Tomado del libro El amante de Lady Chatterley
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Pese a todo lo que podría decirse, declaro que esta novela es un libro honesto, sano y necesario a los hombres del día. Las palabras que, desde luego, parecen escandalosas, no escandalizarán más al cabo de un momento. ¿Será que nuestra inteligencia está depravada por la costumbre? De ninguna manera. Es que las palabras, simplemente, escandalizan nuestros ojos, pero jamás escandalizaron nuestro espíritu. Que las gentes sin espíritu continúen escandalizándose; ellas no cuentan para nada. La gente de espíritu se apercibió que no está escandalizada, que en el fondo no lo estuvo jamásnta una sensación de alivio.
Y todo reside allí. Como seres humanos, hemos evolucionado y cultivado nuestros espíritus mucho más allá de los "tabbous" que sin inherentes a nuestra cultura.
Es muy importante reconocer este hecho.
Para los hombres de las Cruzadas, las palabras tenían sin duda un poder de evocación, del cual nosotros no podemos formarnos una idea. El poder evocador de las palabras pretendidamente obscenas debió ser muy peligroso para las naturalezas simples, oscuras, violentas en la Edad Media; es tal vez aún demasiado fuerte, hoy día, para las naturalezas bajas, incompletas, mal evolucionadas. Pero una verdadera cultura nos permite no dar a un vocablo más que las reacciones mentales e imaginativas que pertenecen a la inteligencia y nos ahorra esas reacciones físicas, violentas e irracionales, tan amenazadoras para la decencia social. En otros tiempos, el hombre tenía el espíritu demasiado crudo para considerar su cuerpo y sus funciones corporales sin sentirse embarazado por mil reacciones físicas que le era imposible dominar. Hoy no ocurre así. La cultura y la civilización nos enseñaron a separar la palabra del hecho, el pensamiento del acto o de las reacciones físicas. Sabemos, hoy en día, que el acto no sigue, necesariamente, a la idea. En realidad, pensamiento y acción, palabra y acto, son dos formas separadas de la conciencia, dos vidas que llevamos separadamente. Tenemos, muy sinceramente necesidad de continuidad. Pero cuando pensamos, no actuamos y cuando actuamos no pensamos. La gran necesidad es actuar según esos pensamientos y pensar según esos actos. Pero en tanto pensamos, no podemos actuar verdaderamente; y en tanto actuamos, no podemos verdaderamente pensar. Estas dos condiciones, la del pensamiento y la de la acción, se excluyen mutuamente. No obstante, es necesario que ellas coexistan en armonía.
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