Él la abarcaba a veces, y ella otras lo
mecía como si ella fuera la barca. Ella acunándolo mientras él la contiene en
sus brazos a ella que lo abarca a él que la contiene a ella que lo sueña a él
soñándola.
Ese día de niebla parecía el principio o el final del mundo.
El con la barca la va a buscar.
Lo único que lleva son los libros. Era mejor
que el fuego este destino exilio para ellos.
Era otro fuego.
Se bajó de
la barca. Con los brazos cargados de hojas, la abrazó. Ella orejas abiertas, el
voz. Se decían las vueltas de la tinta. Él, sobre la desnuda piel de ella
inventaba palabras collares, palabras prendedores, palabras aros. Tipografía,
recortes, el mundo casi. Ella lo condecoraba, lo subrayaba, lo significaba,
él se elevaba de poema. Envuelta de polisemia, ella esperaba. Los
significantes abrían los sonidos, los abrigaban. El mundo era tan expulsivo que
habían querido retornar al principio. Dos cuerpos que se leen incansables,
escribiéndose .
Sin dios, manzana ni serpiente, el paraíso tenía la
forma de una biblioteca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario