viernes, 1 de marzo de 2013

MARTÍN HEIDEGGER

EL ARTE Y EL ESPACIO

"Cuando se piensa mucho en sí mismo, se encuentra la sabiduría inherente al lenguaje. Es improbable que uno la introduzca, ya está en él, como en los proverbios".
G, Lichtenberg

"Parece, sin embargo, ser algo poderoso y difícil de captar, el Topos -es decir, el Sitio-Espacio".
Aristóteles, Física, IV.

Las observaciones sobre el Arte, el Espacio, la intermundaneidad de ambas, son aún interrogantes, aunque se las exprese en forma de aseveraciones. Se limitan al arte plástico e intrínsecamente a la escultura. Los productos de la plástica son Cuerpos. Su masa, constituida por distintos materiales, se realiza bajo múltiples configuraciones.

La configuración acaece dentro de una delimitación, como un Dentro y Fuera limitados. De este modo entra el Espacio en juego.
Será habitado por una obra plástica, moldeado como un volumen cerrado, perforado, vacío. Hechos bien conocidos, y no obstante, enigmáticos.
El cuerpo plástico corporeíza algo. ¿Corporeíza el espacio? ¿Es la plástica una posesión del espacio, un contener el espacio? ¿Respondería a la conquista técnico-científica del espacio?
Verdad es que en cuanto Arte la plástica es una pugna con el espacio artístico. El Arte y la técnica científica consideran y trabajan el espacio con intención y modo diversos.
El espacio empero -¿permanece el mismo? ¿No es aquel espacio que desde Galileo y Newton recibió su determinación? El espacio -¿es aquella extensión uniforme, sin zonas privilegiadas, en cada dirección equivalente, e imperceptible a los sentidos?
El espacio -¿es aquel que, mientras tanto, sigue impulsando obstinadamente al hombre moderno a su dominio último y absoluto? ¿No sigue el arte plástico moderno este mismo imperativo, en lo que se comprende como un desafío al espacio? ¿No se halla así confirmado en su carácter de contemporáneo?
El espacio del proyecto físico-técnico -cual sea su determinación -¿puede tener la validez de único y verdadero espacio? Comparados con él los espacios adjuntos -el espacio del arte, el espacio de la vida cotidiana, con sus acciones y sus desplazamientos- ¿son tan sólo formas primigenias y transformaciones subjetivamente condicionadas a la objetividad de un solo espacio cósmico?
¿Qué sucedería si la objetividad de aquel espacio cósmico resultara ser el absoluto correlato de la subjetividad de una conciencia extraña a la antigüedad que precedió a los modernos tiempos europeos? Aun si reconociéramos la diversidad de la experiencia espacial entre los antiguos, ¿obtendríamos con ello la visión primaria sobre la mismidad del espacio?
La interrogante sobre lo que el espacio como espacio sea, no queda formulada, tampoco su respuesta.
Incierto también el ser del espacio y el poder atribuírsele un modo de ser.
El espacio -¿hace parte de los fenómenos originarios, al contacto de los cuales, según Goethe, el hombre al percibirlos le sobreviene un temor angustioso, creciente? Detrás del espacio, aparentemente, no hay nada hacia lo cual abismarse. Delante, no existe coartada hacia otra cosa. La mismidad del espacio sólo se muestra a partir del espacio. ¿Se deja expresar su mismidad?
Ante lo inquisitivo de su mismidad, declaramos:
Mientras no experimentemos la mismidad del espacio, permanecerá en sombras el hablar sobre un espacio artístico. El modo como el espacio obra y atraviesa la obra de arte se nos anticipa con toda su incertidumbre.
El espacio -en donde se puede hallar la forma plástica como espacio dado; el espacio, que encierra los volúmenes de la figura; el espacio existente como vacío -¿no son siempre estos tres espacios, en la unidad de su interacción tan sólo derivación del espacio físico-técnico, así bien las dimensiones matemáticas no debieran intervenir en la configuración artística?
Aceptado que el arte sea la puesta en obra de la verdad, y que ésta signifique el no ocultamiento del ser, ¿no será preciso que en la obra de arte constructiva, sea el espacio verdadero, que al abrirse en lo que tiene de propio, nos da la medida?
¿Cómo encontrar la mismidad del espacio? Hay una senda, realmente estrecha, oscilante. Percibirla en la lengua nos es dado. ¿De qué nos habla en la palabra espacio? En ella habla el espaciar.
Significa: talar, liberar lo selvático. El espaciar conlleva lo libre, lo abierto, para un situarse y habitar del hombre.
Espaciar es, en sí, la liberación de sitios, donde los destinos del hombre existente se proyectan con el bien de una nación, o en la desdicha del exilio, o frente a la indiferencia de ambos.
Espaciar es dar curso a los sitios, en los que un dios aparece; sitios de donde los dioses han huído, sitios en donde se retarda la aparición de la divinidad.
El espaciar origina el situar que prepara a su vez el habitar.
Los espacios profanos son siempre la privación de antiguos espacios sagrados.
Espaciar es la liberación de sitios.
En el espaciar se manifiesta y se encierra un acontecer. Carácter éste del espaciar fácilmente desatendido. Y cuando es percibido, aún es difícil determinarlo, ante todo porque el espacio físico-técnico sigue siendo el espacio al cual toda denotación sobre lo espacial debe primeramente referirse.
¿Cómo acontece el espaciar? ¿No es acaso un situar en relación, considerado en su doble modo del conceder y disponer?
Una vez el situar admite algo acorde. Se deja actuar la apertura, que entre otras admite la aparición de las cosas a las cuales se ve dirigida el habitar humano.
Además, este situar de las cosas les permite la posibilidad de pertenecerse co-relativamente en su dirección y cada una desde dentro y a partir de sí.
En el doble despliegue de este situar acaece el divisar de sitios. El carácter de este acontecer es el arrebatamiento. Pero, ¿qué es el sitio, si su mismidad debe determinarse en su dirección liberadora? El sitio abre cada vez un paraje, encontrándose en éste las cosas, en co-pertenencia.
En el sitio se juega el encuentro, en el sentido de esconder y dejar las cosas liberadas de su paraje.
¿Y el paraje-, La más antigua forma de la palabra es gegnet .
Denomina la libre vastedad. Por ella se capta lo abierto, cada cosa en su apertura y en su expandirse desde el estado de reposo que tan sólo a ella le pertenece.
Y significa al mismo tiempo: custodiar el encuentro de las cosas en su co-pertenencia.
Urge la pregunta: ¿serán los sitios primero y sólo el resultado, la consecuencia del situar? ¿O recibe el situar su mismidad a partir de la acción de los sitios encontrados? Si eso fuera exacto, tendríamos que buscar la mismidad del espaciar en la fundamentación de sitios, y considerar al sitio como la correlación de sitios.
Tendríamos que atender entonces en qué forma y cómo este juego de co-relación recibe a partir de la libre vastedad del paraje la remisión de la co-pertenencia de las cosas.
Tendríamos que aprender a reconocer que las cosas son ellas mismas los sitios y no pertenecientes a un solo sitio.
En este caso estaríamos obligados a aceptar por largo tiempo un insólito hecho: el sitio no se halla en el interior de un espacio ya dado, según el modo de espacio físico-técnico. Este sólo se despliega desde el encuentro de los sitios de un paraje.
El juego co-relacionado de arte y espacio habría que reflexionarlo a partir de la experiencia del sitio y del paraje.
El arte como plástica: la no posesión del espacio. La plástica no sería una pugna con el espacio.
La plástica sería la corporeización de sitios, que en la apertura de un paraje que lo encierra, condiciona una liberación en su encuentro, permitiendo la presencia de las cosas en ese instante, y el habitar del hombre en medio de las cosas.
Y si es así, ¿que será del volumen de las configuraciones plásticas que corporeízan un sitio? Probablemente ya
los espacios no se limitarán oponiéndose, allí donde se ciñe un Dentro opuesto a un Fuera. Lo significado por la palabra volumen debería perder su nombre -significado este tan antiguo como la moderna técnica de la ciencia natural.
Innominados por de pronto quedarían los caracteres de la corporeización plástica, que buscan y constituyen los sitios.
¿Qué devendría del vacío del espacio? El vacío aparece a menudo tan sólo como una carencia. El vacío sería entonces como la carencia por colmar espacios huecos e intra-mundanos. Sin duda el vacío está relacionado justamente con las peculiaridades del sitio y por eso no es una carencia sino una creación.
De nuevo la lengua puede ofrecérsenos en un guiño.
En el verbo vaciar (leeren) se manifiesta el leer (lesen), en un sentido original del encontrar que obra en el sitio.
Llenar el vaso significa: encontrar al contenido en su libre devenir.
Volcar en un cesto las frutas recogidas significa: prepararles este sitio.
El vacío deja de ser nada. Tampoco es carencia. En la corporeización de la plástica se juega el vacío de un modo de conceder buscando y diseñando sitios.
Las observaciones precedentes no van ciertamente tan lejos como para mostrar con suficiente luminosidad la mismidad de la plástica como un modo del arte constructivista. La plástica: una corporeización de la puesta en obra de sitios; y en ellos una apertura de parajes que conceden el habitar humano y la permanencia de las cosas encontrándose, relacionándose.
La plástica: corporeización de la verdad del ser en su sitio determinando la obra.
Ya una mirada atenta sobre la mismidad de este arte permite presumir que la verdad como un no ocultamiento del ser no depende necesariamente de la corporeización.
Goethe dice: “No es siempre necesario que lo verdadero se corporeíce; suficiente es si se vislumbra espiritualmente la verdad y resulta en conformidad; si flota por los aires como el canto austero y amistoso de las campanadas.”
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