Hokusai, el fabuloso artista japonés, eligió setenta nombres diferentes para señalar sus setenta renacimientos. No todos tenemos ese talento y mucho menos la audacia necesaria para volver a empezar tantas veces. Poco a poco la piel encallece y el alma se resuelve en una bien dosificada mezcla de peso y herrumbre. La extraña fuerza de esa pesadumbre impone finalmente sus fueros al poder subversivo del deseo. La conveniencia nos torna conservadores; calculamos mejor cada nuevo paso, cada gesto, cada palabra que pronunciamos ya sin el fervor de la primera vez. Y mientras quemamos amablemente viejas cartas, fotos y banderas clandestinas, sabemos, sin embargo, que una sola gota de lluvia podría bastarnos para despertar de nuevo antes de dormir. Acaso una voz, un viento repentino o una canción escuchada al azar podrían, si quisiéramos, desarmar de un soplo todo el andamiaje. Pero nuestra piel no muda tan fácil como la de ciertos animales. Y ya se sabe que no a cualquier gusano le crecen alas porque sí. Nos aferramos entonces al nombre, al título, al cargo laboral y a las cargas de familia. Nos colocamos una máscara adecuada y una armadura de ocasión. Dejamos ya de contestar el teléfono que de eso se encarga el contestador- caminamos cuidadosamente por la calle y, al llegar a casa, le ponemos siete cerrojos a la condenada puerta. Pero a la larga ninguna precaución es suficiente. Alguien llama, alguien se acerca. Y por alguna ventanita que olvidamos cerrar en el desván, vuelven siempre a importunarnos las setenta vidas posibles de Hokusai, el deslumbrante artista japonés.
Hokusai - La ola
Hokusai - Serie Manga
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