¿Qué es lo real?
¿Lo que el Rey dice que es?
¿El mundo que nos rodea? O somos nosotros, inmersos en ese mundo.
Tal vez, el mundo de objetos que hemos creado. Entonces, la realidad son los edificios, los automóviles, las zapatillas, los relojes, la escoba, el trapo de piso, los preservativos, las pastillas para dormir, la cocaína, el vino, el televisor, la corbata, el peine, los ruleros, el celular, la computadora y todo lo que se nos ocurra mencionar respecto de lo hecho por los humanos sobre el planeta.
Escribo a mediatarde. A través de la ventana puedo ver al vecino que vive en la casa situada frente a la que habito, limpiar la zanja por la cual correo el agua los días de lluvia –la calle es de tierra-, tira ramas secas restos de una poda que seguramente luego quemará; observo que acaricia al perrito que no deja de juguetear mientras él continúa con la limpieza; ahora sale de la casa la esposa, empujando un cochecito en el cual se encuentra su bebé, de apenas un año de edad, porque el día soleado ha mejorado la temperatura que por este tiempo ha sido muy, pero muy baja y el frío se hizo sentir crudamente.
También los pájaros van y vienen picoteando aquí y allá, buscando el alimento que llevarán al nido.
Lo demás, es silencio. Una tarde silenciosa.
Aquí, en mi lugar de trabajo, Brahms me acompaña de la mejor manera, mientras esto escribo. Esta realidad.
Entonces... ¿hay otras realidades? O la realidad es una sola, que abarca el Todo. O el Todo, es el que incluye a la realidad.
Suena el teléfono, atiendo. Equivocado. La persona que llamó, marcó mal el número, me pidió disculpas.
Y dentro de esta toda realidad, una realidad más: mientras escribía lo que veo a través de la ventana, o sea al joven que limpia la zanja frente a su casa, un olor extraño apareció en el ambiente, mezclado al olor del sahumerio; no me llamó la atención, no le di importancia, hasta que sí, supe de qué se trataba: ¡Se estaba quemando la pava que puse al fuego, con agua, para luego tomar unos dulces mates! Claro, tan enfrascado cavilando acerca de la realidad, y ésta, me sacudió el cuerpo para que me diese cuenta o al menos me dedicara a suponer que de la realidad no se habla, sino que, se vive en ella.
Pero... ¿Y todo lo que otros hombres pensaron durante milenios acerca de la realidad?
El hombre y su circunstancia, dijo Ortega. ¿Hace la circunstancia al hombre, o éste crea la circunstancia? ¿O la circunstancia hace al hombre y luego, a raíz de ello, el hombre crea una nueva circunstancia y así por los siglos de los siglos? –Amén-
Suelo pensar, en ciertos momentos que, a veces, oír las reflexiones de un vecino, me llevan a conclusiones de extrema hondura. Él habla de sí, de él mismo, de sus experiencias, de su vida, de su existencia. En cambio, muchos eruditos, a los que suelo leer, hablan acerca de... y este acercade, me aleja del sentimiento que albergo hacia el ser humano.
Siempre, aprendo algo de lo que dicen mis vecinos, porque ellos solamente dicen lo que hacen. Digamos, está comprobado en el hacer.
Realidad absoluta. Hecho concreto.
¿Qué es el hombre sino lo que hace?
Y lo que hace, es eso que es. No habla del amor. Ama. No habla de religión: cree en su dios. No habla de sus hijos: los cría, trabaja para que nada les falte.
Y luego, está el hecho de los que piensan al hombre. Escriben acerca de él y su circunstancia, o se preguntan ¿Qué es el hombre? O dejan testimonio sobre el Ser y el Tiempo, o entre el Ser y la Nada, que también son hechos. Tangibles cuando uno toma un libro, lo abre, y en un párrafo, Hölderlin nos dice: “Puesto que existimos como lenguaje y podemos oírnos los unos a los otros”.
Ahora se está nublando, avanzan nubes que tal vez cubran lo que llamamos cielo, seguramente bajará la temperatura y nuevamente las estufas se encenderán en muchas casas, los hornos de las cocinas, como para mitigar la inclemencia temporal. Y los que prenderán sus braseros, los que quemarán leña, los que tratarán como sea, de conseguir un poco de calor para el abrigo. Y, como ha sucedido más de una vez, están los que morirán por causa del monóxido de carbono que obrará como veneno, porque no tienen estufas, ni gas, ni nada de lo que tienen otros, en otras realidades. Sólo tienen ese brasero portador de muerte.
Y el hambre, que quita las calorías del cuerpo, que mata neuronas, que no deja pensar, no deja caminar, quita todas las ganas posibles que alguien pueda tener como para conseguir su propio sustento, su propio alimento. La realidad más horrenda, la más perversa de las realidades. Claro, realidad de los que la padecen, porque para quienes con sus planes económicos, con sus ansias de más y más poder económico, se quedan con el mayor porcentaje de la Renta Mundial, la realidad es otra. Éstos, ven únicamente su “propio” mundo. El mundo de lo que llaman y defienden hasta con las armas más sofisticadas “su propiedad privada”.
Ahora puedo ver, desde este lugar, sentado ante la PC, la planta de Lavanda que vive en el jardín y cómo, un Colibrí, picotea seguramente buscando el néctar para su alimento.
Mientras este diminuto, pequeñísimo, ágil, velocísimo colibrí picotea las flores de lavanda... ¿Qué está pasando en el mundo?
¿Qué realidad, acontece? ¿La de quién, la de quiénes?
O está acaeciendo una sola y única realidad.
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11 comentarios:
Quizá no haya un modo más eficaz de quemar pavas, que cavilar sobre metafísica mientras el agua se calienta.
Ignoro si Kant tomaba mate (francamente no creo). Pero "mate" tenía.
G.Iglesias
Me gustó la enumeración del primer párrafo. Me gustó el perfil autobiográfico que asume. El “rulero” es el objeto más revelador de la serie. Es como un dato temporal y una declaración de estado civil.
(No me tomes muy en serio)
G.Iglesias
Guillermo, como no tomarte en serio, si estás respondiendo a la seriedad que intento ponerle a mis escritos.
Recuerdo, de chico haber visto a vecinas con la cabeza llena de ruleros mientras barrían las hojas que caían de los árboles en tiempos del Otoño.
Eran parte de mi realidad, mientras las escuchaba despellejar a otras vecinas que no acordaban con el sentir de ellas.
Todo un tema los ruleros.
En efecto, Helios, respondo con seriedad. Pero sin aventurarme a opinar sobre el perfil filosófico que tu texto propone. Me detengo –como habrás notado- sólo en sus aspectos literarios. Quizá porque lo que yo ignoro sobre ontología, podría volver a hundir al Titanic con Dicaprio tonteando en la proa y todo el elenco. Pero también, por aquello que dice Hölderlin –a quien mencionas en estas líneas- “El hombre es un dios cuando sueña, y un mendigo cuando piensa”.
Esta frase de Hölderlin que memorás, la tenía Sábato incrustada en su decir. La reiteraba cuando podía ante sus interlocutores. Hablé con él sobre su significado y cómo, si opinamos desde la visión subjetiva que cada uno tiene del mundo, se le podían dar diferentes interpretaciones. Porque Hölderlin, al pensar y decir esa sentencia, no era ningún mendigo. Tal vez, era un semidios.
Borges también lo cita. Y le confiere a esa frase un valor axiomático. Imagino que para escritores y poetas es casi una sacralización del oficio. Aunque, en Sábato -que renegó en alguna página de su formación científica- suena casi como una (innecesaria) disculpa.
G.I.
Sábato lo que hizo fue abandonar la práctica de la ciencia, decisión tomada en Francia, pero su formación estaba en él, y, de alguna manera, no pudo abandonarla. Era su permanente lucha, pues negaba a la ciencia desde esa formación.
Pudo exorcizar esa puja en sus novelas.
Si pudo, por momentos. Pero esa dualidad fundamental, me capturó por completo cuando lo leí por primera vez. Yo lo quiero al viejo. Para mal o para bien me metió definitivamente en la literatura.
G.I.
Sí, también lo quiero.
Sus novelas son como la síntesis, a la vez que la expansión de su pensamiento. Allí dijo lo que en años intentó decir con sus ensayos, que, como dijimos anteriormente, estaban "viciados" de su formación científica.
Creo que pocos autores han luchado como él contra sí mismos, sabiendo que podía decirnos algo que tal vez, fuera de nuestro interés. Una vez le dije que él era la Duda. Sonrió al escucharme.
Además, todos nos enamoramos de Alejandra...
G.I.
Sí y por ello, cuando estudiaba en la Escuela de Bellas Artes, al hablar con alguna compañera o si conocía una mujer vinculada al mundo del arte, le miraba las manos para ver si eran como las de Alejandra, y ni te digo si fumaba cigarrillos de tabaco negro.
Y estaban las que decididamente querían ser como Alejandra, hacían todo lo que habían leído que ella hacía, pero muchas, eran una especie de mamarracho sideral.
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