1894/95- en lugar de la Virgen del cristianismo, hay una mujer perdida, depravada por el exceso sexual, enmarcada no por flores sino por espermatozoides.
Temas de muerte y temas eróticos ocupan a Munch hasta 1909, entonces su actividad se interrumpe por la internación una clínica psiquiátrica en Copenhaguen, al salir se refugiará en la soledad de un fiordo noruego hasta su muerte -1944- Como en Ensor, su actividad en el nuevo siglo perderá agudeza y fuerza, no era posible seguir viviendo en ese estado de exaltación de casi veinte años.
En VG, Ensor y Munch las señales de la crisis se manifiestan con evidencia y antes que en los demás. Se cerraba una época y se abría otra diferente.
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