Mirta Narosky es Artista, Licenciada y Profesora en Artes Plásticas.
Ella dice:
Cultura?
Tengo como hábito,
tal vez debido a mi quehacer artístico, reflexionar acerca de la
sociedad en que vivimos.
El artista plástico
debe correrse de su circunstancia u objeto a representar, para
pintarlo. Si bien su lectura está teñida de subjetividad; los años
de entrenamiento, ese viaje constante hacia el distanciamiento de lo
que se dirá en la superficie, el “inside” necesario, va
acercándonos cada vez más a la esencia del “qué” y a catalizar
el inconsciente colectivo para plasmarlo. De lo contrario ¿cómo
podríamos explicar la emoción que sigue produciendo un Rembrandt,
un Goya, un Van Gogh o un Bacon, quienes han vivido en otros tiempos
y circunstancias? O cuando exponemos en otras tierras de cultura
diferente ¿cómo entender la conexión emocional de aquellos
habitantes con nuestra obra? Sólo puedo inferir que acontece por el
carácter universal y atemporal del Arte.
El diccionario
define Cultura como: “Conjunto de estructuras sociales, religiosas,
etc. y de manifestaciones intelectuales, artísticas, etc., que
caracterizan a una sociedad”. La misma enuncia los ítems sin
juicio de valor.
Ahora bien,
vulgarmente catalogamos de “culto” a un individuo o sociedad
dotados de inteligencia y erudición. Desde ese punto de vista es
inevitable cuestionarme sobre valores éticos, intrínsecamente
asociados a la cultura.
Según
mi visión, el Hombre sigue cometiendo los mismos errores. Si bien
las creencias han legado los más bellos aportes artísticos
(arquitectura, pintura, música, escultura, literatura, etc.) a la
humanidad, así también las diferencias religiosas e ideológicas
han destruido centenares de ellos. Así como las identidades étnicas
y culturales aportaron pintoresquismo (indumentaria, ritos, etc.),
también agudizaron el más deplorable de los prejuicios y
consecuente violencia. El intelecto ofreció a la humanidad
grandiosos descubrimientos, pero también nefastos instrumentos de
aniquilamiento.
Respecto al Arte,
nos ha regalado metáforas trascendentes y también el vacío más
profundo. En ésta época sostenida por la frivolidad, el consumo, el
marketing, el materialismo despiadado, donde cotiza más el rédito
económico que la vida misma ¿qué puede esperarse del Arte el
establishment?
Los verdaderos
artistas continuamos luchando por dejar un legado genuino,
metafórico, de oficio… El sistema nos expele, hambrea a muchos;
quita visibilidad a quienes no se ajustan a su juego. Podría decirse
que la carencia de “valores” ¿justifica esa vacua producción?
Yo no lo creo. Puede darse testimonio de la “mediocridad sin
mediocridad”. Una bella y sublime metáfora, conociendo el lenguaje
a fondo, produce en el espectador dolor, alegría, repulsión, etc.
Sin necesidad de colocar en la exposición un animal sangrando, una
persona sonriendo en vivo o un conglomerado de tripas.
Cerraré este
artículo, el cual ha dejado cabos sueltos, para ir desarrollando en
las próximas entregas, diciendo que: “En el Arte, como en la
sociedad humana, debemos aspirar a desarrollar la parte más sublime
y excelsa de la especie y a respetar y valorar las identidades, ya
que son éstas las que obsequian al mundo el magnífico e infinito
abanico de posibilidades”.
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