lunes, 3 de junio de 2013

HERBERT READ

La renuncia a la palabra

Este artículo del crítico de arte y ensayista Herbert Read fue publicado en el libro "El anarquismo y los problemas contemporáneos", Ed. Madre Tierra, Madrid, 1988. 

Durante el primero de sus discursos radiados por la BBC, en octubre de 1965, Mr. George Steiner [1] llamó la atención sobre un acontecimiento de la civilización moderna que nos reserva grandes discusiones. Apuntó hacia el hecho ineludible de que "los modos de aprehensión y comunicación verbales, los discursos y las palabras de la sintaxis tradicional, no son ya la quintaesencia, ni siquiera encierran auténtico significado, respecto de la comunicación y la escritura". [2] Tiene hoy lugar cierto distanciamiento universal de la palabra: un desplazamiento de la expresión verbal y de la conciencia verbal primarias. Una pintura impresionista no es algo ante lo cual quepa ofrecer ninguna explicación fácil y acertada. No lo es tampoco ninguna pieza de música elegida al azar. Tales formas parecen declarar a todo el mundo su carácter de incomunicabilidad, cierta insistencia de que sobre ellas puede hablarse solamente empleando su propia terminología (una pintura abstracta, por ejemplo, puede decir algo vital sobre otra). El lenguaje no cubre ya por más tiempo todas las zonas que desearíamos de nuestra experiencia. No lo cubre, ni con exactitud, ni con riqueza. 

Mr. Steiner, Director de Estudios de Inglés en el "Churchill College" de Cambridge, hablaba acerca del estado actual de los estudios del inglés en las Universidades Británicas y dudaba sobre si conseguirían importancia relevante en un mundo con creciente orientación científica, más y más dependiente siempre del lenguaje de las matemáticas, en un mundo lleno de anotaciones simbólicas y en clave. Tal es, por supuesto, un aspecto más del problema general de "las dos culturas"; y eventualmente nos hallaremos nosotros mismos enfrentados con esto, a partir de una elección que no puede ser ya formulada adecuadamente en términos académicos. Se halla envuelto en ello nada menos que el propósito y la significación de la vida humana, siendo de índole ética la elección última (la elección entre el bien y el mal).

Mr. Steiner sugirió que existían muy pequeños indicios demostrativos de que los estudios literarios enriquecían o estabilizaban la percepción moral, en cuanto humanizaban al estudiante. Esta conclusión se basa en cierta aproximación académica a determinados aspectos que son tal vez los más idóneos del tema elegido por Mr. Steiner ("El estado actual de los estudios del inglés en las Universidades Británicas"). Me gustaría considerar el problema desde el punto de vista más general. Puede ser cierto que el estudio de las humanidades influya muy poco para humanizar la sociedad: pero debemos distinguir, en esta esfera, entre el estudio y la práctica de las humanidades; y entonces, acto seguido, tal conclusión se hace menos evidente. 

En otra ocasión deploré la fatal decisión que se tomó cuando el "English Tripos" fue establecido, en Cambridge, el año 1917. [3] Se decidió entonces, de una manera totalmente arbitraria y sin tener en cuenta para nada las posibles consecuencias, que la disección y el análisis eran métodos adecuados para llegar a la literatura y que la escritura, como arte, no era materia adecuada para la enseñanza universitaria. Esta decisión marcó, de hecho, el inicio del primer alejamiento de la palabra. Las consecuencias finales de esta decisión no pudieron ser previstas, porque no se podía saber entonces que el ejemplo de Cambridge sería seguido por todas las universidades de habla inglesa, ni se podía saber que una escuela de crítica literaria se basaría sobre este método académico y triunfaría por igual en toda el área de la lengua inglesa. Mr. Steiner se inclina a atribuir esta evolución a un inevitable proceso histórico: las ciencias crecen más y más matemáticamente, los conceptos tradicionales de la sintaxis se convierten cada vez en menos adecuados. Yo no acepto este mito histórico. El verdadero hecho es que "la palabra" fue traicionada por algunas personas en ocasiones específicas y que la presente inefectividad de la "literatura como fuerza humanizante" nace lógicamente de esta decisión académica.

La literatura inglesa, en tanto que arte de creación, se ha visto sujeta a medio siglo de análisis estériles. No creamos que el fracaso en constituirse como fuerza humanizante en las universidades, o dondequiera que los juicios académicos son aceptados como decisión final, haya radicado en su propia debilidad. Fuera de las universidades, al margen de los criticismos académicos, la literatura inglesa ha proseguido su curso independiente y ha manifestado su innata vitalidad lingüística. Los mejores escritores del inglés de nuestra época, Shaw, Yeats, Joyce, D.H. Lawrence y Faulkner, no solamente están fuera de toda tradición académica, sino que tan pronto como han tenido conciencia de ella la han tratado con rotundo desprecio exterior. Baste rememorar la denuncia de Lawrence del intelectualismo árido de Cambridge, formulada en la fase alrededor de la cual se perpetró el asesinato de la palabra. La posición no ha cambiado: los mejores escritores de hoy día son "externos", incontaminados por la educación académica, indiferentes a los criticismos académicos.

Sin embargo, existe otra situación que amenaza a la palabra como medio de comunicación. El reemplazamiento de la descripción verbal por ciertas "notaciones simbólicas y codificadas" ha alcanzado efectos directos sobre la escritura en filosofía (y en otras materias, como la psicología o la sociología, que han renunciado a cualquier descripción verbal). Pero en el arte de la literatura, de la poesía, y del drama no se trata de ninguna cuestión acerca de algún nuevo lenguaje: la existencia y continuidad del arte mismo se ven amenazadas. Aunque pueda ser difícil en el presente concebir civilización ninguna sin su literatura representativa, ello sigue siendo una posibilidad. La palabra impresa se ve reemplazada por el entretenimiento visual o auditivo, recordado y difundido por medios mecánicos.

De acuerdo con Marshall McLuhan, el resultado final de esta evolución sería "convertir al individualismo en anticuado". La literatura (la palabra como medio de comunicación, entre individuo e individuo) también se convertiría en anticuada. El concepto total de arte como discurrir simbólico, resultado final de dos siglos de discriminación estética, pierde su sentido en una situación ("el nuevo stress" electrónico) que excluye a la contemplación y a la meditación privadas. El siglo XX "ha trabajado por sí mismo, al margen de las condiciones de pasividad"; con poca conciencia, podríamos añadir, de las consecuencias. Podemos seguir a Mr. McLuhan y otros escritores, en este campo, previendo con optimismo las consecuencias de un progreso tecnológico que inevitablemente transformará nuestras actitudes (ordinarias o convencionales) y a la misma sociedad, como sistema económico; pero antes de que lleguemos a perder todo sentido de los valores en esta "la máxima entre todas las épocas humanas, ora en las artes, ora en las ciencias" (según la frase optimista de McLuhan), se encontrará habiéndose privado uno a sí mismo de toda razón obligatoria de existencia, aparte de cierto erectismo egoísta y autodestructivo. [4]

Mr. McLuhan es el exponente de una especie de historicismo [5] que ha sido criticado tan eficazmente por Karl Popper. La literatura, arte de todo tipo, es considerada como un epifenómeno: una actividad social subordinada a sobresalientes procesos tecnológicos de producción y arrastrada a flotar, o a hundirse, en el inevitable progreso de los sistemas de comunicación. El cambio mismo es aceptado como "la norma o el arquetipo de la vida social".

Pero el arte es afectado no por este cambio sino por la estabilidad: por el equilibrio y no por el movimiento. Su primer propósito estriba en mediar entre el mundo interior de la psique y el mundo exterior de las realidades. Las obras de arte son puntos claves en este proceso de "reificación", de autoindividuación y autodestrucción. Ningún cambio en el sistema de comunicación puede alterar ni la necesidad básica, ni tampoco la manera según la cual se satisface ésta, mediante actividades creadoras. El arte es, en segundo lugar, una proyección simbólica de necesidades colectivas inconscientes: el artista desde el nivel de su grandeza puede crear, en la analogía de su autorrealización, obras complejas que funcionan como la "reificación" (o representación simbólica) de la inconsciencia colectiva de la sociedad a la cual pertenece. En la evolución de la ciencia, o de la tecnología de los sistemas de comunicación, nada puede afectar ni a estas necesidades básicas humanas ni a los métodos básicos de satisfacerlas. Si la palabra y el arte de la literatura, basado en la palabra, deben convertirse en cosa del pasado, uno de los principales procedimientos de "reificación" se verá frustrado. Entonces puede surgir la cuestión de si la palabra tiene algún valor, especial o peculiar, para las funciones biológicas del arte: o bien, si estas funciones pueden ser cumplidas por otros medios, visuales o auditivos. McLuhan y otros que anuncian el alejamiento de la palabra admiten generalmente que las necesidades estéticas del hombre electrónico quedarán plenamente satisfechas por medios orales y visuales de comunicación. Yo no creo que esta suposición resulte justificada, por las razones que ahora intentaré exponer.

En un principio existió la palabra, el logos. Muchas páginas se han compuesto, merced a la imprenta del bueno de Guttenberg, para explicar este hecho místico: pero las mejores páginas son las últimas, es decir, las de Heidegger, el filósofo moderno poseedor de un conocimiento total de todos los pensamientos que se han dedicado a este problema en el pasado. Según Heidegger, logos significa precisamente lo que yo llamo "reificación": según sus palabras, "una recolección de contradicciones básicas y el establecimiento de una agrupación interior o harmonía". Esta recolección que agrupa "nunca es un mero juntar y acumular". Mantiene unidos, en un lazo común, lo conflictivo y lo que tiende a alejarse: no lo deja caer ni en ninguna dispersión ni en ningún azar. En este mantenimiento de lazos, el logos presenta el carácter de fuerza de permisión, de fisis. No deja que lo que tiene en su poder se disuelva en una libertad vacía de oposiciones, sino que, uniendo los opuestos, mantiene la total agudeza de la tensión. [6]

Sería difícil (y no necesario para nuestro propósito presente) exponer con más detalle este concepto del logos: el punto esencial, para entenderlo, radica en que el proceso tiene lugar "entre el ser y el pensar"; esto quiere decir que es un proceso subjetivo y depende de palabras, el único método evolucionado por el hombre para un pensar extensivo. Naturalmente debemos admitir la existencia y la utilidad de los módulos simbólicos de pensamiento, tal como ocurre en las matemáticas. Igualmente nos debemos guardar contra todo prejuicio intelectualista. Heidegger es el primero en admitir que debemos "podar las excrecencias del intelectualismo de hoy día". No es de mi incumbencia defender la metafísica y mucho menos la filosofía analítica, ambas dependientes de la palabra. Mi principal preocupación por la palabra se dirige a la palabra como símbolo concreto de sentimientos: en otros términos, a la poesía. La poesía y el pensamiento no son una misma cosa (según sostiene Heidegger). La poesía es superior al pensamiento y a la ciencia porque, en la palabra y por medio de la palabra, se establece el ser de las cosas. Lo hace, no de una manera mecánica, como una cámara fotográfica o un computador, sino con sentimiento (o bien, como diría Croce, por intuición). La imagen sonido de una palabra es una imagen sentimiento y es mucho más evocativa que cualquier símbolo deshumanizado. No es un simple contador, sino un signo que alcanza resonancia y profundidad. La palabra pertenece al mundo primario de los sentimientos: la entera coherencia de nuestras relaciones humanas, o de las relaciones con el mundo exterior, dependen de la invención del despliegue sintáctico y de la elaboración de palabras significativas.

La transición de la poesía oral a la poesía impresa, que certeramente ha sido considerada por Mr. McLuhan como fundamental para el desarrollo formal de la poesía como arte, ni altera de ningún modo ni amenaza la poética función de la palabra. Pueden haber aumentado los posibles "niveles de significado" en la palabra: increméntase con ello enormemente el rango y la efectividad de la literatura. Pero la palabra sigue siendo el vínculo de la revelación y de la acción de las cosas: ningún progreso en la aprehensión del ser resulta concebible sino en forma de progreso en la magia verbal, como progreso de la poesía. A pesar del "advenimiento del hombre electrónico", esta función de la palabra permanece inalterada y solamente la palabra puede tener esta función. Resulta también posible que el hombre electrónico decida divorciarse de la palabra, de la poesía, y que se satisfaga con artes que exploten mecánicamente imágenes producidas. Resulta incluso posible que el hombre electrónico se olvide de leer: ya empieza a ser dudoso el que algo más de una parte infinitesimal de la gente pueda leer poesía, como se leía hace solamente medio siglo; si se aproximan a ella, lo hacen con un propósito más análitico que intuitivo. Hasta resulta posible que la totalidad de nuestra literatura pasada se convierta en una inaccesible cultura "mandariniana", sin ningún significado para las generaciones ¡letradas. Todos estos acontecimientos son solamente posibles, pero debemos valorar su importancia. Según mi opinión, su coste sería el sacrificio de los más elevados logros de la civilización humana o el retorno a la barbarie, o la invención de una nueva especie de barbarie: el barbarismo tecnocrático. 

Las formas de tal nueva barbarie aparecen ya como evidentes, no solamente desde los artificios técnicos y desde la opulencia económica, sino también desde la ausencia general de toda sanción ética, tanto en la esfera privada como en la pública. Incluso cuando se otorga cierto "rostro" moral a las acciones políticas (defensa de la libertad, democracia, abolición de la explotación capitalista y del colonialismo), los medios usados para tales fines (bombardeo de poblaciones civiles, empleo de gases venenosos y lanzallamas, torturas y prisiones sin previo juicio) ofrécense como inhumanos, hasta el punto de que esos medios inmorales anulan sus finalidades morales. El aspecto más horrible del nuevo barbarismo emerge de la indiferencia moral, de sus complacencias egoístas. Hubo un tiempo en que las atrocidades perpetradas en Armenia, o en el Congo, indignaban efectivamente la conciencia de todo el mundo civilizado. Hoy día el ciudadano medio encoge sus hombros y cuenta el dinero de su bolsillo: hasta llega a celebrar que se le ofrezcan ciertas pequeñas dosis de excitación sádica desde la pantalla de su televisor.

George Steiner duda de que esta indiferencia moral tan extendida pueda quedar afectada por la palabra: "Me hallo completamente incapacitado para afirmar firmemente si las humanidades humanizan". Pero yo ya he apuntado que Mr. Steiner solamente está capacitado para lanzar este aserto porque academiza y fosiliza las humanidades: por ello habla del "enfoque de la conciencia ante los textos escritos", como si fuera éste el procedimiento por el que las humanidades humanizan. Sugiere, por cuanto nosotros estemos entrenados a conceder crédito moral y psicológico a lo imaginario, que encontramos más difícil identificarlo con el mundo real, lo cual implica que carecemos de aptitudes naturales para la respuesta estética. Y esto, por supuesto, es un error. No reaccionamos a las experiencias estéticas porque, desde la infancia, una civilización tecnológica anula en nosotros la experiencia. Nacemos en condiciones de alienación y permanecemos en estas condiciones: nada se hace, en ningún lugar del mundo (ni siquiera en China), para huir de este estado de cosas; es decir, para restaurar el individualismo humano, para ir hacia una relación directa con la naturaleza y hacia una experiencia directa con el trabajo creador. No existe esperanza, para la humanidad, si el único camino en el cual el mundo imaginario del arte y la literatura pueden ser puestos al alcance del individuo se hace por los senderos del entrenamiento académico. La época más elevada para el arte no fue ni establecida ni sustentada por actividades académicas: fue la creación de artesanos, para quienes el logos, ya como pensamiento, ya como imagen labrada, era una realidad viviente, sustancia y símbolo de sus sentimientos más íntimos. Si no podemos redescubrir estos principios y volver a la vida creativa del espíritu ("porque todo verdadero poder y belleza del cuerpo, toda seguridad y audacia en el combate, toda autenticidad e inventiva en la comprensión, están apoyados siempre en el espíritu y se levantan o caen solamente por el poder o la trascendencia del espíritu", al decir de Heidegger), tampoco podremos esperar sino el oscuro final de nuestro mundo, irrevocablemente condenado a la tecnología sin restricciones y a la proliferación de los instrumentos para su autodestrucción. 

Notas:
1. George Steiner (n. 1932) es uno de los principales críticos literarios de la actualidad. En castellano, pueden consultarse, entre otros, su interesante Tolstoi o Dostoiewsky (Ed. Era, México, 1978). N. de la Ed. Madre Tierra. 
2. The Listener London, octubre 1965, pág. 619. 
3. En una lectura aportada a la Cuarta Conferencia de la Asociación Internacional de Profesores Universitarios de Inglés, agosto 1959. Cf. English Studies Today, Bem (Francke Editorial), págs. 29-41. 1961. Reimpreso en Poetry and Experience, London (Vision Press), 1966.  
4. The Gutenberg Galaxy: The Making of Typography Man. Canadá (Universidad de Toronto Press) y Londres (Routledge and Kegan Pan¡), 1962. Ha sido descrito como "uno de los mayores libros panópticos de nuestro tiempo" y ha sido discutido ampliamente, en el mundo de habla inglesa, desde su primera aparición. Según las propias palabras del autor, The Gutenberg Galaxy se halla en relación con la asociación de acontecimientos sociales y políticos que desde los orígenes de la fonética literaria hasta el desenvolvimiento de la tipografía han descompuesto a la sociedad y al individuo de occidente.  
5. En The Poverty of Historicism, London (Routledge y Kegan Paul), 1960. Edición castellana: La miseria del historicismo, Ed. Alianza, Madrid, 1973.  
6. Martin Heidegger: An Introduction to Metaphysics. Trans. Ralph Mannheirn. Yale University Press, 1959, pág. 134. Edición castellana, Introducción a la metafísica. Ed. F.C.E. México. 
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ESTHER DÍAZ

La sexualidad y el poder

Publicado con autorización de la autora, a quien agradezco enormemente.¨
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¿Qué hizo Marx cuando, en su análisis del capital se encontró con el problema de la miseria obrera? No la atribuyó ni a la escasez natural, ni al robo concertado, que eran las explicaciones comunes en su época. Pensó, más bien, que matar de hambre a los trabajadores no es la razón de ser del capitalismo; pero sí la consecuencia inevitable de su desarrollo. Marx sustituyó la denuncia de robo por el análisis de la producción; apuntó a los procesos productivos de capital, más que a sus evidentes resultados. Algo similar - cambiando lo que hay que cambiar - hace Michel Foucault cuando se encuentra con la pretendida represión de la sexualidad. No ignora la miseria sexual de nuestras sociedades; pero tampoco trata de explicarla negativamente por la represión. Considera, en cambio, que existen mecanismos de poder que al producir sexualidad, engendran sistemas represivos. Pero la represión no es una finalidad en sí misma, sino una consecuencia del ejercicio de poder sobre la conducta de los sujetos.

El poder es una relación, una acción ejercida por unos sobre otros. Quienes ejercen poder intentan dirigir las conductas de los demás. Estos últimos, por su parte, pueden resistir. De este interjuego entre poder y resistencia surgen relaciones estratégicas. Una manera muy eficaz de ejercer poder es apuntar al deseo del otro. Reglamentar lo que el otro debe hacer con su cuerpo, con sus apetitos, con sus presuntos placeres. Esto se logra por medio de discursos, normas, planificaciones y prácticas que circulan capilarmente por la sociedad, atravesando ámbitos jurídicos, castrenses, escolares, familiares, religiosos, recreativos, morales, tecnocientíficos y gubernamentales. El objetivo no suele ser reprimir, sino obtener diversos resultados; por ejemplo, eficacia económica, obediencia laboral o sometimiento moral.

Una vez que se pone en marcha un dispositivo de poder se producen dos corrientes de efectos: los buscados y los no buscados. Se trata de una especie de astucia del dispositivo, de un plus. Cierto ejercicio de poder busca constituir sujetos dóciles, manejables, intercambiables y, llegado el caso, descartables. No obstante, al operar sobre su deseo, lo provocan y producen sexualidad. La sexualidad sería impensable sin los discursos que se ocupan  de ella.

Consideremos algunos de esos discursos. Los catecismos y manuales de confesión católicos pre-conciliares solían ser más excitantes para los niños y adolescentes que un libro erótico. Pues - sin proponérselo - estimulaban el deseo y ampliaban el campo de la fantasía más allá de lo considerado “normal”, con indagaciones de este tipo: “¿Hizo cosas malas?, ¿con quién?, ¿con hombres, con mujeres, con animales?”. “¿Cometió pecados de la carne?, ¿de manera natural, o contra natura?”.  En el caso que el confesante manifestara que fue víctima de un abuso sexual, se le preguntaba si gozó. Pues ello, obviamente, lo haría partícipe de la culpa. Pero al mismo tiempo el confesor le brindaba información sobre la posibilidad de gozar al ser víctima de un acoso. Si el penitente declaraba que consintió una relación pecaminosa, se solicitaban detalles: “¿Cómo se llevó a cabo?, ¿con la vista solamente, con las manos, con la boca, con penetración?”, “¿cuántas veces lo hizo?”, “¿se regodea con el recuerdo del hecho?”. Parecería, aproximadamente, una anticipación histórica de las hot lines: hablar de temas sexuales sin verse ni tocarse.

Las historias bíblicas abundan en este tipo de incentivos. Se encuentran reyes, como Salomón, que en su senectud “es pervertido” por exóticas mujeres (tuvo alrededor de mil). Poderosos, como David, que viola y embaraza a una vecina casada, sacando del medio al marido por el simple trámite de mandarlo al frente en una batalla. También hay hijas, como las de Lot, que emborrachan a su padre para engendrar hijos con él. O mujeres estériles, como Sara, que introduce en el lecho de su esposo a una joven esclava para que le dé descendencia. Existen asimismo bellas prostitutas como María Magdalena, que, aun convertida, no olvida sus seductoras artes y perfuma con esencias los pies del Señor. Sin olvidar las poesías, como El cantar de los cantares, que será una metáfora del amor divino, pero es bastante explícito respecto del amor humano.

Aunque no necesariamente hablando explícitamente se genera sexualidad, sino preferentemente ocultando. En la época victoriana, por ejemplo, se creyó que las torneadas patas de los pianos de cola podían excitar a los caballeros y, en función de ello, se decidió colocarles “polleritas”; logrando, probablemente, lo contrario de lo que concientemente se perseguía. Nada más sugestivo que lo maliciosamente velado. Lo prohibido fascina. Lo ilusorio seduce. La sexualidad es del orden del misterio.

El conjunto de los discursos, prohibiciones y prescripciones acerca del deseo lo incentivan. El deseo se estimula desde los entramados de poder. Y contribuye, a su vez, a consolidar la red de la que surge. El deseo no es poder, ni el poder es deseo. Pero ninguno de los existe sin el otro, más bien, interactúan. Es así como se formó la sexualidad, históricamente. Se trata de un invento de la modernidad. Antes había carne, en el sentido cristiano de carne. Y antes aún, aphrodisia o problematización del uso de los placeres, tal como los entendían los paganos.

Es obvio que desde que existen seres humanos existió genitalidad. Pero el concepto de sexualidad implica mucho más que diferencia genital. La sexualidad  constituye un conjunto de prácticas, discursos, normas, reglas, sobreentendidos, miradas y actitudes del orden del deseo, relacionadas no sólo con lo genital, sino también con todos los orificios, las eminencias y las mucosas propias y ajenas. Las significaciones se hacen extensivas al cuerpo en general y también a animales y objetos. El imaginario de la sexualidad alcanza asimismo a ciertas músicas, figuras, olores, colores, ademanes, temperaturas, texturas y - en nuestro tiempo - también a los medios masivos y digitales.

Ahora bien, si la sexualidad se constituyó a partir de ciertos discursos, la actual inflación de los mismos podría estar destruyéndola.  La saturación de los signos eróticos fragmenta el imaginario de la sexualidad y, por lo tanto, altera sus prácticas. La realidad de los cuerpos se borra en beneficio de su representación: se multiplican las propagandas eróticas para vender cualquier tipo de producto, las privacidades se exponen públicamente, se propagan las exhibiciones provocativas sin posibilidad de consumación. Por otra parte, se prefieren las fotos, los videos y las redes informáticas en detrimento de las presencias reales o las comunicaciones directas. Una generación  mediatizada comienza a tomar distancia de la inmediatez de lo real. Se podría pensar entonces que la sexualidad, tal como la concibió la modernidad, ya no existe. Su aparente brillo es similar tal vez al de una estrella apagada. Ahora bien, si la sexualidad realmente está muriendo, si los mismos discursos y signos que la gestaron la están destruyendo con su proliferación descontrolada; cabría preguntarse entonces cuál será - de ahora en más - el destino de nuestro deseo.
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domingo, 2 de junio de 2013

HACE 57 AÑOS (Los fusilamientos)

Los fusilamientos de la Revolución Libertadora
Hace 57 años ocurrió el bautismo de fuego del terrorismo de Estado
Fue el anticipo del genocidio en la Argentina. Su saldo: el asesinato de 18 militares y 13 civiles peronistas. Aramburu y Rojas fueron los máximos responsables de la masacre. El sinuoso papel del célebre Francisco "Paco" Manrique.  

Tomado del diario Tiempo Argentino del día de la fecha
Por: Ricardo Ragendorfer

Apenas cinco palabras: "Hay un fusilado que vive." Ya se sabe que aquella frase, susurradas al oído de Rodolfo Walsh mientras jugaba al ajedrez en un cafetín de La Plata, fue el punto de partida de Operación Masacre, el libro que desnudó –debido al testimonio de Miguel Ángel Livraga, el sobreviviente en cuestión– la trama profunda del asesinato de un grupo de civiles en un basural de José León Suárez, durante la represión desatada por la llamada Revolución Libertadora para sofocar el levantamiento del 9 de junio de 1956. 
La conspiración de los generales peronistas Juan José Valle y Raúl Tanco había sido infiltrada por los servicios de inteligencia del régimen encabezado por el general Pedro Aramburu y el almirante Isaac Rojas. De modo que ellos conocían con antelación dónde y cómo iría a estallar la asonada. Sin embargo, la dejaron correr para así aplicar sobre sus protagonistas un "escarmiento" que resultara disciplinante y ejemplar. Entre aquel sábado y el 12 de junio, en seis lugares diferentes –la Penitenciaría Nacional, la Regional Lanús de la Policía Bonaerense, Campo de Mayo, el Regimiento VII de La Plata y la Escuela de Mecánica del Ejército, además del ya mencionado basural–, fueron fusilados 18 militares y 13 civiles. Para tal fin, los verdugos escenificaron parodias de juicios sumarísimos, se valieron de decretos –que establecían la Ley Marcial y la pena de muerte– promulgadas con posterioridad a los arrestos y adulteraron los registros para legalizar esos crímenes. Aquellas matanzas no fueron fruto de una medida de excepción sino –junto con el bombardeo del 16 de junio de 1955– el acto fundacional del terrorismo de Estado en la Argentina y, como tal, el anticipo de un genocidio. La impunidad que gozaron los asesinos habría de alentar la escalada criminal que culminó en 1976 con el secuestro, la tortura y el asesinato de miles de personas. 

EL FESTÍN DE LOS FUSILES. En 1970, un hombre demacrado y ojeroso saltaría al estrellato político desde el Ministerio de Bienestar Social. Corría la presidencia del general Alejandro Lanusse. Y Francisco Manrique, adalid de los jubilados y padre del PRODE, era la cara humana de esa dictadura. Nada hacía suponer que sus manos estaban manchadas con sangre.
Tres lustros atrás, había empezado a trepar los primeros peldaños del poder en su calidad de edecán del presidente Aramburu. 
Durante el anochecer del 11 de junio de 1956 atendió el teléfono en la Casa Rosada. Del otro lado de la línea, oyó una voz que, simplemente, dijo: "Valle se quiere entregar." Era un conocido suyo: Andrés Gabrielli. En su departamento de la Avenida Corrientes estaba Valle, por entonces el prófugo más buscado del país. Manrique garantizó que se le respetaría la vida. 
A la madrugada del martes, Manrique salió al frente de una comisión militar para detener a Valle. 
Horas antes, Héctor Cándido, de 21 años, un aspirante del tercer año en la Escuela de Mecánica del Ejército, regresó tras un franco a esa dependencia, ubicada sobre la calle Pichincha. La ciudad estaba convulsionada y cerca del Regimiento tuvo que identificarse para avanzar. Adentro imperaba un clima vidrioso y él permaneció por horas en la guardia. Entonces vino un aspirante más antiguo y se puso a señalar: "¡A ver, vos, vení, y vos, y vos!" Los elegidos fueron con él hasta un descampado. Les dieron un fusil a cada uno, antes de formarlos en grupo. Y los pusieron delante de cuatro suboficiales. Recién ahí Cándido se dio cuenta de que integraba un pelotón de fusilamiento. Las ejecuciones de los suboficiales Miguel Paolini, José Rodríguez, Ernesto Gareca y Hugo Quiroga fueron simultáneas. El general Ricardo Arandia daba las órdenes. Garecca se abrió la camisa al morir. Rodríguez alcanzó a dar unos pasos antes de caer de bruces. Arandia les dispensó los tiros de gracia. En ese instante, tras una maldición a viva voz, Cándido vomitó hasta vaciar las tripas.
Ya durante el alba del martes, Manrique –que lucía jinetas de capitán de navío–, llevó a Valle hacia el Regimiento I de Palermo. En el trayecto, intentó ser amable, y dijo: "Gabrielli le salvó la vida, general." Valle no le contestó. 
En Palermo fue sometido a un interrogatorio, después del cual se le dijo que ha sido condenado a la pena de muerte.
Su siguiente escala fue la Penitenciaría Nacional. 
Tal vez en su celda haya evocado la figura de su asesino. 
Aramburu y él habían ingresado juntos al Colegio Militar. Allí serían compañeros de banco hasta que egresaron como subtenientes. En aquellos tiempos los unía una gran amistad. Hasta compartían con sus familias largos veraneos en Mar del Plata. Años más tarde, con otros generales, participaron en la constitución de una sociedad para la construcción de un edificio en las calles presidente Perón y General Urquiza, en Mar del Plata. Pero, ya se sabe, tomaron caminos diferentes. La esposa de Valle imploró clemencia la noche el 12 de junio, apelando al viejo amigo. No obtuvo respuesta. Minutos después, un oficial con semblante impávido pasó por la celda del condenado para transmitirle las dos últimas palabras que oiría en su vida: "Ya es la hora."
En ese mismo instante, el coronel Ricardo Ibazeta aguardaba en Campo de Mayo su turno para el paredón, junto con otros cinco sublevados. Su esposa, Susana, había ido a la quinta presidencial de Olivos para pedir clemencia. Desde el lado exterior del portón, un guardia le indicó que esperara. Aquella espera se prolongó por un cuarto de hora. Recién entonces, fue atendida por Manrique. Ella le pidió hablar con Aramburu. La respuesta fue: "Lo siento, señora, el presidente está durmiendo (ver recuadro)." 
El coronel fue fusilado al filo de la medianoche. 

TOMO Y OBLIGO. Es posible que el comisario inspector Rodolfo Rodríguez Moreno no haya podido recordar con precisión aquella misma medianoche, ya que la atravesó atiborrado de ginebra, derrumbado sobre la barra de un tugurio de mala muerte, en algún lugar del sur bonaerense. 
Durante el atardecer del domingo, en su calidad de jefe de la Regional San Martín, recibió una orden por vía telefónica: "¡Fusile a los detenidos! ¡Fusile a todos!" Esas palabras, trasmitidas por vía telefónica, habían salido de la boca del mismísimo jefe de la fuerza, el teniente coronel Desiderio Fernández Suárez. Se refería a 12 civiles apresados en una casa de la zona. Rodríguez Moreno no salía de su asombro. Y repreguntó la orden una y otra vez. Fernández Suárez, entonces, montó en cólera. El comisario tuvo una duda: ¿cómo se hace un fusilamiento? Él lo ignoraba y no conocía a nadie que lo supiera. Ni sabía donde efectuar el asunto. "¡Mire el problema que se hace, el lugar! ¡Llévelo a cualquier baldío y fusile a todos!"
El lugar elegido fue ese basural de José León Suárez. Los 12 detenidos llegaron allí amontonados en un camión. Julio Troxler advirtió enseguida que el destino era la muerte.  El comisario dirigió personalmente el operativo. Hubo fallas. Juan Carlos Livraga se alejó corriendo hacia la oscuridad. Troxler y Reinaldo Benavídez también lograron escapar. Carlos Lisazo no tuvo la misma suerte, al igual que Marcelo Brión. Miguel Ángel Giunta escapó, pero su amigo Francisco Garibotti no pudo. Nicolás Carranza suplicó en nombre de sus hijos que no lo mataran, pero sin éxito. A Vicente Rodríguez, sus 120 kilos le impidieron correr y cayó abatido. Horacio Di Chiano pudo escapar, lo mismo que Rogelio Díaz. El propio Rodríguez Moreno remató a los heridos; cinco, en total.
Con la excepción de Aramburu, los responsables de la masacre no fueron rozados por el juicio de la Historia.  «

La orden
Los mandantes
Los fusilamientos de junio de 1956 fueron ordenados por Rojas, Aramburu y los ministros de Ejército, Arturo Ossorio Arana; de Marina, Teodoro Hartung; de la Fuerza Aérea, Julio César Krause; y de Justicia, Laureano Landaburu.  

El presidente duerme
El poema El Presidente Duerme, de José Gobello, alude a un episodio que lo tuvo a Manrique de protagonista. 
"La noche yace muda como un ajusticiado, Más allá del silencio nuevos silencios crecen, Cien pupilas recelan las sombras de la sombra, Velan las bayonetas. Y el presidente duerme / El llanto se desató frente a las altas botas. Calle mujer, no sea que el llanto lo despierte. Sólo vengo a pedirle la vida de mi esposo. ¡El presidente duerme! / Reflectores desgarran el seno de la noche, El terraplén se aprestó a sostener la muerte, El pueblo se desveló de angustia y de impotencia Y el presidente duerme /Tras de las bocas mudas laten hondos clamores... con su deber y que ninguno tiemble. De frío ni de miedo! En una alcoba tibio El presidente duerme / Viva la patria! Y luego los dedos temblorosos, Un sargento que llora, soldados que obedecen, Veinticuatro balazos horadando el silencio... Y el presidente duerme. / Acres rosas de sangre florecen en los pechos, El rocío mitigó las heridas aleves, Seis hombres caen de bruces sobre la tierra helada Y el presidente duerme / ¡Silencio! ¡Que ninguno levante una protesta! ¡Que cese todo llanto! ¡Que nadie se lamente! 
Un silencio compacto se adueñó de la noche. Y el presidente duerme. /Oh, callan, callan todos! Callan los camaradas... Callan los estadistas, los prelados, los jueces... El Pueblo ensangrentado se tragó las palabras Y el presidente duerme. / El Pueblo yace mudo como un ajusticiado, Pero, bajo el silencio, nuevos rencores crecen. / Hay ojos desvelados que acechan en la sombra. Y el presidente duerme."
Dos décadas después, paradójicamente, Gobello apoyaría a la última dictadura.
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sábado, 1 de junio de 2013

SANDRA RUSSO

La Era del Jazz

Tomado del diario Página 12 del día de la fecha

“Si hombres de negocios desalmados influían de aquel modo sobre el gobierno, entonces quizás habíamos ido a la guerra debido a los empréstitos de J. P. Morgan”, escribió en 1931 Francis Scott Fitzgerald, al principio de su ensayo sobre la Era del Jazz. En los primeros párrafos enmarca la década de 1920, los Años Locos, su propio esplendor, el mosaico prematuramente arcilloso de su juventud. El 1º de mayo de 1919 había habido, como todos los años desde hacía ya décadas, revueltas obreras y campesinas que pedían jornadas laborales que los equipararan con los trabajadores estatales y de servicios, que ya habían obtenido esas conquistas en Estados Unidos. Pedían un tercio del día para trabajar, otro para dormir y otro para estar en familia. Hubo una fuerte represión en el Madison Square Garden. Hacía apenas meses que había terminado la Primera Guerra. En ella habían combatido más de setenta millones de personas. Habían muerto nueve millones de soldados. Con el armisticio, terminaba un orden mundial y surgía uno nuevo, en el que Estados Unidos aparecía como la nueva potencia emergente.

Mientras ese nuevo diseño mundial permanecía todavía opaco para sus contemporáneos, esas generaciones de jóvenes norteamericanos vivieron una larga borrachera, ambientada con jazz. Porque de cuajo, al empezar los ’20, escribe Fitzgerald en el ’31, “empezamos a hincarle el diente al pastel nacional y nuestro idealismo sólo se encendió cuando los periódicos hicieron melodrama de historias tales como la de Harding y la Banda de Ohio o la de Sacco y Vanzetti. Los acontecimientos de 1919 nos volvieron cínicos más que revolucionarios, aunque ahora todos andemos revolviendo nuestros baúles preguntándonos dónde diablos habremos puesto nuestro gorro frigio –‘sé que lo tenía’– y la blusa de mujik. Fue característico de la Era del Jazz el que no hubiera interés alguno por la política”.

Fui la semana pasada a ver El Gran Gatsby, la película de Baz Luhrmann, que no tengo interés en reseñar aquí. Pero diré que me faltó el jazz y me sobró el hip hop. O podría decirse que, como autor, me sigue interesando más Fitzgerald que Luhrmann, eso es todo. “Eramos la nación más poderosa. ¿Quién podría seguir diciéndonos lo que estaba de moda y cómo divertirse?”, se pregunta Fitzgerald en su ensayo, cuando todo había acabado. Estaba a punto de su desmoronamiento personal, y pasaba en limpio, en los ensayos del Cruck Up, los agitados años anteriores, sin defenderse, sin justificarse. Ellos eran los que habían sido adolescentes durante la guerra. La generación medio chiflada que llegó a la edad adulta antes de hora: los niños bien –y había cantidades de nuevos niños bien: es uno de los ejes de la novela de Fitzgerald el enfrentamiento entre una sociedad aristocrática y elitista, cerrada, y una nueva sociedad que formula, no sin dobleces, el sueño americano basado en el premio al esfuerzo– conducían a toda velocidad sus propios automóviles, las chicas se emancipaban de sus familias, se dejaban tocar sus partes íntimas en los asientos traseros –ese complejo ritual del petting que tan bien describió la antropóloga Margaret Mead–, y el rito de iniciación para hombres y mujeres pasaba por una noche seguida de otra noche en la que nadie se acordaba ni dónde ni con quién había estado.

En 1919 Estados Unidos ya rebosaba de la prosperidad de la posguerra cuando decidió autoinfligirse una prohibición que le abriría la puerta no sólo al mercado negro, sino a la doble moral que siempre lo acompaña: la Ley Seca. Los columnistas de los diarios celebraban que los que entonces eran adolescentes serían la primera generación de norteamericanos que crecerían sin probar el alcohol. Pero esa enunciación cuáquera presagiaba altos grados de descomposición social. Pasó todo lo contrario, según describe el mejor de los cronistas de la parte de afuera de los años ’20, Fitzgerald, quien por cierto murió de cirrosis. Las mujeres, que habían perdido esposos, padres, novios en la guerra, entraron masivamente al mundo del trabajo. Pudieron votar. Aparecieron las flappers, tan norteamericanas en tiempos de inmigración masiva, que se tomaban todo en broma menos su propia capacidad de vivir vidas totalmente diferentes de las de sus madres.

“La vida es algo que se rinde a tus pies si tienes algo de talento”, es una frase del Cruck Up que el narrador de El Gran Gatsby pronuncia en la introducción de la película. Esa era la autoconfianza. Esa era la llave de entrada a las ligas mayores del mundo. La vida se rendía a los pies de esos jóvenes norteamericanos como los de la película. Gatsby es grande porque vive para algo, para una mujer que ni siquiera existe tal como él la ama. Gatsby no ha perdido su esperanza. Espera a Daisy haciéndose muy rico para merecerla. Si uno no tenía dinero, evoca el Fitzgerald ya fracasado y cercano a los cuarenta años, en los ’20 lo conseguía. Dinero había, y por todas partes.

Ya nadie sabía muy bien de dónde venía ese dinero, si de la guerra, del mercado negro del alcohol o de las finanzas. Esa es una de las bisagras que desnuda El Gran Gatsby: él, que era un hombre muy rico y misterioso, no se daba a conocer más que a través de las “fiestas azules” que organizaba en su mansión. Deja creer que ha estudiado en Oxford, pero no es cierto: no pertenece a una clase con acceso a esa universidad ni a ninguna otra. Se ha hecho rico gracias al mercado negro. Era la época de Al Capone y Lucky Luciano. Y la de Los Intocables, que eran necesarios precisamente porque la policía y la política estaban mezcladas con el mundo del delito. El gran choque de Gatsby es con su rival, el marido de Daisy, un rico heredero portavoz de una clara línea recta republicana, la de los Estados Unidos de la supremacía blanca y la reformulación contemporánea de la ley del revólver, que persiste y se arraiga hasta hoy. En 1922 comenzaron a aparecer los programas de radio a gran escala. Y con ellos, el jazz, que ya vibraba en los clubes clandestinos, atravesado por ese lado B de lo norteamericano, se volvió blanco. Blanco no necesariamente porque los cantantes blancos de jazz fueran los más difundidos por las radios, sino también porque su amplificación lo pasteurizó. La Era del Jazz de la que habla Fitzgerald incluye tres etapas: el jazz para ellos primero fue sexo, después baile y después música. Fue la música de fondo de una generación que hizo gala de un tipo de autoconfianza colectiva que de alguna manera los hechizó. Porque mientras ellos bailaban y se embriagaban, estaban pasando otras cosas.

A fines de octubre de 1929, cayó Wall Street. No fue por las travesuras de los jóvenes norteamericanos, ni por los reclamos obreros de mejores salarios y menor carga laboral, ni por las orquestas de jazz que empezaron a irse a París. No fue un problema social el que provocó la caída de la Bolsa y redujo la economía mundial a su mínima capacidad de expresión. Lo que más bien pasó es que en los ’20 había hecho su entrada en el nuevo orden mundial la especulación, y en 1929 estalló la primera y letal burbuja financiera. Fitzgerald no cita por casualidad a J. P. Morgan. La connivencia entre la política y las finanzas llegaría para quedarse.

El lo refiere así, cuando ya estaba entrando en su propia depresión: “Alguien había cometido un disparate y la orgía más cara de la historia se terminó. Terminó hace dos años, porque la total confianza que era su apoyo esencial recibió una terrible sacudida, y a la endeble estructura no le llevó mucho tiempo venirse abajo. Y al cabo de dos años, la Era del Jazz parece tan lejana como los días anteriores a la guerra. Era un tiempo prestado, en cualquier caso, con toda la minoría selecta de una nación viviendo con la indiferencia de los grandes duques y la despreocupación de una corista”.
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jueves, 30 de mayo de 2013

JORGE LUIS BORGES

La relación de Jorge L. Borges con Bolivia, un libro y un poeta perdido
 
El escritor argentino dijo pocos años antes de morir que su poeta favorito era el boliviano Ramiro Tamayo, un desconocido incluso en su propio país natal. Borges le leyó su poema predilecto de este autor al escritor y periodista argentino Albino Gómez.

Tomado del diario Tiempo Argentino del día de la fecha
Por Martín Zelaya Sánchez

Una noche de jueves, tras largas horas hablando de libros y música junto a una botella de Fernet que se resistía a ceder, mi buen amigo, el bardo tarijeño Marco Montellano, me lanzó sin medias tintas: "¿Sabías que el poeta favorito de Borges era un boliviano?"
Y me habló entonces de Ramiro Tamayo, "que nada tiene que ver con Franz Tamayo, y que casi nadie conoce, pues ni siquiera aparece en los libros de historia de la literatura'".
Pasaron muchos meses, entre vueltas y olvidos, hasta que terminé por fin de decidirme a rastrear la ligazón –escasa, modesta, pero ligazón al fin– de Jorge Luis Borges con Bolivia, y escribir un artículo al respecto.
Dijo el autor de Los conjurados, pocos meses antes de morir, a un entrevistador boliviano: "Bueno, quiero contarle que una vez en una librería encontré un libro sobre Borges –le encantaba hablar de sí mismo en tercera persona–. Lo había escrito Marcial Tamayo (boliviano), al que después conocí.' Mi memoria asocia Bolivia con Ricardo Jaimes Freyre, el poeta más preciosista del modernismo; y luego tienen a Reynolds, y al mismo Tamayo'". 
¿Cuál Tamayo?, habrá que preguntarse. ¿Tal vez, por el contexto, esta vez sí Franz Tamayo? ¿O Marcial?, ¿O su hermano menor, Ramiro, un comunicador, cineasta e intelectual boliviano que creció y vivió gran parte de su vida en Buenos Aires, y que escribió el poema que tanto fascinó a Borges?
En 2007 el poeta y crítico Juan Carlos Ramiro Quiroga posteó en su blog el artículo "Borges a calzón quitado", en el que Albino Gómez cuenta de la relación del mayor escritor argentino de la historia con los Tamayo. Nadie le dio entonces mucha bolilla a ese texto, pese a su valía.
Cuenta Gómez: "Ramiro comenzó a destacarse por una tan excelente producción poética que motivó un breve prólogo de Borges a lo que constituyó su primer libro de poemas, donde el escritor se refería a sí mismo como un "poeta crepuscular" –a pesar de que todavía no tenía 50 años– llamando a Ramiro un "poeta del alba".
Más adelante, Gómez cuenta que Tamayo era tan perfeccionista que retiró y devolvió el libro varias veces a la imprenta y al final nunca se editó. Y comenta: "'con sus 18 años, Ramiro Tamayo era para su gusto (de Borges) el mejor poeta de nuestra lengua. Y con esa memoria prodigiosa que siempre lo caracterizó, a pesar de los más de 20 años transcurridos, recordó y recitó uno de los poemas de Ramiro que decía..." (ver recuadro).

DUDAS. Pero ¿cómo es posible, entonces, que pocos hayan oído hablar de los Tamayo y, sobre todo, que nadie o casi nadie en el país se haya preocupado de un poeta que deslumbró ni más ni menos que al mismísimo Borges?
"Ten cuidado con que sea un poema apócrifo", me advirtió Luis "Cachín" Antezana, autor del libro Álgebra y fuego: lecturas de Borges.
Considerado como uno de los máximos eruditos borgeanos en el país, tras leer el texto de Gómez, Antezana se limitó a comentar: 
"No hay mucho que decir al respecto: los Tamayo fueron amigos de Borges, efectivamente. Biográfica y bibliográficamente se sabe que el único libro dedicado a su obra que Borges leyó fue el primero: el que escribieron Adolfo Ruiz Díaz y Marcial Tamayo (Borges. Enigma y clave). Está inclinado a discernir las fuentes clásicas (grecolatinas) en Borges; pero, en el camino, tiene un excelente análisis del cuento 'La muerte y la brújula'".
Similares dudas tiene Rodolfo Ortiz, director de la revista La Mariposa Mundial: "Que yo sepa Borges elogió no sin cierta dosis de ironía el poema 'Peregrina paloma imaginaria', de Ricardo Jaimes Freyre'." 
"Del tal Ramiro Tamayo –comenta– nada encontré en mi gaveta y tengo serias dudas del texto que me mandaste no vaya a ser un apócrifo más sobre el maestro". 
Qué mejor entonces que recurrir a la fuente primaria. "Deseo que quede bien en claro que el poema recitado por Borges pertenecía a Ramiro Tamayo y estaba dedicado a una bella muchacha que cursaba la carrera de abogacía, y fue publicado en la revista de poesía Latitud 34", sostiene Gómez, escritor y diplomático argentino, amigo de Marcial y Ramiro, y que hace pocos días tuvo la gentileza de contestar un cuestionario, luego de que la magia de Google permitiera ubicarlo. Hasta aquí lo de los Tamayo.

EL LIBRO DE DANTE. Terminé de decidirme a escribir esta nota, decía antes respecto al "caso Tamayo", pero en realidad una idea primigenia había surgido mucho antes, a fines de los '90, cuando hallé en un cajón de ofertas de una librería de Sopocachi un libro en el que Dante Escóbar cuenta cómo Borges le mostró, una tarde de 1985 en su casa de la calle Maipú, en pleno centro de Buenos Aires, un ejemplar de Índice de la poesía boliviana contemporánea, de Juan Quirós.
Hábil, conociendo todos los obstáculos de la casa, se dirige a una sección de la biblioteca y trae consigo un volumen azul. "Vea este libro –le dice el escritor a Escóbar, sí, al mismo Dante Escóbar que años después fue juzgado y condenado por un millonario fraude y que aún hoy está preso en La Paz–: me llegó en los últimos meses. Me lo han recomendado y tengo deseos de conocer lo que se ha escrito en Bolivia en los últimos diez años”.
En otro momento de la extensa entrevista –publicada en un extraño libro llamado Las obsesiones de Borges (Distal, 1989)– el autor de El hacedor comenta: "Qué bueno que ustedes los bolivianos se acuerden aún de Ricardo Jaimes Freyre sus leyes sobre la versificación son una obra maestra".
Cuando, tras hablar de autores, libros, estilos, mitología, religión, ontología, la charla gira en torno al periodismo y las entrevistas, Borges, franco, admite que "son reprochables" porque el periodista generalmente "asume el predestinado papel de interrogador fiscal". 
No obstante, lo arregla pronto y dice: "Pero si me piden un reportaje para un diario del interior o, en su caso, de Bolivia, pienso que puedo ayudarlos y lo hago contento. No sé, me llama la atención su país, donde hay gente que se interesa por lo mío y los artículos que usted publicó sobre mí en La Nación."
Siempre quise escribir algo en torno a este pequeño texto –son 120 páginas, pero la entrevista ocupa apenas 70; el resto, es una arbitraria "antología poética" de Borges elaborada por el autor–, pero recién hace un par de semanas lo reencontré, tras varios años olvidado, en uno de los cajones de libros que yacen bajo los anaqueles de mi pobre biblioteca que nunca termino de ordenar.

LO DE MENOS Y LO DEMÁS. Menciona Ortiz a Jaimes Freyre, que, sin lugar a dudas, es la máxima referencia que Borges tenía sobre Bolivia, pues incluso lo mencionaba como ejemplo y recitaba sus versos en varias conferencias de su vejez.
Además de Jaimes Freyre (ver recuadro), los Tamayo y Dante Escóbar, algunas breves "relaciones" del autor de El Aleph con nuestro país se hallan en el diario de Adolfo Bioy Casares:
Un comentario desfavorable de Borges sobre una conversación que tuvo en 1968 con la esposa del embajador boliviano en Argentina y un proyecto de luna de miel en Bolivia, cuando Borges quiso casarse con María Esther Vásquez.
 Por lo demás, en el prólogo a Un bárbaro en Asia, de Henri Michaux, traducido por él mismo, Borges escribe: "Hacia 1935 conocí en Buenos Aires a Henri Michaux ('). Solía asombrarnos con noticias tristísimas de Bolivia, donde había residido un tiempo."
La última, que sólo hay que tomar como rumor, pues no hay fuentes ni rastros. En plena guerra de las Malvinas, Borges habría declarado que "Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine" y que "las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar". No consta a nadie, pero quién sabe. «

Ramiro tamayo, el gran poeta sin libro
Tratando de zanjar la polémica, y tras ubicar su correo electrónico, le preguntamos a Albino Gómez: "Aparte de lo que cuenta en el artículo, ¿recuerda algo más que Borges haya mencionado sobre su relación con Marcial y Ramiro Tamayo?"
Debido a que no pocas veces se atribuyeron al maestro textos y poemas apócrifos, y ante las pocas referencias de Ramiro Tamayo, en Bolivia hay quienes sospechan que quizás el referido poema sea también un apócrifo. ¿Cómo puede Gómez ayudarnos a disipar esta duda? Resumimos, a continuación, la extensa respuesta.
"Ramiro fue un gran poeta y es verdad que su perfeccionismo le impidió editar ese libro (en el que iba a estar el poema que sólo la memoria de Borges mantuvo vivo). Yo lo conocí en quinto año del Colegio Nacional, cuando él llegó con su padre, don José Tamayo, su madre, su hermano Marcial, que ya tenía 28 años, y Celicetta, su hermana de 20 años."
"Fuimos muy amigos durante años. Ingresamos juntos a la Facultad de Derecho que pronto él abandonó porque no le interesaba. Lo malo es que también dejó la poesía y eso fue una gran pérdida. Se dedicó al cine primero y con el entonces periodista e incipiente escritor Tomás Eloy Martínez, luego famoso, hicieron un filme sobre una leyenda norteña que tuvo muchos premios y creo que figura en las buenas enciclopedias del cine." (…)
"Quien tuvo más continuada relación con Borges fue su hermano Marcial. Porque los Tamayo, a pesar de que al caer Villarroel don José dejó de ser embajador, siguieron viviendo en Buenos Aires."
"Y don José, ya viudo, llegó o pasó los 90 años y recibió siempre la generosa ayuda de Marcial, que desarrolló una gran carrera y publicó un extraordinario libro dedicado a su padre, que es una verdadera joya literaria. El título es Demasiada luz, y lo publicó la editorial Proa, con ilustraciones de la hermana de Borges, Norah."
"Yo seguí tratando más a Marcial que a Ramiro porque coincidimos en Nueva York y en Washington, donde Marcial estuvo unos diez años como representante del Secretario General de ONU ante la Casa Blanca."
"Así fue cómo en 1967 y 68 recibí a Borges en dos oportunidades. En la segunda, cuando se quedó tres días, me dijo que la única persona con la que le interesaba conversar en Washington era con Marcial."
"Cenaron en mi casa y charlaron hasta casi las tres de la mañana. Borges estaba acompañado por su primera y reciente mujer, de la cual se separó rápidamente."
"En fin, no quiero tomarle más tiempo, pero puede usted afirmar con total seguridad que el poema recitado por Jorge Luis Borges pertenecía a Ramiro Tamayo. La muchacha a quien fue dedicado, lo merecía." 
Va, entonces (en cuadro adjunto), el poema que Borges le recitó a Gómez en una entrevista citada en el artículo "Borges a calzón quitado", que se puede hallar velozmente googleando.

Ricardo jaimes freyre
"En el caso especial de Jaimes Freyre –pregunta Dante Escóbar avanzada la entrevista, en su libro Las obsesiones de Borges– ¿sentía usted alguna influencia de su poesía?" "Quizás –responde el maestro– muchas de mis primeras experiencias poéticas tienen influencia de Jaimes Freyre; era un preciosista. En su poesía, y no lo digo porque usted sea boliviano, la página es parte del lenguaje en la comunicación íntima poeta-lector. En Darío también hay una comunicación íntima, como la hay en otro gran poeta como lo es Verlaine."
"No me cabe duda de que en mi libro Fervor de Buenos Aires hay versos con notable influencia de Jaimes Freyre y Lugones."
"Es realmente curioso, ¿no?, que Jaimes Freyre haya sido más honrado, homenajeado aquí, en Argentina, y no en su propio país, con lo que se confirma que el oficio de escritor es extraño: unos reciben muchos elogios y premios, y otros son desestimados o rechazados por cuestiones extraliterarias."
"… Recuerdo sus famosos versos –dice mucho después, casi al final de la larga charla lograda en cuatro tardes consecutivas– 'Peregrina paloma imaginaria, que enardece los últimos amores; alma de luz, de música y de flores, peregrina paloma legionaria." Cómo no hallar metáfora en estos versos, y no importa el sentido intelectual de los versos; lo que importa es que nos llegan… son versos preciosos." 

El poema de r. tamayo
Tú que tienes los ojos como caminos de Dios. / Que los tienes como atardeceres en los ventanales / de mi casa / (ahí, frente a los árboles / que reciben el viento que llega desde el campo). / Tú que tienes los ojos como un Domingo / como uno de esos días esperados desde la infancia. / Que los tienes poblados de sueños / y de cuentos deslumbrantes. / Tú que miras con esa lejanía /con que se miran las cosas supremas. / Tú que tienes esos ojos dime: Qué es eso algo triste / que está andando por las calles? / Lo que nos despierta –a veces en / medio del sueño / con grandes lágrimas. / Aquella pesada hoja que cae / y se demora en la frente. / Dime despacio / el nombre del niño de los pómulos violetas / que afronta una mudez aciaga. / Tú que tienes los ojos poblados de cielos / que los tienes repletos de ansiedad. / Repite esas palabras tenaces / –y tan débiles / que llenan las horas sin horas. / Muchacha, repítelas.
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miércoles, 29 de mayo de 2013

EL CORDOBAZO

HOMENAJE

Tomado de www.escuelas.edu.ar 

Nuestra experiencia nos ha enseñado que,
sobre todas las cosas, debemos ser pacientes,
perseverantes y decididos.
A veces pasan meses sin que nada
aparentemente suceda.
Pero si se trabaja con ejercicio de estas
tres cualidades, la tarea siempre ha de fructificar;
en una semana,
en un mes
o en un año.
Nada debe desalentarnos.
Nada debe dividirnos.
Nada debe desesperarnos".

Agustín Tosco 
Dirigente Sindical Revolucionario 


Agustín Tosco al frente de la marcha
Córdoba se había convertido en la capital industrial del interior. En ella estaban instaladas la mayoría de las fábricas de automotores del país, una industria moderna propiedad de poderosas sociedades extranjeras como Fíat y Renault. Esta última había adquirido las instalaciones de Industrias Kaiser Argentina, IKA, de origen estadounidense, radicada en Córdoba desde 1955 y dedicada a la producción de automóviles. Los obreros industriales que trabajaban en esas plantas recibían salarios más altos que el salario promedio industrial percibido en otras provincias. Como resultado de todos estos factores, en la ciudad de Córdoba se profundizó el proceso de urbanización.

      En mayo de 1969, el Poder Ejecutivo Nacional dictó un decreto por el cual se derogaban los regímenes especiales sobre el descanso del sábado inglés en Mendoza, San Juan, Tucumán y Córdoba. Al mismo tiempo también anunció el congelamiento de los convenios colectivos y de los salarios. 

      En Córdoba, las regionales de SMATA - el Sindicato de los Mecánicos de Automotores y Transportes de la Argentina -, de Luz y Fuerza y la UTA - Unión de Tranviarios Automotor- convocaron a una asamblea general. Las conducciones de estos tres sindicatos, cuyos trabajadores recibían los salarios más altos del país, lideraron la protesta. La sesión de esa jornada terminó con un enfrentamiento con la policía y un llamado al paro general.

       El 29 de mayo de 1969, obreros y estudiantes cordobeses y de otras provincias salieron unidos a las calles de Córdoba. Ante la magnitud de la movilización; Onganía ordenó que las Fuerzas Armadas se hicieran cargo de la represión. La protesta fue un hecho localizado en la ciudad de Córdoba y como resultado de los enfrentamientos hubo presos, decenas de heridos y 16 muertos, algunos ajenos a la manifestación.

      La protesta se extendió a otras provincias. Rosario fue declarada zona de emergencia y colocada bajo jurisdicción militar. También se profundizaron los conflictos en la provincia de Tucumán. El cordobazo fue el inicio de un proceso de agudización de la protesta social y la lucha armada que, desde entonces y por varios años, se desarrolló en la sociedad argentina.

  Los estudiantes en el mayo cordobés.

      Un rasgo original del movimiento estudiantil de 1969 fue el ejercicio de la crítica a la organización, los contenidos y la práctica de la enseñanza. Es cierto que esta línea de acción estudiantil fue uno de los argumentos centrales de la Reforma de 1918, y el movimiento estudiantil reformista siempre manifestó una genuina preocupación por lo que se denominaba la cuestión de la calidad de la enseñanza. Lo distintivo de 1969 fue la radicación de los planteamientos y el inicio de lo que podríamos llamar acción directa en muchas cátedras, escuelas y facultades, contra los profesores que eran considerados los representantes más evidentes del statu o la política de la dictadura en lo académico: mala calidad de sus conocimientos, desactualización, falta de pluralismo en los discursos, autoritarismo en la relación docente - alumno.

      Lo novedoso respecto de la práctica anterior del movimiento reformista estuvo dado por la masividad de la participación y la generalización de los reclamos hasta constituirse en una demanda general que abarcó prácticamente a toda la universidad.

      Además, los reclamos relacionados con la calidad de la enseñanza se convirtieron en el eje de una movilización activa e inmediata. (Tomado de Horacio Crespo y Dardo Alzogaray, Los estudiantes en el Mayo cordobés).

  Los sectores sociales y políticos frente al Cordobazo.

      Luego de los sucesos del Cordobazo, los distintos sectores sociales analizaron los hechos con la intención de encontrar su significado.

      Los empresarios de la Confederación General Económica y el sindicalismo participacionista y vandorista explicaron el Cordobazo como el resultado de la aplicación de una política económica y social liberal que, por no contemplar los costos sociales, generaba tensiones que se habían acumulado y que finalmente explotaron en aquel episodio. Frente a esta situación, proponían la conformación de una alianza social entre algunos sectores de las Fuerzas Armadas, los empresarios nacionales y los trabajadores. Reconocían la importancia de las inversiones de capital extranjero pero sostenían la necesidad de un mayor control sobre ellas.

      Tanto la CGE como la CGT propusieron la sustitución de Krieger Vasena. Ambas entidades entendían que las movilizaciones populares que se habían extendido en todo el país después del Cordobazo, podían servir como elemento para presionar al gobierno y lograr cambios en la orientación de las políticas que favorecieran sus intereses.

       Los principales medios periodísticos y amplios sectores de la gran burguesía industrial tenían una lectura diferente de la situación. Desde el punto de vista de estos sectores, los acontecimientos ocurridos en el interior fueron el resultado de la falta de autoridad del gobierno frente a lo que entendían era el avance del comunismo internacional. Criticaron que el gobierno no hubiera desmantelado la capacidad de organización de los sindicatos y que no hubiera ordenado reprimir con mayor dureza los desbordes sociales.

      Desde el punto de vista de las organizaciones de la izquierda peronista y los partidos y agrupaciones de izquierda no peronista, el Cordobazo significaba el comienzo de la revolución social que conducía al país hacia el socialismo.

       Por su parte, los partidos políticos tradicionales, el peronismo y el radicalismo pensaban que la violencia social tenía que tener como objetivo la recuperación de la democracia. Sostenían que la vida política del país debía reencauzarse en las instituciones del sistema republicano.

      Para los sectores liberales más tradicionales, el Cordobazo representaba la pérdida del orden y la confirmación de la imposibilidad de consolidar un modelo económico de crecimiento y de estabilidad sobre la base de los valores nacionales.

  Las consecuencias políticas del Cordobazo.

      El Cordobazo provocó varias renuncias en el gobierno. Fueron reemplazados el general Imaz, ministro de Interior y hombre de confianza de Onganía, y el ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena.

      Krieger Vasena fue reemplazado por Dagnino Pastore, un técnico alejado de las expectativas de la CGE y la CGT pero que tampoco contaba con la confianza de la gran burguesía industrial. Rápidamente disminuyeron las inversiones y se aceleró la inflación.

      Los sectores militares liberales comenzaron a planear el desplazamiento de Onganía del gobierno. Para la gran burguesía industrial y la mayoría de las Fuerzas Armadas, los tiempos de Onganía al frente del gobierno habían llegado a su fin.

      Hacia 1970, estos sectores no tenían muy claro qué tipo de sistema iba a reemplazar al instaurado por Onganía. No estaban de acuerdo con la política negociadora de Onganía con los sindicatos, pero consideraban necesario encontrar una salida política que contuviera la presión social y obtuviera cierto consenso entre algunos sectores de la sociedad.

      También para los sectores más conservadores, el Cordobazo había puesto en evidencia las limitaciones del Estado burocrático autoritario implantado en 1966.

 La caída de Onganía.

      Después del Cordobazo, el clima de violencia social se agravó. El 30 de junio de 1969, el gobierno declaró el estado de sitio en todo el país. Esta medida, que significaba la suspensión de las garantías constitucionales de los ciudadanos fue justificada para "dotar al gobierno del instrumento legal adecuado para asegurar la paz y el orden en todo el territorio de la república".

      Sin embargo, entre junio de 1969 y mayo de 1970 se produjo una serie de acontecimientos violentos y movilizaciones sociales que tuvieron profunda repercusión en toda la sociedad y que terminaron de debilitar la posición de Onganía.

      Sin duda, el hecho decisivo que precipitó la caída de Onganía fue el secuestro del general retirado y ex presidente Pedro Eugenio Aramburu por los Montoneros en el mes de mayo de 1970. Aramburu fue asesinado el 1 de junio y su cadáver fue encontrado unos días después.

      El 8 de junio, la Junta de Comandantes dio a conocer un comunicado en el que anunciaba que "las Fuerzas Armadas no estaban dispuestas a otorgar un cheque en blanco al Poder Ejecutivo Nacional". Finalmente, esa noche, Onganía presentó su renuncia

martes, 28 de mayo de 2013

VICENTE BATTISTA

Esperanza

Tomado del diario Página 12 del día de la fecha

No es fácil cambiar de diario. El lector se acostumbra a los títulos, los modos de diagramación, las formas gráficas. Si bien leo diversos medios por Internet, mantengo la buena costumbre de desayunar junto a un diario específico, al que podríamos denominar el “periódico de cabecera”. Hacia fines de 2003 ese periódico era Clarín: todas las mañanas lo tuve junto a la taza de café con leche y la tostada con manteca, hasta que comprendí que su lectura me agriaba el desayuno. Harto de tanta mala honda y tantas mentiras, pasé por el quiosco y le pedí al canillita que suspendiera Clarín y me trajera Página/12. Desde hace cerca de diez años, Página me acompaña invariablemente en todos mis desayunos. Leer el del domingo 26 me significó evocar nuevamente todos y cada uno de los momentos del día anterior: el sábado de gloria en la Plaza. Me quiero referir en especial a una nota, la de Mario Wainfeld, a una frase de esa nota que, por sencilla y definitiva, me pareció esencial a la hora de definir esta década ganada. Antes de entrar en materia, permítaseme recordar un par de cosas que descubrí camino a la Plaza. En primer lugar, el modo en que se había hecho carne aquel pedido de la Presidenta de responder al odio con amor: no había pancartas que pedían la muerte de los opositores, no había carteles que denunciaban por corruptos a los opositores, no había un solo manifestante que se acordara de los opositores, eran ignorados, del mismo modo que, aunque sea por razones de salud pública, se hace preciso ignorar el bombardeo cotidiano al que nos someten los medios hegemónicos. Y si de bombardeo se trata, recordé el que se había producido en esa misma Plaza poco antes del derrocamiento del gobierno de Perón. Hace un par de semanas, en su programa Bajada de línea, Víctor Hugo Morales mostró un noticiero de la época que culpaba a Perón por ese crimen masivo. El Tirano Prófugo, como lo llamarían poco después, debería haber renunciado, pero como se negó a hacerlo, a los nobles y heroicos aviadores no les quedó otro camino que arrojar sus bombas que destrozaron a hombres y mujeres, a niños y niñas. Todo sea por la patria, el giro “daños colaterales” aún no se había inventado.

Los medios hegemónicos de hoy se comportan del mismo modo que lo hacían los de aquella época. Tal vez por esos días ya circulaba la frase que le atribuyen a Goebbels: “Miente, miente... que algo queda”. Derrocado Perón, los que habían sido sus opositores no aceptaron ni una sola conquista social, cultural y obrera lograda en los años de su gobierno. La oposición actual, nótese, tiene el mismo comportamiento: no hay una sola medida del kirchnerismo que le parezca positiva; como los opositores del ’55, anteponen el insulto a la discusión de ideas. Ayer, Perón y Eva eran criaturas diabólicas, no en vano él había sido excomulgado, ella murió antes de recibir ese castigo. No voy a cometer la indecencia de repetir los agravios que hoy, día a día, sufren Néstor y Cristina. Hay que reconocer, sin embargo, que el clero actual es más tolerante: no excomulga a curas torturadores, tampoco a curas pedófilos.

Es hora de volver a la nota de Mario Wainfeld, a la crónica que hizo luego de su recorrido por la Plaza. No conozco personalmente a Wainfeld, leo sus textos e invariablemente comparto lo que en ellos dice; también el del domingo 26, en donde señala: “Un flaquito pelado que viene de Ensenada, acusa 35 años, con dos pibes a cuestas prodiga cariño. Y explica: ‘Soy hijo de desaparecido y éstos son hijos de la esperanza’”. Recordé a José Martí: “Hay tanto que decir, que ha de decirse con el menor número de palabras posible; eso sí, que cada palabra lleve ala y color”, dijo el poeta cubano. Las palabras del flaquito pelado de Ensenada llevan ala y color, qué duda cabe, ¿hay acaso otra manera más concluyente para definir esta década ganada?

* Su última novela publicada es Ojos que no ven.
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lunes, 27 de mayo de 2013

VIVIANE FORRESTER

Por qué en Europa, pasa lo que está pasando, que ya ocurrió en América Latina.
Invito a leer el ensayo de Viviane Forrester, que ya lleva varios años de su publicación, o sea, que esta mujer, se adelantó en el tiempo a los acontecimientos.
Y la oposición, en Argentina, dice que el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es una dictadura y que va camino al Hitlerismo.
¿Quiénes serán los que fogonean semejante barbaridad? Bueno, tal vez lo escrito por Viviane Forrester, nos aclare la cuestión.
Son los mismos. Siempre los mismos.
En nuestro país, desde el año 1930, cuando comenzaron la seguidilla de golpes de Estado para mantener su ignominia, sus beneficios económicos en detrimento del resto de los argentinos.
Hoy, la oposición, propone lo mismo. 
Dicen NO a la distribución equitativa de la Renta Nacional.

UNA EXTRAÑA DICTADURA
Capítulo 1

Día a día asistimos al fiasco del ultraliberalismo. Cada día, este sistema ideológico basado en el dogma (o el fantasma) de una autorregulación de la llamada economía de mercado demuestra su incapacidad para autodirigirse, controlar lo que provoca, dominar los fenómenos que desencadena. A tal punto que sus iniciativas, tan crueles para el conjunto de la población, se vuelven en su contra por un efecto bumerán, y al mismo tiempo el sistema se muestra impotente para restablecer un mínimo de orden en aquello que insiste en imponer.

¿Cómo es posible que pueda continuar sus actividades con la arrogancia de siempre, que su poder tan caduco se consolide y despliegue cada vez más su carácter hegemónico? Sobre todo, ¿de dónde viene esta impresión creciente de vivir atrapados bajo una dominación inexorable, "globalizada", tan poderosa que sería vano cuestionarla, fútil analizarla, absurdo oponérsele y delirante siquiera soñar con sacudirse una omnipotencia que supuestamente se confunde con la Historia? ¿A qué se debe que no reaccionemos, que sigamos cediendo, consintiendo, atenazados, rodeados de fuerzas coercitivas, difusas, que parecen saturar todos los territorios, ancladas, inextricables y de orden natural?

Es hora de despertar, de constatar que no vivimos bajo el imperio de una fatalidad sino de algo más banal, de un régimen político nuevo, no declarado, de carácter internacional e incluso planetario, que se instauró sin ocultarse pero a espaldas de todos, de manera no clandestina sino insidiosa, anónima, tanto más imperceptible por cuanto su ideología descarta el principio mismo de lo político y su poder no necesita de gobiernos ni instituciones.

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domingo, 26 de mayo de 2013

RICARDO FORSTER

RICARDO FORSTER HABLA DE LA ANOMALÍA KIRCHNERISTA
“El kirchnerismo perturba la buena conciencia argentina”
En su flamante libro, el filósofo y ensayista plantea que la aparición de Néstor Kirchner “rediseñó, hacia atrás y hacia adelante, la travesía del país”. Y aquí plantea que “nadie puede permanecer indiferente a lo que esta década suscitó en términos de discusión”.

Tomado del diario Página 12 del día de la fecha
Por Silvina Friera

Ricardo Forster.
Las pasiones políticas regresaron. La lengua de Néstor Kirchner, a diez años de su irrupción en la escena argentina, “rediseñó, hacia atrás y hacia adelante, la travesía del país”, plantea Ricardo Forster en La anomalía kirchnerista (Planeta). “El kirchnerismo perturba, desacomoda, incomoda; desemprolija una historia que prolijamente iba cegando cualquier posibilidad de cambio. Bajo otra lógica, recobra aquella idea cookeana de lo maldito; rompe ese bloque bien ordenado del poder. El kirchnerismo introduce una febrilidad a la realidad, le sube la temperatura. Me interesa el kirchnerismo en la medida que perturba la buena conciencia argentina”, admite el filósofo en la entrevista con Página/12. “El lenguaje es el centro de una disputa. Las palabras se convierten en instrumentos de construcción de sentido, en trama de controversia política. Y más hoy cuando todo está en discusión. Lo que rescato de este tiempo –por eso el concepto de anomalía que retoma el título de otro libro, pero que ahora piensa específicamente lo kirchnerista– es que no recuerdo un momento histórico donde tantas cuestiones hayan sido puestas en debate público. Y que se lo haya hecho tocando núcleos del sentido común que antes permanecían intocables, independientemente de si uno se siente más próximo o lejano del kirchnerismo. Nadie puede permanecer indiferente a lo que esta década suscitó en términos de discusión.”

–Le han cuestionado el concepto de “anomalía”, una palabra que tal vez genera cierto malestar.

–No soy un defensor a ultranza de una palabra, como si fuera iluminadora del mundo. El concepto de anomalía apunta a un énfasis: qué hay de ruptura, de giro, de perturbación en esta época. Qué trajo el kirchnerismo, en un sentido de ir a contracorriente. Intento ser muy benjaminiano en mi lectura de la realidad histórica, de lo que va sucediendo en el interior de la vida social-político-cultural. Me interesa mucho la idea de la ruptura, de discontinuidad, de sorpresa, de lo inesperado, de la excepcionalidad. No creo en las concepciones acumulativas de la historia, en la historia como una continuidad necesaria. Desde esa perspectiva, me interesa el dislocamiento, la ruptura, el descentramiento; lo que viene de antes, pero cae en el interior de una nueva significación. No pretendo que la anomalía sea una categoría ni que el kirchnerismo no tenga dentro suyo continuidades. Hay un conflictivo vínculo con el peronismo, resabios de la vieja política, dispositivos de alianzas que, lejos de ser innovadores o rupturistas, podrían ser leídos como continuidades de formas previas. Pero el kirchnerismo coloca a todo eso en una “dimensión otra”. Y al colocarlo en esa otra dimensión, lo desplaza. No es lo mismo una alianza con gobernadores o intendentes para llevar adelante las políticas de siempre, que una puja en el interior de un dispositivo tan complejo como el peronismo para sostener una política de transformación de la sociedad.

–¿Qué otras cuestiones son tensas para usted al interior del kirchnerismo, eso que se podría definir como núcleos críticos, problemáticos?

–El kirchnerismo no ha podido todavía salirse de cierto abrazo de oso que le marca una historia muy compleja del peronismo. Soy de aquellos que piensan –y lo digo en el libro– que el kirchnerismo es un plus. Que es el peronismo, pero es algo más. Que el kirchnerismo no debe ser pensado sólo desde la matriz del peronismo, sino que se ha constituido en el interior de una nueva experiencia histórica en la Argentina. Se nutre del peronismo, pero a su vez se mueve en el interior de una realidad que ya no es aquella que definía las circunstancias hegemónicas del peronismo tal cual lo conocimos. El kirchnerismo tiene un problema no menor: cómo construye alianzas y cuáles son los actores sociales y económicos con los que desarrollar esas alianzas. El ideal inicial del kirchnerismo de forjar una burguesía nacional ha fracasado. Los sectores del capital en la Argentina están siempre al borde de la ilegalidad y del juego de debilitamiento de las estructuras institucionales, porque estaban acostumbrados a ser los que determinaban la vida política. El kirchnerismo se ha encontrado frente a un problema no menor en relación con la estructura sindical, que está fragmentada, y no queda claro si hay un actor sindical que pueda sostener al Gobierno, en caso de dificultades. No ha logrado desplegar una transformación de la estructura del Estado que esté a la altura de los cambios que efectivamente sí ha producido. No quiero disculparme frente a la pregunta “¿cuáles son tus críticas?”. Lo voy a decir de una manera muy contundente y decisiva: tanto Néstor Kirchner como Cristina siempre se colocan a la izquierda de nuestras supuestas críticas de lo no hecho. A nosotros no se nos hubiera ocurrido que éste era el momento para plantear una reforma de la Justicia. Discutir la Justicia es discutir una de las tramas estructurales del poder y de las formas de dominación de una sociedad. Al mismo tiempo, vos me dirías: “¿Qué hacemos con los qom?”. Ahí hay una deuda y hay que actuar sobre esa deuda.

–Es una gran deuda, a pesar de que no se puede obviar el hecho de que el kirchnerismo hizo por las comunidades originarias lo que no hicieron otros gobiernos.

–Pero eso lo endeuda más. Si este es un gobierno que efectivamente ha avanzado en la construcción de nuevos derechos –que tienen una relación directa con los sectores más débiles de la sociedad, desde las minorías sexuales hasta las minorías étnicas–, el gobierno más responsable es de cualquier tipo de acción violenta o de cualquier pérdida de garantías para que esos derechos funcionen. El Gobierno no puede decir “nosotros somos los que más hicimos”. Se tiene que hacer cargo de que modificó un mapa de carencias, pero que hoy está más obligado. Lo mismo sucede con los sectores populares, con los trabajadores. Cuando vos salís de un momento de destrucción, de caída brutal de salarios, de desocupación y reconstruís salarios y derechos, el piso cada vez es más alto y las aspiraciones cada vez mayores. Y, por lo tanto, las demandas van a crecer. Y un gobierno democrático, transformador, progresista, no puede decir “ya les dimos demasiado”. Cuando una sociedad se reconstruye, aspira a más. Ahí está la dificultad y también la oportunidad del gobierno: cómo lograr que ese “más” no quede encerrado. Algo que me parece clave es el tema corporativo. Y no me refiero sólo a las corporaciones económicas, sino también a los sindicatos, los movimientos sociales. Cuando la corporación pone por delante su propio interés al interés general, se pierde de vista el conjunto. Se pierde de vista la densidad de las transformaciones que están operando y la necesidad de ir acomodando los intereses particulares a un interés general. Este es el punto más complicado de cualquier proyecto de transformación social que busca ampliar el piso de la igualdad. Los mineros en Bolivia ahora piden un tipo de régimen jubilatorio que es insostenible. O las demandas corporativas de ciertos sectores sindicales en la Argentina.

–Más allá de que Hugo Moyano haya transformado una demanda por cierto legítima, elevar el piso del mínimo no imponible de Ganancias, en punto de ruptura sin retorno con el kirchnerismo, ¿el kirchnerismo también se equivocó al soltarle la mano?

–Pero el piso de Ganancias no fue el motivo de la ruptura. Moyano guardaba la estructura autorreferencial de una trama corporativa que no ve más allá de sus propios intereses. Moyano fue un aliado importante. Los años de Néstor Kirchner y los primeros de Cristina tuvieron a Moyano como un personaje necesario para sostener un momento complejo, el que se abrió con la crisis por la disputa de la renta agraria. Pero Moyano, al mismo tiempo, tiene una visión de sociedad, de país, que iba a entrar en antagonismo con un salto cualitativo que se está dando en el kirchnerismo, en términos de resignificación de la política, de los actores sociales. Y que Cristina va llevando hacia otra dimensión de lo político, de los vínculos y de las alianzas, que no eran las que dominaban la escena del primer kirchnerismo. ¿Podía haberse encontrado un punto de contemporización? Puede ser... Lo extraño de este momento es que el kirchnerismo no suele retroceder frente a ciertas decisiones que incluso lo pueden conmover: desde la disputa por la renta agraria, la disputa por la ley de medios, la disputa con el sindicalismo y con Moyano, la disputa con el Poder Judicial. El modo en que el kirchnerismo ha ido construyendo lo político y el poder está en ese filo de la excepcionalidad, esa sensación de un momento histórico donde el piso bajo nuestros pies está siempre moviéndose. ¿Fue terrible la ruptura de esa alianza con Moyano?

–Quizá fue dramática para quienes recuerdan al Moyano que se plantó en los años ’90 contra la flexibilización laboral.

–Evo (Morales) tiene un conflicto equivalente con la COB, la vieja central obrera boliviana, que no es lo que era. Hoy la COB va hacia la construcción de un partido político, como intenta Moyano, un partido contrario a Evo. La COB también termina aliándose o siendo funcional con los sectores de la derecha golpista boliviana. Cuando se mira las alianzas de Moyano hoy, uno acepta que podés entrar en disputa, distanciarte de un gobierno, pero hay una idea de sociedad, de país y el reconocimiento de quiénes son tus adversarios efectivos que no te permite ese movimiento oportunista, ese desplazamiento de Moyano. Converso mucho con dirigentes sindicales y creo que no hay una política hacia el movimiento obrero del kirchnerismo. No ha surgido la posibilidad de una relación entre kirchnerismo y movimiento sindical. Hay que preguntarse si el kirchnerismo no supone una visión de los sujetos sociales que no hace del sindicalismo el núcleo central de esa trama social indispensable sobre la cual sostenerse. Es un tema no menor, complejo, difícil, que marca una diferencia del kirchnerismo respecto de la matriz tradicional del peronismo.

–¿Va a ser candidato a diputado en las próximas elecciones?

–No lo sé, nadie me habló... Por un lado me entusiasma, me desafía. Pero al mismo tiempo me produce un ruido interno grande porque tengo una vida construida, un trabajo intelectual no encerrado en lo académico. Me siento cómodo escribiendo, interviniendo en el debate público. Asumir una responsabilidad política tiene otro peso, otra determinación... No deja de producirme contradicciones. Y aparte, tengo una vida hecha ya. No voy a construir una profesionalización de la política, en términos profesionales he seguido otro camino, aunque respeto la figura del político profesional. ¿Qué hago con toda esta película? Tendré que consultar con mi mujer, con mis hijos, con mis amigos. Pero también asumo que algo me pasó, que tengo un lugar. Recorro mucho el país, estoy en distintos lugares y tengo un feeling muy fuerte con la gente, sobre todo de extracción popular. Y eso me produce una emoción enorme... Estas elecciones son fundamentales. Si Cristina me pide que sea candidato, ¿qué le voy a decir? Es casi imposible decirle no a Cristina; estoy en un brete (risas).
Suena el teléfono. Forster atiende. Un programa de radio lo quiere sacar “ya” al aire. Dice que lo llamen en una hora. Cuenta que estuvo recientemente en Bolivia con Evo Morales, entrevistándolo para el documental La letra inesperada. Diez años que conmovieron a la Argentina, que se estrenará en agosto en el canal Encuentro. “Evo tiene una conciencia poderosa de que Bolivia sola no puede. Que sin Kirchner, sin Lula, sin Chávez, no hubiera amanecido a la historia del modo en que amaneció. Me sorprendió muy gratamente ver la relación directa, profunda, intensa, entre Evo y los actores sociales que sostienen el proyecto.”

–¿Qué balance respecto del modo en que el kirchnerismo “rediseñó” el pasado?

–El kirchnerismo tuvo un papel clave en la reinvención del pasado. Vuelvo a ser benjaminiano: el pasado es una cita del presente. No es que el presente hace cualquier cosa con el pasado o que el pasado es una ficción. Se trata de que ese pasado material, que se ha fugado de una determinada forma de percibirlo, vuelve a ser percibido de otra manera. Y vuelve a darle potencia a lo que está sucediendo en el presente. Que Videla haya muerto en prisión tiene una carga simbólica tremenda. No murió en su casa tranquilo, como un viejito al que todos le tienen lástima. Murió como aquel que cumplió una sentencia por crímenes de lesa humanidad, gracias a que hubo un Estado y un momento político democrático que pudo salir de la trampa de los indultos y de las leyes de impunidad. Esto es mucho más de lo que yo hubiera soñado...
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