Tomado del diario Página 12 del día de la fecha
No es fácil cambiar de diario. El lector se acostumbra a los títulos, los modos de diagramación, las formas gráficas. Si bien leo diversos medios por Internet, mantengo la buena costumbre de desayunar junto a un diario específico, al que podríamos denominar el “periódico de cabecera”. Hacia fines de 2003 ese periódico era Clarín: todas las mañanas lo tuve junto a la taza de café con leche y la tostada con manteca, hasta que comprendí que su lectura me agriaba el desayuno. Harto de tanta mala honda y tantas mentiras, pasé por el quiosco y le pedí al canillita que suspendiera Clarín y me trajera Página/12. Desde hace cerca de diez años, Página me acompaña invariablemente en todos mis desayunos. Leer el del domingo 26 me significó evocar nuevamente todos y cada uno de los momentos del día anterior: el sábado de gloria en la Plaza. Me quiero referir en especial a una nota, la de Mario Wainfeld, a una frase de esa nota que, por sencilla y definitiva, me pareció esencial a la hora de definir esta década ganada. Antes de entrar en materia, permítaseme recordar un par de cosas que descubrí camino a la Plaza. En primer lugar, el modo en que se había hecho carne aquel pedido de la Presidenta de responder al odio con amor: no había pancartas que pedían la muerte de los opositores, no había carteles que denunciaban por corruptos a los opositores, no había un solo manifestante que se acordara de los opositores, eran ignorados, del mismo modo que, aunque sea por razones de salud pública, se hace preciso ignorar el bombardeo cotidiano al que nos someten los medios hegemónicos. Y si de bombardeo se trata, recordé el que se había producido en esa misma Plaza poco antes del derrocamiento del gobierno de Perón. Hace un par de semanas, en su programa Bajada de línea, Víctor Hugo Morales mostró un noticiero de la época que culpaba a Perón por ese crimen masivo. El Tirano Prófugo, como lo llamarían poco después, debería haber renunciado, pero como se negó a hacerlo, a los nobles y heroicos aviadores no les quedó otro camino que arrojar sus bombas que destrozaron a hombres y mujeres, a niños y niñas. Todo sea por la patria, el giro “daños colaterales” aún no se había inventado.
Los medios hegemónicos de hoy se comportan del mismo modo que lo hacían los de aquella época. Tal vez por esos días ya circulaba la frase que le atribuyen a Goebbels: “Miente, miente... que algo queda”. Derrocado Perón, los que habían sido sus opositores no aceptaron ni una sola conquista social, cultural y obrera lograda en los años de su gobierno. La oposición actual, nótese, tiene el mismo comportamiento: no hay una sola medida del kirchnerismo que le parezca positiva; como los opositores del ’55, anteponen el insulto a la discusión de ideas. Ayer, Perón y Eva eran criaturas diabólicas, no en vano él había sido excomulgado, ella murió antes de recibir ese castigo. No voy a cometer la indecencia de repetir los agravios que hoy, día a día, sufren Néstor y Cristina. Hay que reconocer, sin embargo, que el clero actual es más tolerante: no excomulga a curas torturadores, tampoco a curas pedófilos.
Es hora de volver a la nota de Mario Wainfeld, a la crónica que hizo luego de su recorrido por la Plaza. No conozco personalmente a Wainfeld, leo sus textos e invariablemente comparto lo que en ellos dice; también el del domingo 26, en donde señala: “Un flaquito pelado que viene de Ensenada, acusa 35 años, con dos pibes a cuestas prodiga cariño. Y explica: ‘Soy hijo de desaparecido y éstos son hijos de la esperanza’”. Recordé a José Martí: “Hay tanto que decir, que ha de decirse con el menor número de palabras posible; eso sí, que cada palabra lleve ala y color”, dijo el poeta cubano. Las palabras del flaquito pelado de Ensenada llevan ala y color, qué duda cabe, ¿hay acaso otra manera más concluyente para definir esta década ganada?
* Su última novela publicada es Ojos que no ven.
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