Sí, ya lo hemos repetido muchas veces aquello de “puede pasar mucho tiempo, pero al final la ética siempre triunfa”. Pasaron 39 años desde que el gobierno de Isabel Perón-López Rega prohibió mi libro La Patagonia rebelde y el film del mismo nombre. Y 37 años de que, durante la dictadura de la desaparición de seres humanos y de libros, el teniente coronel Gorleri –hoy general de la Nación– quemara mis libros de La Patagonia rebelde. Lo hizo por “Dios, Patria y Hogar” según el comunicado firmado por él (lema igual que el del dictador español Francisco Franco, que cometía sus crímenes por “Dios, Patria y Familia”).
Pues bien, se ha producido finalmente el triunfo de la verdad histórica: la Legislatura de la provincia de Santa Cruz aprobó el proyecto de que esos cuatro tomos de La Patagonia rebelde sean material de estudio en los colegios secundarios, y el gobernador lo refrendó convirtiéndolo en la Ley 3322, dándole “plena vigencia”, y se implemente “a través del Consejo Provincial de Educación en lectura obligatoria” para “promover el análisis y la discusión posterior”.
De quemados a leídos. Un triunfo final de la verdad histórica. En todos estos años pasados desde su publicación, ningún historiador militar ni ningún historiador del partido de la UCR –ya que la masacre se hizo durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen– pudieron demostrar lo contrario de lo que en esos cuatro tomos de La Patagonia rebelde se denuncia sobre la cruel e irracional represión contra los peones de la tierra patagónica por el Ejército nacional. Por fin, pues, ha triunfado la verdad.
Y otro triunfo histórico es la exposición de fotos de la etnia tehuelche, de nuestra Patagonia, exterminada por la “civilización”. Esa exposición se realiza en Buenos Aires, en la calle Santiago del Estero 129, hasta el 2 de agosto, en el horario de 9.30 a 14. Son fotos que sacuden el alma y el cuerpo. En la misma se ofrece un libro con tales fotos realizado por el periodista Osvaldo Mondelo, con el asesoramiento de Abel Alexander. El libro trae el primer registro fotográfico de un tehuelche realizado en Punta Arenas en 1863. Luego vienen las de aquellos que fueron traídos a Buenos Aires para ser retratados en las galerías fotográficas porteñas, por ejemplo Casimiro Biguá y su hijo Sam Slick. Hay fotos del cacique Orkeke, un pacífico por excelencia, quien fue detenido por el Ejército Argentino y trasladado como “prisionero de guerra” a Buenos Aires. Luego, retratos de Pikshoshe, tehuelche que fue llevado a Europa para ser exhibido en circos y zoológicos. También hay fotos de la reserva Kamusu para la Feria Internacional de Saint Louis, Estados Unidos. El autor del libro sostiene que “la fotografía contribuyó a construir la invisibilidad de los tehuelches y a sostener en el imaginario una historia muchas veces fragmentada, adulterada y mistificada. Sin embargo, en el documento fotográfico, parte de la realidad histórica se filtra y expone. La lente capta más de lo que vio el fotógrafo de la época”. Una obra magnífica.
Otro triunfo de la verdad histórica es la segunda edición en la Argentina del libro Un proceso histórico, que trata del juicio que se hizo en Berlín en 1921 contra el matador del genocida turco Taalat Pasha, el joven armenio Soghomon Tehlirian. Este estudiante se defendió ante el tribunal alemán sosteniendo el “derecho de matar al tirano”. El genocida había sido el gobernante que dejó que los turcos cometieran uno de los crímenes más horrendos de la humanidad: autores de la muerte de miles y miles de hombres, mujeres y niños de la minoría armenia. Se calcula el número de muertos en un millón y medio. El tribunal alemán, luego de hacer un intenso análisis de testimonios y documentación, resolvió absolver al joven estudiante de culpa y cargo. Un veredicto que causó conmoción en el mundo entero. En el libro que acaba de salir se trae también la opinión de jueces argentinos: del miembro de la Corte Suprema, Eugenio Raúl Zaffaroni; del juez de la Cámara Federal de Apelaciones La Plata, Leopoldo Schiffrin; del juez federal Daniel Rafecas y del juez federal Arnaldo H. Corazza.
Este compendio más que interesante es de una profunda sabiduría. Un tema que se va a seguir discutiendo mientras el ser humano exista. ¿Hay derecho de matar al tirano porque éste ha hecho genocidios con su propio pueblo o con otros pueblos? En la Argentina ocurrieron dos hechos similares al cometido por el joven armenio Soghomon Tehlirian: cuando el anarquista alemán Kurt Gustav Wilckens mató al fusilador de 1500 peones rurales en la Patagonia, y el del anarquista ruso Simón Radowitzky, que le quitó la vida al jefe de la policía de la Capital Federal, coronel Ramón L. Falcón, por haber sido el autor de la matanza de obreros el 1º de mayo de 1909. Wilckens fue asesinado en la cárcel por un guardiacárcel y Simón Radowitzky pasó 21 años de prisión en Ushuaia, cárcel que fue denominada “la Siberia argentina”. En cambio, el joven armenio Tehlirian fue absuelto por el tribunal alemán en Berlín porque “matar al tirano” no es delito.
Un libro para reflexionar intensamente. Y para que los tiranos tengan en cuenta que los crímenes nunca quedan impunes por más poder que se tenga. Un proceso histórico, un libro para tener en cuenta.
Ya que hablamos de libros, un tema parecido. Y un libro de base histórica con un análisis basado en documentación legítima. Se trata del tremendo crimen cometido también durante la presidencia de Yrigoyen en la empresa inglesa La Forestal, del norte de Santa Fe, contra los hacheros que trabajaban talando los bosques de quebracho, para exportarlos como durmientes o para fabricar el tanino. Tuvimos los argentinos una primera investigación escrita por el inolvidable autor santafesino Gastón Gori. Esta vez, el escritor Alejandro Jasinski ha producido el libro Revuelta obrera y masacre en La Forestal, cuyo subtítulo es “Sindicalización y violencia empresaria en tiempos de Yrigoyen”. Se demuestra en él cómo la creación de una Gendarmería Volante fue realizada por el gobernador de Santa Fe, doctor Mosca (también radical, que fue candidato a vicepresidente en la elección de 1946, en la fórmula Tamborini-Mosca), con financiación de la empresa inglesa y con un capitán del Ejército como comandante. El decreto dice textualmente: “Vista la donación de la compañía La Forestal de las sumas necesarias para cofrear y subvenir a los gastos que demande la organización y funcionamiento de un escuadrón de policía montada, acéptase la donación de La Forestal. Créase un cuerpo de policía montada denominado Gendarmería Montada”. Esto lo dice todo. Una policía para combatir cualquier reacción obrera, financiada por la empresa.
En un primer momento también envió el Regimiento 12 de Infantería, para “guardar el orden”, en el que iba también el joven subteniente Juan Domingo Perón. Realidades de la historia.
La verdad histórica llega a veces muy atrasada, pero llega para quedar definitivamente.
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