I
Cuando los metafísicos hablan poco, pueden alcanzar la verdad inmediata, una verdad que se desgastaría por las pruebas. Entonces se puede comparar a los metafísicos con los poetas, asociarlos a los poetas que nos revelan en un verso una verdad del hombre íntimo . Así, extraigo del enorme libro de Jaspers Von der Wahrbeit este juicio breve: "Jedes Dasein scheint in sich rund" (p. 50). "Toda existencia parece en sí redonda." Como apoyo de esta verdad sin prueba de un metafísico, aduciremos algunos textos formulados en orientaciones muy diferentes del pensamiento metafísico.
Así, sin comentario, Van Gogh ha escrito: "La vida es probablemente redonda". (1)
Y Joë Bousquet, sin haber conocido la frase de Van Gogh, escribe: Le han dicho que la vida era hermosa. No . La vida es redonda..."'
En fin, me gustaría mucho saber dónde ha podido decir La Fontaine: "Una nuez me hace toda redonda."
Con estos cuatro textos de origen tan diferente (Jaspers, Van Gogh , Bousquet, La Fontaine), parece claramente planteado el problema fenomenológico. Habrá que resolverlo enriqueciéndolo con otros ejemplos, aglomerando otros datos, teniendo buen cuidado de reservar a dichos "datos" su carácter de datos íntimos, independientes de los conocimientos del mundo exterior. Tales datos sólo pueden recibir ilustraciones del mundo exterior. Incluso hay que cuidar que los colores demasiado vivos de la ilustración no hagan perder al ser de la imagen su luz primera. El simple psicólogo sólo puede aquí abstenerse porque hay que invertir la perspectiva de la investigación psicológica. No es la percepción lo que puede justificar tales imágenes. Tampoco se las puede tomar como metáforas, como cuando se dice de un hombre franco y simple que es "redondo". Esta redondez del ser, o esta redondez de ser que evoca Jaspers, no puede aparecer en su verdad directa más que en la meditación más puramente fenomenológica.
Tampoco se transportan tales imágenes en no importa qué conciencia. Algunos querrán sin duda "comprender" cuando es preciso primero tomar la imagen desde su punto de partida. Hay sobre todo muchos que declararán, con ostentación, que no comprenden : la vida, objetarán, no es ciertamente esférica. Les sorprenderá que entreguemos tan ingenuamente al geómetra, a ese pensador de lo externo, el ser que queremos caracterizar en su verdad íntima. Las objeciones se acumulan por todas partes para interrumpir enseguida la polémica.
Y, sin embargo, las expresiones que acabamos de anotar están ahí. Están ahí resaltando sobre el lenguaje común , implicando un significado propio. No proceden de una intemperancia del lenguaje, ni de una torpeza de éste. No han nacido de la voluntad de asombrar. Por muy extraordinarias que sean llevan el signo de la primitividad. Nacen de súbito y quedan terminadas. Por eso, a mis ojos, estas expresiones son maravillas de fenomenología. Nos obligan a adoptar, para juzgarlas, para amarlas, para hacerlas nuestras, la aptitud fenomenológica.
Esas imágenes borran el mundo y carecen de pasado. No proceden de ninguna experiencia anterior. Estamos seguros de que son metapsicológicas. Nos dan una lección de soledad. Tenemos que tomarlas para nosotros solos un instante. Si se aceptan en su subitaneidad, se advierte que sólo se piensa en eso, que se está entero en el ser de dicha expresión. Si nos sometemos a la fuerza hipnótica de tales expresiones, he aquí que estamos enteros en la redondez del ser, que vivimos en la redondez de la vida como la nuez que se redondea en su cáscara. El filósofo, el pintor, el poeta y el fabulista nos han dado un documento de fenomenología pura. A nosotros nos corresponde ahora servirnos de ellos para aprender la concentración del ser en su centro; a nosotros nos incumbe sensibilizar el documento multiplicando sus variaciones.
II
Antes de presentar ejemplos suplementarios, creemos que conviene reducir en un término la fórmula de Jaspers para hacerla más fenomenológicamente pura. Diríamos entonces: das Dasein ist rund, la existencia es redonda, porque añadir que parece redonda es conservar una duplicación de existencia y apariencia; cuando lo que queremos decir es la existencia en toda su redondez. No se trata en efecto de contemplar, sino de vivir la existencia en toda su calidad inmediata. La contemplación se desdoblaría en ser contemplante y ser contemplado. La fenomenología, en el campo restringido en que la trabajamos, debe suprimir todo intermediario, toda función superpuesta. Para lograr la pureza fenomenológica máxima, hay que suprimir de la fórmula jasperiana todo lo que oculta el valor ontológico, todo lo que complica su complicación radical. Sólo con esta condición la fórmula: "la existencia es redonda", se convertirá para nosotros en un instrumento que nos permita reconocer la primitividad de ciertas imágenes del ser. Una vez más, las imágenes de la redondez absoluta nos ayudan a recogernos sobre nosotros mismos, a darnos a nosotros mismos una primera constitución, a afirmar nuestro ser íntimamente , por dentro . Porque vivida desde dentro, sin exterioridad, la existencia sólo puede ser redonda.
¿Será oportuno evocar aquí la filosofía presocrática, referirse al ser parmenidiano, a la "esfera" de Parménides? De una manera más general ¿puede ser la cultura filosófica una propedéutica de la fenomenología? No lo parece. La filosofía nos pone en presencia de ideas demasiado fuertemente coordinadas para que, de un detalle a otro, nos pongamos y nos volvamos a poner de continuo como debe hacer el fenomenólogo, en situación de partida. Si es posible una fenomenología del encadenamiento de las ideas, debe reconocerse que no podría ser una fenomenología elemental. Éste es el beneficio de elementariedad que encontramos en una fenomenología de la imaginación. Una imagen trabajada pierde sus virtudes primeras. Así, la "esfera" de Parménides ha conocido un destino demasiado grande para que su imagen permanezca en su primitividad y sea así el instrumento adecuado a nuestra investigación sobre la primitividad de las imágenes del ser. ¿Cómo resistiríamos a enriquecer la imagen del ser parmenidiano por las perfecciones del ser geométrico de la esfera?
Pero, ¿por qué hablamos de enriquecer una imagen, cuando la cristalizamos en la perfección geométrica? Podríamos dar ejemplos en que el valor de perfección atribuido a la esfera es totalmente verbal. He aquí uno que debe servirnos de contraejemplo en donde se manifiesta el desconocimiento de todos los valores de imágenes. Un personaje de Alfred de Vigny, un joven Consejero, se instruye, leyendo las Meditaciones de Descartes: (2) "Algunas veces tomaba una esfera colocada cerca de él y haciéndola girar largamente bajo sus dedos, se sumergía en los más profundos ensueños de la ciencia.
¿Nos gustaría saber cuáles? El escritor no lo dice. ¿Acaso imagina que la lectura de las Meditaciones de Descartes puede ser ayudada si el lector hace girar largamente una esférula bajo sus dedos? Los pensamientos científicos se desarrollan en otros horizontes y la filosofía de Descartes no se aprende sobre un objeto, aunque fuese la esfera. Bajo la pluma de Alfred de Vigny la palabra profundo es, como sucede con frecuencia, una negación de la profundidad.
Por otra parte, ¿quién no ve que hablando de volúmenes el geómetra sólo trata de las superficies que los limitan? La esfera del geómetra es la esfera vacía, esencialmente vacía. No puede ser un buen símbolo para nuestros estudios fenomenológicos de la redondez absoluta.
III
Estas observaciones preliminares están sin duda muy grávidas de filosofía implícita. Sin embargo, había que señalarlas brevemente porque nos han sido útiles y un fenomenólogo debe decirlo todo. Nos han ayudado a "desfilosofarnos", a alejar todos los arrastres de la cultura, a ponernos al margen de las convicciones adquiridas en un largo examen filosófico del pensamiento científico. La filosofía nos madura demasiado aprisa y nos cristaliza en un estado de madurez. ¿Cómo entonces esperar vivir, sin "desfilosofarse", las conmociones que el ser recibe de las imágenes nuevas, de las imágenes que son siempre fenómenos de la juventud de ser? Cuando se está en edad de imaginar, no se sabría decir cómo y por qué se imagina. Cuando se sabe decir cómo se imagina, ya no se imagina. Por lo tanto , habría que desmadurizarse.
Pero puesto que nos ha dad o —por accidente— un acceso de neologismo, digamos todavía, como preámbulo al examen fenomenológico de las imágenes de la redondez plena, que hemos sentido, aquí como en muchas otras ocasiones, la necesidad de "despsicoanalisticarnos".
En efecto, hace uno o dos lustros, en un examen psicológico de las imágenes de la redondez y sobre todo las imágenes de la redondez plena, nos habríamos detenido en las explicaciones psicoanalíticas y habríamos reunido sin esfuerzo un enorme expediente, porque todo lo que es redondo atrae la caricia. Semejantes explicaciones psicoanalíticas tienen seguramente una gran parte de validez. Pero ¿acaso lo dicen todo, y sobre todo pueden ponerse en el eje de las determinaciones ontológicas? Diciéndonos que el ser es redondo, el metafísico desplaza de golpe todas las determinaciones psicológicas. Nos libra de un pasado de sueños y de pensamientos. Nos llama a una actualidad del ser. A esa actualidad apretada en el ser mismo de una expresión, el psicoanalista no puede adherirse. Juzga dicha expresión humanamente insignificante por el hecho mismo de su extremada rareza. Pero es esta rareza la que despierta la atención del fenomenólogo y lo invita a mirar con mirada nueva la perspectiva de ser señalada por los metafísicos y los poetas.
IV
Veamos un ejemplo de una imagen fuera de todo significado realista, psicológico y psicoanalítico.
Michelet, sin preparación, precisamente en lo absoluto de la imagen, dice que el pájaro es casi todo esférico". Suprimamos ese "casi" que modera inútilmente la fórmula, que es una concesión o una visión que juzgaría sobre la forma, y tendremos entonces una participación evidente en el principio jaspersiano de la "existencia redonda". El pájaro es para Michelet una redondez absoluta, es la vida redonda. El comentario de Michelet da al pájaro, en algunas líneas, su significado de modelo de ser (3. "El pájaro, casi todo esférico, es ciertamente la cima, sublime y divina, de concentración viva. No puede verse, ni siquiera imaginarse, un grado más alto de unidad. Exceso de concentración que constituye la gran fuerza personal del pájaro pero que implica su extrema individualidad, su aislamiento, su debilidad social."
Estas líneas aparecen también en el texto del libro en un aislamiento total. Se siente que el escritor obedeció también a la imagen de la concentración y que ha abordado un plan de meditación donde conoce "focos" de vida. Claro que se encuentra por encima de todo deseo de descripción. También aquí el geómetra podría sorprenderse, tanto más cuanto que el pájaro se medita aquí en su vuelo, en su aire libre y que, por consiguiente, las figuras de flechas podrían venir aquí a trabajar de acuerdo con la imaginación de la dinamicidad. Pero Michelet ha captado el ser del pájaro en su situación cósmica, como una centralización de la vida custodiada por todas partes, encerrada en una bola viva, al máximo por consiguiente de su unidad. Todas las demás imágenes, procedan de las formas, de los colores o de los movimientos, adolecen de relativismo, ante lo que hay que llamar el pájaro absoluto, el ser de la vida redonda.
La imagen de ser —porque es una imagen de ser— que acaba de aparecer en la página de Michelet, es extraordinaria. Y por eso mismo, se considerará como insignificante. El crítico literario no le ha dado más importancia que el psicoanalista. Y sin embargo, ha sido escrita y existe en un gran libro. Adquiriría interés y sentido si se pudiera instituir una filosofía de la imaginación cósmica que buscara centros de cosmicidad.
Captada en su centro, en su brevedad, ¡qué completa es la sola designación de esta redondez! Los poetas que la evocan sin conocerse, se contestan. Así Rilke, que indudablemente no pensó en la página de Michelet, escribe: (4)
...ese nítido grito de pájaro
en el instante de nacer, reposa
inmenso como el cielo, sobre la selva marchita.
Todo acude dócilmente a reunirse en este grito.
Todo el paisaje parece reparar en él.
Para quien se abre a la cosmicidad de las imágenes, parece que la imagen esencialmente central del pájaro es, en el poema de Rilke, la misma imagenque en la página de Michelet. Está solamente expresada en otro tono. El grito redondo del ser redondo , redondea en cúpula el cielo. Y en el paisaje redondeado todo parece descansar. El ser redondo difunde su redondez, difunde la calma de toda redondez.
Y para un soñador de palabras ¡qué calma en la palabra redonda! ¡Cómo redondea apaciblemente la boca, los labios, el ser, del aliento! Porque esto también debe ser dicho por un filósofo que cree en la sustancia poética de la palabra. ¡Y qué júbilo docente, qué alegría sonora, la de iniciar la lección de metafísica, en ruptura con todos los "estar-ahí" diciendo: Das Dasein ist rund. La existencia es redonda. Y luego esperar que los estrépitos de ese trueno dogmático se apacigüen sobre los discípulos extasiados. Pero volvamos a redondeces más modestas, menos intangibles.
V
A veces, en efecto, hay una forma que guía y encierra los primeros sueños. Para un pintor, el árbol se compone en su redondez. Pero el poeta reanuda el sueño desde más arriba. Sabe que lo que se aísla se redondea, adquiere la figura del ser que se concentra sobre sí mismo. En los Poemas franceses de Rilke vive y se impone de esa manera el nogal. También allí, en torno al árbol solo, centro de un mundo , la cúpula del cielo va a redondearse siguiendo la norma de la poesía cósmica. Así, leemos:
Árbol, siempre en medio
De todo lo que te rodea,
Árbol que saborea
La bóveda entera del cielo.
Claro que el poeta sólo tiene ante los ojos un árbol de la llanura; no piensa en un ygdrasil legendario, que sería, él solo, todo el cosmos, uniendo la tierra y el cielo. Pero la imaginación del ser redondo sigue su ley: puesto que el nogal está, como dice el poeta, "orgullosamente redondeado", puede saborear "la bóveda entera del cielo". El mundo es redondo en torno al ser redondo.
Y de verso en verso, el poema crece, aumenta su ser. El árbol está vivo, pensante, tendido hacia Dios:
Dios va a aparecérsele
Y, para que esté seguro,
Desarrolla en redondo su ser
Y le tiende sus brazos maduros.
Árbol que tal vez
Piensa por dentro.
Árbol que se domina
Dándose lentamente
La forma que elimina
Los azares del viento.
¿Encontraré otro documento mejor para una fenomenología del ser que a la vez se establece y se desarrolla en su redondez? El árbol de Rilke difunde, en orbes de verdor, una redondez conquistada sobre los accidentes de la forma y sobre los acontecimientos caprichosos de la movilidad. Aquí, el devenir tiene mil formas, mil hojas, pero el ser no padece ninguna dispersión: si yo pudiera alguna vez reunir en una vasta imaginería todas las imágenes del ser, todas las imágenes múltiples, mudables que, de todas maneras, gustan la permanencia del ser, el árbol rilkeano abriría un gran capítulo en mi álbum de metafísica concreta.
1 Joe Bousquet, Le meneur de tune, p. 174.
2Alfred de Vigny, Cinq-mars, cap. XVI.
3 Jules Michelet, L'oiseau, p. 291.
4 Rilke, Obra poética, trad. E.M.S Dañero, p. 97.
Bachelard, Gaston. La poética del espacio. Fondo de Cultura Económica, México, 1967. Págs. 291-300. Traducción de Ernestina de Champorcin.
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