Cartas a una joven mujer
Prólogo
Por Rodolfo E. Modern
En ocasiones, las cartas pueden llegar a ser un modo de expresión literaria, algo adscripto al terreno del arte. En esta circunstancia, el cultivo de esta escritura específica permite distinguir varias ramificaciones. Así surge en los individuos ajenos al quehacer literario profesional, como en la mentada Mme. De Sevigné, cuyas misivas familiares no sólo significan una apreciable fuente de conocimiento histórico, sino que se han convertido en legítimo deleite estético. En un polo opuesto, el siglo XVIII puso de moda una especie literaria bajo la forma de cartas. El máximo ejemplo en este sentido puede ser el “Werther” de Goethe, novela publicada en 1774, cuya copiosa descendencia constituye un argumento más para explicar la atracción suscitada por el original., Existe también, a mitad de camino, la carta real y personal, con destinatario de carne y hueso, pero que excede en su forma y contexto las alusiones de la intimidad e ingresa válidamente, como se señalara al comienzo, aunque de manera tangencial, en el área de las letras. Para ceñirnos a la literatura alemana de este siglo por todos conocida, cabe mencionar la “Carta al padre” y las “Cartas a Milena” de Franz Kafka. Y por último puede darse el caso de un escritor que, sin bien tiene como objetivo a un interlocutor individual, no pierde de vista la posibilidad de convertir alguna vez lo que es, en un primer momento, efusión de persona a persona, en un hecho artístico y que involucre, en acto de participación, al público. Así debe entenderse la intencionalidad mediata que se desprende del inmenso epistolario de Rainer María Rilke.
Para leer el texto completo y las cartas de Rilke, clic aquí
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