por Alfred Stern
(traducción del inglés por Julio Cortázar, ediciones Imán, Buenos Aires, 1951)
Tomado de Revista Cubana de Filosofía - Junio 1952
Cabe el honor a quien estas líneas redacta de haber puesto, por primera vez, en contacto a los lectores de habla española con el pensamiento filosófico de Alfredo Stern. En efecto, en 1944 el Centro de Estudios Filosóficos de la Universidad Nacional Autónoma de México publicaba la Filosofía de los Valores, un libro en el cual su autor recoge las diferentes exposiciones que de la filosofía alemana contemporánea llevó a cabo en la Sorbona durante el curso de 1935 a 1936, al emigrar de Alemania durante la persecución nazi a los judíos bajo el régimen de Hitler.
Este libro permite apreciar a la vez la rigurosa información del autor, en las cuestiones que expone con indudable maestría, y su insalvable animosidad respecto de la filosofía alemana contemporánea que combate y supera decisivamente la estrechez de criterio de las filosofías vigentes hasta comienzos de siglo, en especial el neokantismo y el positivismo. No cabe duda de que hay una ostensible incomprensión por parte del profesor Stern hacia movimientos filosóficos como la fenomenología, la axiología y el existencialismo. Incomprensión que reaflora, aun más violentamente, si cabe decirlo así, en la obra que ahora comentamos. Así es que se leen cosas como esta: «Frente a esta elección (entre existencialismo y existencia) Sartre, Heidegger, Jaspers, Gabriel Marcel y el mismo Jean Wahl, han elegido evidentemente el existencialismo, pues de otra manera serían tan desconocidos como los millones que se hallan condenados a la solitaria meditación de la existencia.» Desde casi el comienzo mismo, el autor nos advierte de su radical incapacidad para comprender el problema del existencialismo, pues la contradicción y la infidelidad que pretende advertir no existen más en que su propia mente, ya que no se trata de una resolución que se traduzca en un hecho concreto, sino de una forma específica y sui generis del filosofar.
La incomprensión de Stern alcanza, por supuesto, a Heidegger, quien apenas si rebasa la condición de un mero charlatán; lo mismo que Husserl. Y no digamos nada de Sartre, Camús y Simone de Beauvoir, que son algo menos que dementes. Y ninguno de ellos posee ni pizca de originalidad, pues lo que no es de Pascal, de Kierkegaard o Nietzsche, pertenece íntegramente a Kafka o a Freud. A pesar de lo cual Stern reconoce la profunda intuición de Sartre, su admirable capacidad para la descripción de estados de ánimo y la innegable trascendencia de su obra en la filosofía y la literatura contemporánea. ¡Pues claro! ¡Como que no podría intentarse escribir en algún futuro la historia de la época actual sin contar con Sartre, Heidegger, Camús, Valery, Husserl, &c.!
Sin embargo. el libro revela las excepcionales condiciones expositivas del profesor Stern, su admirable poder de asimilación del pensamiento filosófico en general y la capacidad de síntesis que le permite articular, en un espacio relativamente breve, como es el de su libro, toda la extensa y complicada trama de dos pensamientos tan decisivos en la historia del presente y para el destino de un futuro inmediato, como son respectivamente los de Jean Paul Sartre y Sigmund Freud.
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