domingo, 25 de marzo de 2012

CRISTINA VILLANUEVA

Los no del todo idos de marzo

Recuerdo  las palabras de HannaArendt en el juicio a Eichmann: "Lo inquietante en la persona de Eichmann fue justamente que él era como muchos y que esos muchos no eran perversos ni sádicos sino terriblemente normales. Normales que dan miedo".
El  otoño  con belleza descuidada desanda las hojas de su abrazo de árbol.
Hace tantos años pienso. Uno, o mejor una, o digamos yo, la mañana del 24 de marzo  de 1976 caminaba Callao hasta que vi esa sangre, expuesta pero no nombrada.
Al día siguiente busqué la noticia en el diario, no estaba. Fue el comienzo de la unión perversa de la exhibición y el silencio. El miedo entonces fue un vestido compacto, todas las formas del miedo, aún esas que no habíamos conocido.
El miedo a lo que no se nombraba, la amenaza que no era posible disolver con palabras. Tomaba cuerpo, era cuerpo. Dolor de la garganta que no habla.Sueño que se escapa, pesadilla, desamparo. Ningún interior era posible,seguro. Alma expuesta, fractura de los símbolos, de la lógica, del pensamiento que no puede con lo impensable. Andar calles infectadas de uniformes, un verde repugnante, tan distinto al verde-vida. No se sabía que era lo que te podía perder o salvar.
Ciudad dónde todo estaba sospechado, ser joven, vivir, pensar, vestir de cierto modo, juntarse, algunas profesiones, estudios, lecturas, libros,cuadros. En fin, todo lo que quería y era mío. Para ser o estar tranquila habría tenido que no ser, no desear la libertad, no soñar otro mundo, no pensar.  
Ese volcán estancado, interno, explotó una noche en cantos cuando esperábamos el día siguiente, el primer día de la democracia. Luego vinieron las lágrimas, lo acumulado se volcó en palabras y nos volvimos a adueñar de sentidos, sentimientos, sutilezas. Seguro que la memoria de la piel conserva ese terror.
Ellos, sus mandantes, sus cómplices, los que nunca se dieron cuenta de nada, la prensa y la iglesia socios en lo siniestro,. hicieron real lo que tiempo antes sólo podía ser ficcional. Nos trajeron esa helada certeza de lo que puede pasar entre normales. Tantos, tan normales que desvían la mirada y dejan a las víctimas en el infierno. 

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo malo, es que si tiramos mucho de esa cuerda, al final nos encontramos con nosotros.