martes, 21 de agosto de 2012

FRIEDRICH NIETZSCHE

Así habló Zaratustra

Primera Parte
DE LAS TRES TRANSFORMACIONES

Voy a hablaros de las tres transformaciones del espíritu: de cómo el espíritu se transforma en camello, el camello en león, y finalmente el león en niño.
Muchas cargas soporta el espíritu cuando está poseído de reverencia, el espíritu vigoroso y sufrido. Su fortaleza pide que se le cargue con los pesos más formidables.
¿Qué es lo más pesado?, se pregunta el espíritu sufrido. Y se arrodilla, como el camello, en espera de que le carguen.
¿Qué es lo más pesado, oh héroes?, se pregunta el espíritu sufrido para cargar con ello, y que le regocije su fortaleza.
Lo más pesado, ¿no es arrodillarse, para humillar la soberbia? ¿Hacer que la locura resplandezca, para burlarse de la propia sabiduría?
¿O bien separarse de los suyos, cuando todos celebran la victoria? ¿O escalar las elevadas montañas, para tentar al tentador?
¿O acaso alimentarse de las bellotas y los yerbajos del conocimiento, y padecer hambre en el alma por amor a la verdad?  ¿O acaso estar enfermo y mandar a paseo a quienes intentan consolarnos, para trabar amistad con los sordos, con aquellos que jamas oyen lo que uno desea?
¿O tal vez zambullirse bajo el agua sucia, cuando es ésta el agua de la verdad, sin apartar de si las frias ranas y los calientes sapos? ¿O tal vez amar a quienes nos desprecian, y tender la mano a cuantos fantasmas se proponen asustarnos?
Todas esas pesadísimas cargas toma sobre si el espíritu sufrido; a semejanza del camello, que camina cansado por el desierto, así marcha él hacia su desierto. Pero en lo más solitario de ese desierto se opera la segunda transformación: en león se transforma el espíritu, que quiere conquistar su propia libertad, y ser señor de su propio desierto.
Aqui busca a su último señor: quiere ser amigo de su señor y su Dios, a fin de luchar victorioso contra el dragón.
¿Cuál es ese gran dragón a quien el espíritu no quiere seguir llamando señor o Dios? Ese gran dragón no es otro que el  tu debes . Frente al mismo, el espíritu del león dice: yo quiero.
El tu debes, le sale al paso como un animal escamoso y refulgente en oro, y en cada una de sus escamas  brilla con letras doradas el  tú debes. Milenarios valores brillan en esas escamas, y el más prepotente de todos los dragones habló así: Todos los valores de las cosas brillan en mi. Todos los valores han sido ya creados. Yo soy todos los valores. Por ello, ¿no debe seguir habiendo un "yo quiero". Asi habló aquel dragón. 
Hermanos míos ¿para qué es necesario en el espirítu un león así? ¿No basta acaso con el animal sufrido, que es respetuoso, y a todo renuncia?
Crear valores nuevos no es cosa que este tampoco al alcánce del león. Pero si lo está el propiciarse libertad para creaciones nuevas.
Para crearse libertad, y oponer un sagrado no al deber - para eso hace falta el león.
Crearse el derecho a valores nuevos, ésa es la más tremenda conquista para el espíritu sufrido y reverente. En verdad,  para él eso equivale a una rapiña, a algo propio de animales de presa.
Como su cosa más santa, el espíritu amó en su tiempo al tu debes. Hasta en lo más santo tiene ahora que encontrar ilusión y capricho, para robar el quedar libre de su amor: para ese robo es necesario el león.
Mas ahora decidme, hermanos míos: ¿que es capaz de hacer el niño, que ni siquiera el león haya podido hacer? ¿Para qué, pues, habria de convertirse en niño el león carnicero?
Si, hermanos mios, para el juego divino del crear se necesita un santo decir si: el espíritu lucha ahora por su voluntad propia, el que se retiró del mundo conquista ahora su mundo.
Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: os he mostrado cómo el espíritu se transforma en camello, luego el camello en león, y finalmente el león en niño.
Así habló Zarathustra.
Y entonces residía en la ciudad llamada la Vaca Multicolor
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