martes, 9 de julio de 2013

GABRIEL MORAES

UN CUENTO

Recibí en la Redacción de Arte y Palabras, este cuento de mi amigo salvadoreño, a quien le he publicado una serie de sus obras en la revista virtual EL CUENTO. Fueron solamente 12 publicaciones mensuales.
Publico entonces, este último envío que hoy ha llegado a mi correo.

Ricardo Vides Zamora(1957). Nació en la ciudad de San Salvador, capital de El Salvador. En la década de los 80 decide estudiar letras para poder ejercer la docencia, sus ideas y los problemas de su tiempo le motivan a escribir, pero lo hace firmando como Gabriel Moraes; en honor al nombre de su padre y a los apellidos heredados de sus progenitores. Sus escritos evidencian los diferentes ambientes donde creció, respira y sueña; sobre todo, comprometido con el anhelo de que un mundo mejor es posible.

LOS   SEIS   HIJOS  

En un ayer tan lejano en el tiempo, pero tan cerca por los recuerdos, rodeado de alegrías y tristezas, de días  buenos y malos, vivió  un matrimonio con seis hijos.
Desde pequeños, a cada quien, el padre les regalo un cuaderno y un lápiz para que, año con año, pudieran aprender a leer y a hacer letras en negro sobre lo rayado de las páginas; de esa manera nadie les engañaría de lo que escriben los hombres y además dominarían el arte de la escritura, dándoles el poder de comunicarse aunque estuvieran alejados unos de los otros, y sin utilizar las tradicionales palomas mensajeras; ahora saber que les estaba pasando se podía conocer en un santiamén, existía el correo y lo único que había que hacer era sentarse, elaborar una carta, y enviarla… Así de sencillo y santas pascuas.
La madre tenía por apellido Mora y el papá Uvas, entonces los seis hijos eran conocidos como los hermanos Uvas Mora.
El padre en su lecho de muerte no los pudo llamar a todos porque, cuatro hijos partieron del hogar buscando ser felices; y la sexta por orden de nacimiento, ya había cerrado los ojos para siempre y descansaba en el regazo de la tierra, desde donde les mandaba flores hermosas y fragantes cada vez que la lluvia bajaba de las nubes que oscurecen el cielo.
Valiéndose de un deseo mientras soñaba, al hijo que adonde fuere más lo acompañaba, el padre le dijo: 
“A mi hija mayor, que contrajo nupcias después de entregarla en la iglesia, le he regalado una dote que consiste en unas pocas monedas y una Biblia; un día las monedas se le acabarán, pero las escrituras sagradas no, y yo le recomendé que en cualquier tipo de problemas, o aunque no los hubiere, siempre mantuviera abierto ese libro sagrado, y cualquier espíritu de enfermedad o de tentación será ahuyentado de las paredes que cuidan su casa. A tu hermano, mi segundo hijo, le regalé el secreto de los números del 1 al 10, lo he mandado a estudiarlos, y al descubrir cuál es su enorme poder, podrá hacer desde los más pequeños negocios hasta los de gran valía y de cuantiosas fortunas; podrá tener en sus manos dineros a llenas, pero no debe permitir que la codicia se apodere de su alma, sino nunca será feliz con nada ni nadie…
Al hijo tercero le he dado el regalo siguiente: Un gallo giro peleador como ninguno, y le he aconsejado que si lo mantiene con vida por lo menos un año junto a él, la valentía y el valor se le transmutará como una virtud nata en su corazón y no le temerá a ningún ser humano o animal de cualquier especie. Mucha gente siempre se preguntara por el don que Dios le ha otorgado, por eso llego a ser de esos soldados del pueblo arrojados y decididos contra viento y marea, y que no los detiene ni siquiera una tormenta furiosa de rayos y truenos.
A mi quinto hijo, que nació después de vos que sos el cuarto, le he pedido al Altísimo que le herede la paciencia, esa cualidad maravillosa que habita en el alma, capaz de hacernos esperar, esperar y no perder la calma; porque aunque los tiempos estén   turbulentos debes mostrar siempre buena cara; por eso cuando domine esa facultad, sin alejarse de Dios, no habrá piedra que lo arrastre hacia las angustias que salen al paso cada día y a cada instante… Y quizás ustedes lleguen a decir: “este hermano nuestro es el que mejor vive tranquilo porque nada le perturba el espíritu y el ánimo”
Y a vos que has estado al lado mío en estos últimos momentos, se te ha concedido una de las más grandes riquezas: descifrar el misterio que guardan las almas y  las cosas; esto no se logra de la noche a la mañana, va a pasar mucho tiempo  para que llegues a probar las mieles que deja la satisfacción de poder leer que dice una gota de rocío o la mirada de unas pupilas ilusionadas”.
Y así pasaron por este mundo los ocho seres más queridos entre sí: el padre y la madre amándoles hasta las postreras consecuencias; la hija mayor creciendo en lo correcto porque nadie  nace en santidad. El segundo de los hermanos todavía sin dejarse atrapar por las ambiciones; el tercero con el ímpetu, ya no en sus fuerzas, sino en la valentía de su voz para decirle a cualquiera unas cuantas verdades; el quinto esperando confiado en las promesas eternas: ”El mundo pasará, pero mis palabras no”. 
Ese olor en las flores, esa brisa que les acaricia de repente por las tardes, es la hermana más pequeña, la menor de todos; sin lugar a dudas es ella, la santa niña que duerme en el regazo de la tierra. Y el quinto hijo, al que según sus oídos le hablan esas vocecitas escondidas en cada ser y en cada cosa, no está demás el aclarar, que fue su mano más hábil  la que escribió y dejó para la posteridad este cuento.
-------------------------------------------------------------

No hay comentarios: