Al licenciado Diego Magastre y al licenciado Alonso de la Mota
Por mi fe, señor licenciado Magastre y señor licenciado Alonso de la Mota, que me han echado las bulas. Quisieron vs. ms. que el día de los Reyes nos juntásemos a una merienda para alegrarnos en la fiesta: puso uno un capón y otro un par de perdices, y mi escote ordenaron que fuese un discurso del número ternario, en alusión de los tres reyes. Si yo me contentara con traer las cosas que en sí encierra este número, a diestro y a siniestro, pudiera, sin dificultad, hacer un nuevo caos y cumplir mi obligación a poco trabajo; pero, ya que acepté esta parte, quiero darla con las notas y observaciones de más erudición que pudiere, si de mí se puede esperar alguna.
Los magos vinieron del Oriente a Jerusalén (Matheo, cap. II), diciendo: ¿Dónde ha nacido el Rey de los judíos? Porque habemos visto su estrella y le venimos a adorar. La provincia oriental de donde vinieron fué la Arabia, profetizada ya por David, salmo LXXI, verso 10: Reges Tharsis et insulae munera offerent; reges Arabum, et Sabba dona adducent. Arabia, dice Claudio Ptolomeo, es fertilísima de aromas; envíanos encienso, mirra, jengibre, amomo, cinamomo, copia de pimienta y otras cosas; tiene famosos caballos, camellos y bueyes. Pues el oro de Arabia, ¿quién no le celebra? De aquí fueron los magos o reyes. Magos, entiendo con el doctísimo Maldonado, sobre este lugar de san Mateo, no mágicos ni encantadores, sino hombres doctos y insignes en el conocimiento de las estrellas, y que, con la sagacidad natural y ciencia, pronosticaron cosas futuras y interpretaban sueños; astrólogos, en efecto, o pitones o sabios; que los Persas a los sabios llaman magos, como los Griegos filósofos, los Italianos de la Toscana arúspices, los Indios bracmanes o gimnosofistas. Y estos magos eran reyes (ésta es la común opinión de los doctores sacros) o príncipes, que del mismo modo se ha de entender. Virgilio en aquel verso:
Dic quibus in terris inscripti nomina regum nascantur flores?
Y Horacio, oda 29, libro I, reyes los llama claramente:
Icci, beatis nunc Arabum invides
Gazis, et acrem militiam paras
Non ante devictis Sabaeaeo
Regibus, horribilique Medo.
Y estos reyes magos eran tres, según san Agustín, san León, Ruperto y otros: llamábanse Melchior, Gaspar, Baltasar. Tres fueron las regiones de donde vinieron: Arabia, Sabá, Tarsis; tres los dones que ofrecieron a Jesús: oro, mirra, encienso. Pues ¿por qué tantas triplicidades? Porque adorando a Cristo, con quien por vía de concomitancia asistían al Padre y el Espíritu Santo, adoraban intrínsecamente la Santísima Trinidad; que no es posible que hubiesen venido tres para menos que para símbolo de la divina Tríada, la cual quiso Dios significar de mil maneras y en mil lugares. Adam, padre del género humano, engendró tres hijos: Caín, Abel y Seth; Noé, padre segundo de las gentes, procreó también tres: Sem, Cam y Jafet. Abraham hospedó tres ángeles; Sara coció tres medidas de harina para regalarlos. Tres cortesías les hizo Abraham: lavatorio, comida y sombra del árbol. Tres fueron los santos de quien Dios se llama señor: Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob; tres los niños que salieron del horno ilesos. A tres días que apacentó el ganado Moisés, se le apareció Dios en la zarza; tres subieron al monte por la salud del pueblo: Moisés, Aarón y Hus. Tres veces se midió Eliseo con el niño para resucitarlo, y trescientos lugares hay a este propósito, y no es el menor el de los tres magos o reyes de Oriente, que hoy con tanta fiesta celebramos.
El número ternario fué venerado de los étnicos de mil modos, con muchas significaciones y a muchos propósitos. Aun las cosas que casualmente tenían el número tres las estimaban más que otras, por parecerles que, aunque obradas acaso, tenían aprobación divina, porque estaban persuadidos que agradaba a Dios el número ternario; tanto, que vino a ser proverbio: Numero Deus impare gaudet. Millares de cosas hay con el número de tres en sí incluso. Tres parcas: Laquesis, Cloto, Atropos; tres Gracias: Thalía, Aglaya, Pasitea; tres hijos de Rhea: Júpiter, Neptuno, Fitón; y tres hijas: Vesta, Ceres, Juno. Tres Sirenes en Trinacría; tres enigmas proponía la esfinge tebana: cuál era la cosa de dos pies, de tres pies y de cuatro pies.
El derecho es de tres maneras: natural, civil y gentil; la medicina también: lógica, metódica y empírica; los géneros de hablar tres: sublime, templado y humilde; la mesa délfica de Apolo, de tres pies, dicha trípode. La ciudad de Roma es dividida en tres estados: senatorio, ecuestre y plebeyo. De este número tuvieron nombre los tribus, tribunos, triumviros, trinummo y trimegisto. La Quimera fué bestia de tres cabezas; el monstruo Scila, perro, virgen y pescado; las Gorgones tres, las Furias tres, las Arpías tres, los libros sibilinos tres. Quien de esto quisiere hacer cornucopia, lea a Ausonio, en el idilio que comienza: Ter bibe; quedará bastantemente satisfecho. Pero lo que es más de considerar, a mi juicio, son algunas observaciones y notas acerca del número ternario. La primera sea, que naturaleza hace muchas cosas debajo de este número. Virgilio, en el libro I de su Geórgica, avisa a los labradores de los tiempos por la luna y por el sol. De la luna hace tres pronósticos que, oscura, señala lluvia; roja, vientos; clara, serenidad:
Luna revertentes cum primum colligit ignes,
Si nigrum obscuro comprenderit aèra cornu,
Maximus agricolis pelagoque parabitur imber:
At si virgineum suffuderit ore ruborem,
Ventus erit: vento semper rubet aurea Phoebe:
Sin ortu in quarto (namque is certissimus auctor)
Pura, neque obtusis per caelum cornibus ibit,
Totus, et ille dies, et qui nascentur ab illo,
Exactum ad mensem pluvia ventisque carebunt.
Si la luna mostrare en el ocaso
Oscuro y negro el cuerno, grande lluvia
A la tierra y al mar se le apareja;
Y si su rostro virginal sacare
Arreboles, habrá viento sin duda;
Pero si por el cielo apareciere
Pura y clara, con cuernos plateados,
Todo aquel día y los demás siguientes,
Al fin del mes será tiempo sereno.
Del sol hace muchos prognósticos, mas en tres maneras: del sol cuando nace, y del sol cuando se pone, y del sol juntamente cuando nace y cuando se pone.
Sol quoque et ex oriens, et cum se condidit in undas,
Signa dabit, etc.
Y más abajo:
At si cum referetque diem, condetque relatum,
Lacidus orbis erit, frustra terrebere nimbis:
Et claro sylvas cernes Aquilone moveri.
Y las señales del juicio extremo han de ser en el sol, en la luna y en las estrellas. Cosa notabilísima fué lo que naturaleza hizo cuando mostró tres soles a un tiempo, y éstos solamente vistos en España la noche que nació Cristo, nuestro Salvador. ¡Oh madre naturaleza, cuánto te debemos los españoles por habernos honrado con esta estupenda triplicidad de soles, significadores de la Trinidad inmensa de Dios!
La segunda nota es, que el número ternario significa el grado supremo de perfección. Así Parece por Horacio, oda I, lib. I:
Hunc si mobilium turba Quiritium
Certat tergeminis tollere honoribus; etc.
Donde llama cargos tergéminos, o triplicados a los cargos amplísimos y excelentísimos, cuales fueron la edilidad mayor, la pretura y consulado. Y el mismo en la oda III:
Illi robur et aes triples
Circa pectus erat, qui fragilem truci
Commisit pelago ratem
Primus…
«El primero, dice, que sulcó el mar, sin duda tenía en el pecho algún roble o bronce triplicado», es a saber, durísimo. Y el mismo, en la oda XIII de este libro, usó del mismo término:
Felices ter, et amplius,
Quos irrupta tenet copula; etc.
«Oh tres veces dichosos aquellos que viven en la no rompida cópula del matrimonio.» Donde tres veces dichosos es lo mismo que dichosísimos. Esta perfección enseña claramente el psalmista rey, diciendo en tres versos:
Beatus ille, qui non abiit in consilio impiorum.
Et in via peccatorum non stetit.
Et in cathedra pestilentiae non sedit.
«Bienaventurado el que no se halló en el consejo de los malos, ni hizo alto en el camino de los pecadores, ni se asentó en la cátedra de pestilencia.» Y el francés en su lengua vulgar, para llamar a un hombre muy valiente, le dice trefort, tres veces fuerte, es a saber, fortísimo.
La tercera nota sea que el número ternario significa felicidad. Horacio, oda XVII, lib. II:
Cum populus frequens
Laetum theatris ter crepuit sonum.
«Cuando el pueblo numeroso hizo en los teatros tres veces alegre aplauso.» Felice honra al que se le hace, y gloria suma. Propercio, elegía, VIII, lib. III:
Et manibus faustos ter crepuere sonos
«Y con las manos le hicieron tres veces aplauso felice.» Y Virgilio, en el lib. IV de su Geórgica, dice:
Terque fragor stagnis auditus Avernis.
Aquí dice Servio que se alegró grandemente el infierno de ver volver a Eurídice, mujer de Orfeo; y cuando entró, en señal de su contento, las ánimas le hicieron tres veces aplauso.
La cuarta nota sea, que el número ternario fué muy usado en los sacrificios y otras cosas divinas, y en los encantos y arte mágica. Marón, la I de la Geórgica:
Terque novas circum felix eat hostia fruges,
Omnis quam chorus, et socii comitentur ovantes,
Et Cererem clamore vocent in tecta.
La bestia que ha de ser sacrificada,
Dé tres vueltas primero a los sembrados,
Vaya el coro tras ella, y con guirnaldas
Los compañeros síganla, llamando
A Ceres con clamores a su casa.
Ésta era la fiesta ambarval, que era salir a bendecir los panes al rededor de los sembrados, y celebrábase en honor de la diosa Ceres, instituidora de la agricultura. Unos dicen que la res era un cordero, otros que un puerco, otros que un becerro; pero lo más cierto es que llevaban juntamente tres reses, cordero, becerro y puerco; y por eso a este sacrificio llamaban suovitaurilia, que es tanto como decir sus, ovis, taurus, los tres animales dichos. Lo mismo dice Catón en el libro De re rustica, a quien se debe dar entero crédito. En fin, lo que hace a nuestro propósito es, que con aquella víctima daban tres vueltas a los sembrados, y que eran las reses tres, como misterio muy proprio y acomodado a las cosas divinas. Horacio, oda XXVIII, lib. I:
Quamquam festinas, non est mora longa, licebit
Iniecto ter pulvere curras.
Entre los antiguos era casi sacrilegio dejar al difunto por sepultar. En Homero, Patroclo insepulto se le aparece a su amigo Aquiles, y le ruega que le dé luego sepultura, porque pueda entrar en el infierno; que la gentilidad tenía que las ánimas de los que no habían sido sepultados andaban vagando por las soledades del Orco, y que Carón no las admitía en su barca para pasarlas. Y llamábase justa sepultura cuando, al enterrar el cuerpo, se le echaba tres veces tierra, que es lo que aquí dice Horacio: Ter iniecto pulvere. De lo mismo se queja Ariadna, con Theiseo, en Catulo:
Pro quo dilaceranda feris dabor, alitibusque
Praeda, nec iniecta tumulabor, mortua, terra.
Marciano dice en la ley Divi fratres, ff. de rellge. et sump. funerum: «Los hermanos divos por un edicto mandaron que nadie fuese osado inquietar el cuerpo entregado a la justa sepultura.» Y Arquitas Tarentino, en Horacio, lib. I, oda XXVIII, ruega al marinero que pasa, que no pase sin echar un poco de tierra al cuerpo que allí estaba por enterrar:
At tu, nauta, vagae ne parce malignus arenae Ossibus, et capiti inhumato
Particulam dare.
Virgilio dice, en la persona de Sinón, que Diomedes y Ulises robaron de Troya el Paladion fatal, y que apenas le pusieron en su real, cuando la diosa Palas hizo tres milagros: uno que echó de sí llamaradas de fuego, otro que sudó, y otro que tembló la estatua tres veces:
Vix positum castris simulacrum, arsere coruscae
Luminibus flammae arrectis: salsusque per artus
Sudor ijt: terque ipsa solo (mirabile dictu)
Emicuit, parmamque ferens, hastamque trementem.
En los encantos de la magia era muy ordinario, y aun a parecer de los mágicos necesario, este número. El mismo Virgilio, égloga VIII:
Terna tibi haec primum triplici diversa colore
Licia circumdo; terque hace altaria circum
Effigiem duco: numero Deus impare gaudet.
Donde vemos que pone tres lizos y tres colores, y que con la imagen de cera da tres vueltas al altar. Teócrito, en su Pharmaceutria, dice otro tanto:
Ter libo, ter et haec pronuntio mystica verba.
«Tres veces sacrifico, y tres veces pronuncio estas místicas palabras.» Ovidio, en el II de los Fastos, dice de una encantadora, que ponía bajo el lumbral tres pedazos de encienso con tres dedos:
Et digitis tria thura tribus sub limine ponit.
Y Tibulo, lib. I: Ter cane: ter dictis despue24 carminibus. «Canta tres canciones, y dichas, escupe tres veces.» Y Petronio, hablando de una maga: Ter me iussit expuere, terque lapillos conicere25 in sinum. «Tres veces me mandó escupir, y echarle tres veces piedras en el regazo.» Y el poeta Nemesiano:
Quid prodest, quod me peregrini mater Amyntae
Ter vitis, ter fronde sacra, ter thure vaporo
Lustravit?
«¿Qué importa, dice, que la madre del forastero Amintas me haya purificado tres veces con las tocas, tres veces con la sagrada hoja, y tres veces con el vaporoso encienso?»
La quinta nota sea, que los gentiles tenían por cierto su daño y por cierto su bien, habiendo comprobación del número, ternario. Ovidio:
Ter tecum conata loqui, ter inutilis haesit
Lingua, ter in primo destitit ore sonus.
«Tres veces probé a hablarte; tres veces se me pegó a la garganta la inútil lengua; tres veces se quedó la palabra en la boca.» Virgilio, lib. VII de la Eneida:
Hic pater omnipotens ter caelo clarus ab alto intonuit.
Y luego dice:
Diditur hic subito Troiana per agmina rumor,
Advenisse diem, quo debita moenia condant.
Así como Júpiter tronó tres veces desde el cielo, se alegraron los Troyanos grandemente, y con aquella señal tuvieron por cierto ser llegado el día de fundar la ciudad prometida.
La sexta y última nota sea, que así cristianos como gentiles siempre han sentido bien del número ternario. Los Pitagóricos, según Plutarco, dedicaron el número ternario a la justicia, porque la justicia está en medio de los dos extremos, ofensor y ofendido, con que se engendra la triplicidad. Y los antiguos, no solamente los números, pero las figuras aplicaban a los nombres de los dioses, como el triángulo a Diana; y por eso la decían tritogenia, y a Minerva trigémina; porque los Egipcios con ella significaban los tiempos del año, que entre ellos eran tres: verano, estío y invierno. Demócrito dijo que Palas fué llamada Tritonia, por haber dado tres preceptos acomodados a la buena institución: Bene consulendum, recte iudicandum, iuste agendum. «Aconsejar bien, juzgar bien, tratar bien.»
Celio Rodigino, lib. XXII, capítulo IX, dice que Dios, autor del universo, es reverenciado con tres cosas: con adoración, con sacrificio de encienso y con himnos; y éstos cantados en tres tiempos: por la mañana, a mediodía y a la tarde. La Iglesia usa contra los tres enemigos del alma oraciones, ornamentos y ceremonias. Eubulo decía que en la comida se han de beber tres copas de vino: una a la salud, otra al gusto, otra al sueño. En honra y gloria de los tres Horacios, que triunfaron de los tres Curiacios, dice Dionisio que instituyó el pueblo romano el privilegio de los tres hijos: Ius trium liberorum; y era, que a quien se le concedía, se le daba renta o ración para sustentar tres hijos. El emperador Domiciano hizo merced de este privilegio a nuestro español Marcial; él mismo lo testifica en la cortapisa del libro II:
Natorum mihi ius trium roganti
Musarum pretium dedit mearum,
Solus qui poterat. Valebis, uxor?
Non debet domine perire munus.
Y con esto alzo las mesas de mi pobre convite; que no es razón perder por enfadoso lo, que debiera merecer por el deseo de acertar. Nuestro Señor, etc. De casa, Julio 3.
Francisco Cascales. Cartas Filológicas (I). Epístola VI. Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1961. Edición de Justo García Soriano. Págs. 112-129.
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