viernes, 17 de febrero de 2012

EL ÁRBOL DE VAN GOGH

Por Helios Buira

Cuando Van Gogh pintó aquel árbol, lo que hizo, fue pintar el que vemos en la tela. No otro, ni aquél.

O sea, pintó un árbol en sí mismo, un árbol que no está en ningún otro lugar del planeta. Lo que él creó, es un árbol de Van Gogh.

Aquel otro, fue la Energía que el artista tomó para luego dejar su impronta depositada sobre la tela. Y así, el espectador no ve otra cosa que la Energía de Vincent Van Gogh, transmutada en árbol. Y el árbol de Van Gogh es ese y solamente ese árbol.

Pero acaece, a la vez, que el observador lo significa desde la subjetiva apreciación receptora que hace a su persona, comenzando así, un diálogo que sólo se da en el mundo sensible, en el cual la razón no interviene. De inmiscuirse ésta, el observador pierde la posibilidad de un acontecer único e irrepetible: el de sentir y por ende, aprehender

Puedo referir con palabras un árbol, decir que su follaje es frondoso, su tronco grueso en el diámetro, hablar de su altura, de los pliegues de la corteza, contar que a su sombra me reparo del sol veraniego; puedo decir que sus hojas son pequeñas o grandes y si es invierno que sus ramas ya no las tienen y quienes lean la descripción que yo haga del árbol, tendrán que ir imaginando desde su sentir, la posibilidad de “verlo” en su interior, de reproducir de algún modo, los árboles que han comprobado, para acercarse al que yo estoy describiendo.

Pero el árbol de Van Gogh, es ese que está ahí en la tela y el observador, nada tiene que imaginar. Lo ve, y desde la mirada, lo afirma. Puede suceder que en el acto subjetivo de la apreciación, el que observa, lo haga desde su “relación” con los árboles que haya descubierto, con algún recuerdo placentero o de tristeza, melancolía, afectos y esto es un adicional en la subjetividad observadora y el árbol de Van Gogh lo traslade hacia algún recuerdo. Pero esto, se corresponde únicamente con el que observa, porque todo lo que acontezca en ese diálogo sensitivo, en nada modificará al árbol creado por Vincent.

Por lo dicho en otras oportunidades: el cómo y el por qué fue hecha una obra, es algo que no la modifica. Como tampoco, la mirada del concurrente.

Sí, puede suceder que luego de haber visto el árbol de Van Gogh, uno, desde ese instante, percibirá los árboles que vea, desde una ubicación poética, como ha dicho Artaud: “Desde su lugar poético en la realidad”
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