Hubo un tiempo, entre las décadas de los ’60 y los ’80, en el que la renovación del tango estuvo entre muy pocas manos. Afortunadamente, ese tiempo pasó y el tango volvió a su estado de normal, el de ser un movimiento. Hoy son muchos los compositores e intérpretes que dan una versión personal, y por ende innovadora, del género.
Las «Fleurs Noires» sobresalen dentro de esta nueva generación de tangueros por lo inventivo de la pluma, tanto en las composiciones como en las orquestaciones, y por proponernos un verdadero sonido diferente de conjunto. Sí, es una orquesta típica con todas las de la ley, pero también hay sonoridades provenientes de otros territorios musicales. Al fin y al cabo, desde sus balbuceos el tango siempre mantuvo intacta su curiosidad por los paisajes sonoros que fueron llegando al puerto de Buenos Aires.
Los hallazgos de las «Fleurs Noires» están profundamente anclados en el conocimiento de las fuentes, y es lo que también les permite un trabajo muy singular de ‘re-significación’ de los «clichés» del tango. Pero, como decía Stravinsky «de la tradición sirve solamente lo que continúa a transformar el presente», y las «Fleurs Noires» la utilizan para darle rienda suelta a la imaginación y a las osadías. Quizás el hecho que las excelentes músicas que constituyen la orquesta sean de diversos orígenes, o tal vez la mera realidad de ‘estar haciendo tango en París’, impulsen a esta doble necesidad: conocer el pasado, pero no aferrarse a él; respetarlo y saber reírse de él también.
En lo personal, confieso haber escuchado a las «Fleurs Noires» en vivo por primera vez hace apenas un par de años. Desde entonces, y más aún con este nuevo álbum, he caído bajo el encanto del enfoque renovador del tango que propone esta orquesta típica nada típica.
París, 24/XI/2011,
Tomás Gubitsch
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